Las cuatro letras/ parte V

Ciudad de México /

La última encomienda del tío Luis a Mike Parodi fue limpiar el desastre que dejó El Jr., debía espiar a una periodista, quien tenía información sobre el acuerdo electoral que hizo con un grupo del crimen organizado para las votaciones

¿Quién echó a andar a los gringos con el tema de la relación entre el Jr. y el cártel de las cuatro letras?, se interrogó Mike cuando terminó de leer los papeles que Wyborn había dejado sobre la mesa.

La descripción de la visita que los representantes del gobierno gringo hicieron al canciller mexicano no tuvo como propósito compartir la información que tenían a propósito del El Jr.

Si los vecinos poseían pruebas del vínculo entre ese muchacho y la maña, ¿por qué no lo arrestaron allá? Si decidieron no hacerlo, para proteger la relación política entre los dos países, pudieron entonces haber utilizado un canal menos ostentoso y, sobre todo, con menos testigos.

A Mike le pareció todo aquello una obra de teatro montada para alguien más. Era como si esos funcionarios tuvieran que demostrar a unos hipotéticos observadores que habían tomado cartas en el asunto. ¿Quiénes eran esos observadores? ¿Políticos de la oposición? ¿Mañosos del cártel de enfrente? ¿La prensa?

El tío Luis convocó a Mike a desayunar un par de días después. La cita fue un sábado a las siete de la mañana. Esas costumbres del tío nada más no cambiaban. Le gustaba torturar a sus invitados desmañanándolos los fines de semana.

Si Mike no tuviera problemas de insomnio, quizá se habría quejado, pero hacía años que la cama lo expulsaba, todos los días, pasadas las 4:30 horas de la mañana. No probó, sin embargo, el huevo a la mexicana que el tío puso bajo sus narices, en el desayunador de su casa. Los cigarros que Mike Parodi acostumbraba a consumir desde temprano le arrebataban el apetito.

Alguien tendría que decirle un día al detective que esos hábitos lo iban a matar, pero no fue el tío quien se atrevió a hacerlo esa vez.

Tenía asuntos más importantes que tratar con su sobrino y no quería alterar su ánimo antes de que pudiera plantearle los pormenores del siguiente trabajo que estaba a punto de solicitarle.

El viejo policía se había levantado con ganas de compartir. Era obvio que le fatigaba cargar solo con la encomienda de limpiar el desmadre que había dejado El Jr.

Mike encendió su último cigarrillomientras escuchaba una disputa entre políticos. especial

—Ya viene el muchacho de regreso— soltó de golpe el policía y Mike falsificó su sorpresa.

—¿Pudiste arreglar las cosas con quienes se metieron a su casa?

—No exactamente.

—¿Entonces?

—Me lo echaron de Gringolandia —afirmó el tío.

—¿Dónde lo vas a esconder? —quiso saber Mike.

—En lo que medimos el nivel del agua, vivirá con su padre.

—No es mala idea. Ese hombre es el más cuidado del país.

—Ahora el problema es otro.

—¿Cuál?

—Demasiada gente sabe del problema que El Jr. tuvo con el cártel de las cuatro letras.

—¿Son ellos quienes se han encargado de divulgarlo? —especuló el detective. 

—Precisamente por ello te invité a venir.

El tío Luis fue directo al grano: necesitaba que Mike confirmara una información que había llegado a oídos del padre del El Jr. Concretamente, debía corroborar si existía cierta grabación y si esta había llegado a manos de la corresponsal, en México, de uno de los diarios estadunidenses más importantes.

Menuda tarea la que debía resolver esta vez.

—¿Quieres que espíe a la periodista? –adelantó Mike Parodi.

—Quiero que espíes su computadora.

—Lo haré a cambio de que me prometas algo.

—Lo que digas.

—Es la última vez que te ayudo con este asunto.

—No volveremos jamás a hablar tú y yo del El Jr.

Fue relativamente fácil para Sabueso, la asistente de Mike, dar con el documento referido por el tío Luis. Pocos días antes, la corresponsal del diario gringo había recibido un correo desde Nueva York con ese documento anexo.

Al leerlo, Mike obtuvo la respuesta que estaba buscando: el periódico para el que trabajaba esa reportera estaba enterado de los enjuagues del El Jr. Muy probablemente por esta razón los funcionarios gringos habían visitado ostentosamente al canciller mexicano: querían evitar ser acusados por ese medio de complicidad.

Un par de meses atrás, alguien había enviado a la redacción del diario en Nueva York la transcripción de una charla entre un colaborador del padre del El Jr. y otro sujeto. Ahí se detalla el acuerdo electoral que El Jr. hizo con el cártel de las cuatro letras para la elección en la que su progenitor resultó electo.

Mientras el colaborador, con gran ingenuidad, se descose asegurando que eso ocurrió sin que el padre tuviese noticia, el interlocutor, bastante más zorro, aprovecha para exprimir de información al interfecto. 

Después de leer aquel texto, Mike calculó que el político debió ser fuertemente extorsionado por los actos de su hijo. Por ello, encargaron al tío Luis que descartara la posibilidad de un farol.

—El documento existe y está en manos de la corresponsal— ratificó Mike.

—Así lo haré saber.

Días después, Mike se sorprendió al toparse con una retahíla de declaraciones muy duras en voz del padre del El Jr. en contra de la reportera que recibió aquella información tan delicada.

Ella aún no había publicado nada relevante y, sin embargo, la acusó de ser una desvergonzada por querer dañar su imagen y la de su familia. Aseguró que era falso lo que pretendía divulgarse y acusó al gobierno del país vecino por quererse meter en asuntos ajenos.

Mike encendió su último cigarro de clavo mientras escuchaba despotricar al político, admirado por la habilidad que tenía para quitarse de encima algo tan explosivo.

Celebró también haber hecho prometer al tío Luis que nunca más volvería a involucrarlo en este caso.

A partir de ese día, Parodi dejó de fumar.

Fin.

  • Ricardo Raphael
  • Es columnista en el Milenio Diario, y otros medios nacionales e internacionales, Es autor, entre otros textos, de la novela Hijo de la Guerra, de los ensayos La institución ciudadana y Mirreynato, de la biografía periodística Los Socios de Elba Esther, de la crónica de viaje El Otro México y del manual de investigación Periodismo Urgente. / Escribe todos los lunes, jueves y sábado su columna Política zoom
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