Vuelve Verstappen al escenario, resucitado como el gran protagonista de la F1, y se reanuda, consecuentemente, el culebrón llamado Sergio Pérez.
Ya circulan, horas antes de que tenga lugar el Gran Premio en la capital del estado de la Estrella Solitaria, presuntas revelaciones de que el hombre participa en la gran competición por razones estrictamente comerciales.
Al final del camino de tan maliciosas teorías se encuentra el personaje de siempre, un señor muy rico –el más acaudalado, de hecho, de todo nuestro subcontinente— que sería el primerísimo benefactor del piloto tapatío, movido por el muy terrenal y materialista propósito, lo suponemos, de exhibir las publicidades de sus muy poderosas empresas en el prestigioso circuito.
Llama la atención, como siempre, la propensión de la gente a no aceptar las cosas como son y, a partir de esa suspicacia, a imaginar maquinaciones, arreglos, componendas y contubernios en todos los ámbitos del mundo real.
Es cierto que se celebran, en muchas ocasiones, oscuros pactos en las alturas. Pero, qué caray, Checo Pérez no es un inútil ni mucho menos sino uno de los mejores pilotos del mentado Gran Circo.
Ya hemos hablado de esto en anteriores ocasiones y señalado de la misma manera el extraño gusto que tenemos los mexicanos por la descalificación de nuestros compatriotas cuando alcanzan el éxito.
Estar ahí, compitiendo con los mejores del planeta en una categoría tan exclusiva, no se encuentra al alcance de cualquier recién llegado y son poquísimos los que logran tan privilegiada posición. Checo se ha subido al podio de ganadores varias veces y en estos mismos momentos, antes de la carrera en Austin, lleva más puntos que Fernando Alonso, Nico Hülkenberg y Lance Stroll. A este último sí que le podríamos tal vez endosar el descrédito de ser un acabado producto del nepotismo en tanto que su padre es el dueño de la escudería Aston Martin.
Lewis Hamilton no pasó de la Q1 en el Circuito de las Américas y no le llueven las despiadadas críticas que merece el piloto mexicano, siempre al borde de que lo echen, ahora sí, de Red Bull y siempre necesitado de hacer méritos para no encontrarse en la picota.
En fin, más de lo mismo, hasta que llegue el momento en que Checo pague realmente la factura con la escudería austriaca o si ellos, sus patrones, le siguen dando el voto de confianza que le niegan sus críticos.