Mucho a su rancho

Monterrey /

López Obrador dejará la Presidencia del país en las mismas condiciones que lo recibió: fracturado, empobrecido, corrompido, violentado. Se autoengaña y miente quien afirme que el líder y santo patrono de Morena nos dejó un México mejor.

Los datos no dan para sostener la abstracción discursiva. En el terreno de la violencia, las cifras oficiales hablan que la violencia dejó casi 200 mil muertos y más de 60 mil desaparecidos en este sexenio. Se requerirían 2.4 estadios azteca para acomodar a los fallecidos o el Jalisco para distribuir a los desaparecidos.

Lo mismo sucedió en la salud. Según el Inegi, en 2022, de los casi 130 millones de habitantes, 50.4 millones reportaron carencia de sanidad, “lo que representa un incremento del 150% en comparación con 2018, cuando se reportaron 20.1 millones de casos”.

La educación no corrió mejor suerte. Hoy, poco más de 60 millones de personas no cuentan con título de bachillerato, lo cual nos deja muy lejos de poder capitalizar las tan cacareadas oportunidades del nearshoring. En lugar de haberse enfocado en fortalecer este nivel educativo para garantizar calidad educativa, evitar la deserción y propiciar la movilidad social ascendente, López Obrador se allegó de vocingleros que se dedicaron a despotricar contra el pasado educativo neoliberal. Lo mismo sucedió en el nivel básico. El contenido de los libros de la llamada Nueva Escuela Mexicana no hizo sino empeorar las competencias lectoras y matemáticas de los niños y niñas.

De lo vivido en el sexenio, ¿hay algo bueno? A mi entender, tres cosas.

La primera es que, según Coneval, “el número de personas en pobreza por ingresos pasó de 61.8 millones en 2018 a 56.1 millones en 2022. En cuanto a la pobreza extrema, el número de personas en esta situación pasó de 17.3 millones en 2018 a 15.5 millones en 2022”. El problema es que si a las personas beneficiadas se les quita el apoyo volverán a caer en pobreza alimentaria.

La segunda es que la reforma laboral incrementó el salario mínimo, lo cual, en buena medida, evitará que quien lo gane tenga la posibilidad de escapar de la pobreza alimentaria.

La tercera cosa es que, por fin, AMLO se va a ir mucho a su rancho. Y aunque se vaya tan lejos, créamelo, será prácticamente imposible que su sucesora lo mantenga a raya y la deje gobernar.


  • Pablo Ayala Enríquez
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