Siempre soy otro

Ciudad de México /

Llueve a cántaros, caen rayos y centellas, la calle se inunda, las atarjeas no sirven y yo oigo a mi madre sesenta años atrás: aléjate de la ventana que te parte un rayo. Lo decía preocupada, como si los rayos fueran misiles que nos persiguieran precisamente a nosotros, a ella y mí. Mis padres temían a los relámpagos y a los rayos. En alguna ocasión, cuando partieron a Cuernavaca después del sismo del 85, se metieron a un clóset durante uno de esos aguaceros bíblicos del estado de Morelos y ahí permanecieron hasta que pasó la tormenta. Se los juro. No sería una exageración confesar que siempre se metían a un clóset cuando las tempestades de la vida amenazaban con arrastrarlos, pero no voy hablar de eso.

No se lo dije a nadie, pero cuando oí los primeros rayos me alejé de la ventana. Hace algunos días escribí que la nostalgia es una hija compasiva de la memoria. Así lo creo, pero tiene mala prensa entre algunos escritores muy serios. Que si la autocomplacencia, que si la selfie, que si el pasado. A mí me gustan el recuerdo y sus misterios, el pasado y sus enigmas. Nadie regresa ileso del pasado, la recapitulación melancólica de la memoria nos transforma.

En sus crónicas magníficas, Lobo Antunes lo puso así: “Fragmentos de personas que me hablan de un tiempo que ya pasó como si siguiese pasando, que me rodean de difuntos y ruinas, ruinas de emociones, de entusiasmos y alegrías, como Pompeyas ocultas bajo la lava del olvido. Y de repente están ahí y con ellas episodios desenfocados que vuelven, tanta esperanza enterrada, tantos difuntos que me observan de lejos con una dulzura enternecedora”. Yo digo que esto es precisamente la nostalgia.

Qué trabajo anochecer. Desperté con dolores serios, la pinche rodilla, el cabrón brazo, un poco el cuello. Es la cama, me dicen los amigos. No, queridos, se trata de los años.

Les recuerdo que caían rayos y centellas y mi madre me alejaba de la ventana. ¿Qué trae ese recuerdo? Que no estamos hechos para la finitud de la vida, nos aterra desaparecer. Veamos: no es tan importante, uno va y viene sin saber. ¿Habrá en todo esto vejez y enfermedad? Me duele la rodilla, tal vez tengo problemas en los huesos. Lentas miserias. 

Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.