Respeto y tolerancia

Ciudad de México /

Una de las mayores virtudes que les aprendí a los alcohólicos anónimos, dentro de tantas que tiene esa maravillosa agrupación, es la de no entrar en controversia y practicar la empatía, el respeto y tolerancia.

“Alcohólicos Anónimos no tiene opinión acerca de asuntos ajenos a sus actividades; por consiguiente, su nombre nunca debe mezclarse en polémicas públicas”, dice la décima de las 12 tradiciones que regulan la actividad de los grupos.

“A.A no está afiliada a ninguna secta, religión, partido político, organización o institución alguna; no desea intervenir en controversias; no respalda, ni se opone a ninguna causa. Nuestro objetivo primordial es mantenernos sobrios y ayudar a otros alcohólicos a alcanzar el estado de sobriedad”, reza el enunciado que se lee al iniciar cada sesión de la agrupación.

Recordar esta forma de llevar a cabo un programa que es incluyente y enfocado en su principal objetivo, me pareció muy oportuno en estos momentos donde el mundo parece cada vez más polarizado en diferentes temas en los que unos y otros argumentan tener la razón y ser dueños de la verdad.

El acoso cibernético en temas como el de la boxeadora argelina medalla de oro, Imane Khelif, en el que de pronto todo mundo se sentía especialista o con la calidad moral para opinar en las redes sociales y en los medios de comunicación, es solo una pequeña muestra de lo convulsionada que está nuestra humanidad.

¿Quiere hablar de política o gobierno? ¿Medio ambiente? ¿Cambio generacional? ¿Derechos reproductivos y aborto? ¿Libre determinación y libertad de decisión sobre el cuerpo? ¿Persecución religiosa? ¿Derechos de la comunidad LGBT? Elija usted y verá que, entre otros tantos, son polémicas públicas en las que el respeto y la tolerancia están completamente ausentes.

A propósito de ello, este sábado leí una publicación en redes sociales del pastor cristiano, comunicador y actor argentino-californiano, Dante Gebel, que me pareció tan certero y autocrítico como para reproducir una parte en este espacio.

“He encontrado más códigos de lealtad entre los ateos, que en el propio ejército de los que dicen ser evangélicos, pero rematan a sus propios soldados heridos. He visto mucho más amor de Dios en algunos ‘mundanos’ que en algunos evangélicos que te dicen: ¿cómo te podés juntar con esa lacra de persona?”, escribió Gebel.

“Todos nos creemos ‘santos’ y nos gusta arrojar piedras, hasta que un día llega el Señor y escribe nuestros pecados ocultos y secretos en la playa pública. Y es realmente ahí cuando realmente nos conocen”, concluye.

Sólo puedo suscribir y estar de acuerdo con estas expresiones y sugerirnos a todos que adoptemos la forma de actuar de los alcohólicos anónimos, dejemos de entrar en controversia y enfoquémonos en lo que a cada uno nos toca, sin querer ser todólogos y jueces morales.

He leído barbaridades como que los cristianos no pueden ser de ideología de izquierda, como si el Dios de Jesús fuera exclusivamente de derecha. O aquellos que desde un púlpito comienzan a influir en sus seguidores opinando de política, de gobierno y de temas que nada tienen que ver con su razón de ser principal.

Decir que el mundo está en incertidumbre. Promover la fe desde el miedo, la intimidación, la manipulación y el control, así como usar diversas tribunas públicas para opinar de lo que se les ocurra y, ni qué decir del uso de las redes sociales, son sólo ejemplos de la distorsión de lo que debería ser el respeto, la paz y la armonía.

A veces me pregunto si la pandemia del Covid19 en realidad nos cambió como se decía o simplemente no aprendimos nada.

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