Lo cursi, un regreso

Ciudad de México /

Despierto. Café exprés doble. Miro cómo amanece en la Ciudad de México, un extraño milagro. Mientras entran los primeros rayos de luz indecisa, reconozco que no me da vergüenza confesar que he visto telenovelas completas, muchas de ellas en mi infancia y en compañía de mi mamá. Desde Anita de Montemar hasta Los ricos también lloran, de Gutierritos a Cuna de Lobos, de Fallaste corazón a Muchacha italiana viene a casarse. Así como lo leen en esta página tres.

Y si me esfuerzo, puedo cantar estrofas de las canciones que fueron el tema de estos monumentos a la desdicha: “No sé exactamente qué pasó / que todo de repente ya cambió / en nuestro diariamente lo bonito / tristemente terminó./ A dónde va nuestro amor / si cada día…

Con el paladar del buen gusto escaldado reconozco también que la cursilería y el melodrama han maltratado a este corazón. Ya empezó la metralla cursi, ¿vieron? Que tire la primera piedra quien no haya dedicado un poema de amor con el corazón en la mano.

Ramón Gómez de la Serna escribió esto: “Lo cursi es abundar en lo que sin abundancia está bien, empalagar con lo que en su sobria dulzura es noble, convertir en zalamería lo que en su conmovedora sobriedad sería un encanto. No nos curaremos nunca de la crispación interior que nos produce lo cursi al hacernos avergonzar de sentimientos de los que podríamos no avergonzarnos”.

En Escenas de pudor y liviandad, Carlos Monsiváis nos dice que la voz cursi designó en el siglo XIX la apariencia exagerada, “la perturbación al hallar una flor en las páginas de un libro, el desciframiento de los mensajes de la luna”. De acuerdo con Ramón Gómez de la Serna, lo cursi es “el fracaso de la elegancia”. En la década de 1920, lo cursi en México fue por antonomasia lo relativo a la provincia, el recinto de lo insoportablemente antiguo, las pretensiones porfirianas, las lecturas de Enrique Pérez y de Juan de Dios Peza. Los poetas vanguardistas de aquella época se opusieron con fervor a la melosidad y, de acuerdo con Monsiváis, se rieron a placer de los versos y fotografías de Nervo.

Mientras dilucido sobre lo cursi voy a recordar de nuevo: “Se va muriendo la flor / de tu alegría / y donde hubo calor / hoy sólo hay frío”.


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