¿Más ayudas arbitrales para el América?

Ciudad de México /

Los árbitros se equivocan. Son humanos, o sea. El asunto es cuál de los dos equipos que se encuentran en la cancha termina siendo favorecido por la equivocación.

Puede estar en juego un título mundial o un campeonato de liga. Así de impactante termina siendo la decisión de marcar, digamos, un penalti, de amonestar a un jugador en vez de otro o de expulsar a un tercero luego de haberle perdonado una falta grave a su adversario directo…

El oficio de dictar sentencias en el terreno de juego es impopular de necesidad y alguna gente comenta que los señores árbitros sobrellevan tales durezas en los partidos –reclamos de los jugadores, agresiones, burlas— que necesitan luego la asistencia de un psicoterapeuta para componerlos de su cabecita.

Se trata sin duda de una exageración pero, en efecto, buena parte del trabajo que desempeñan esos hombres consiste en enfrentarse, una y otra vez, a sujetos que no se caracterizan por su delicadeza, por no hablar de que el futbol, como se suele también decir, es un deporte de barrio, es decir, de engañifas, trampas, fingimientos y ardides.

Alguien tiene que poner orden en la cancha y asegurar que lo que ahí ocurre se sujeta a las reglas establecidas. Toda proporción guardada, es como apuntalar el Estado de derecho en una nación, una tarea que no está en manos de los ciudadanos comunes sino de la autoridad, es decir, de las fuerzas del orden y del aparato judicial.

Si lo piensas, es un tanto extraña esa vocación de querer decirles a los demás lo que tienen que hacer y, encima, de castigarlos si se sobrepasan o si no obedecen. Buena parte de la hostilidad que despiertan los árbitros es que son los policías del universo futbolístico, figuras no del todo simpáticas, por decirlo de alguna manera, cuya existencia misma podría calificarse de mal necesario, así como hay jueces severísimos, duros comisarios, cobradores de impuestos, inspectores de mercados y agentes que te cierran el paso en el momento menos esperado.

Lo de expulsar jugadores en una gran final es algo así como dictar sentencia de muerte, no al equipo afectado sino al futbol mismo. Como para apagar el televisor en ese mismo momento o, estando en el estadio, apurar la cerveza y largarse sin mayores contemplaciones.

El penalti no es tan devastador pero, qué caray, estamos hablando de una verdadera perrada y no en balde los comentaristas que narran el partido lo califican de “pena máxima”. No hay peor punición terrenal para un futbolista, señoras y señores, y muchas veces no se puede en lo absoluto hablar de la mala voluntad del sancionado sino de que fue torpe o, en el peor de los casos, de que participó en una jugada absolutamente accidental.

El tema de los árbitros está, hoy, sobre la mesa, de cara a la suprema final de este torneo Apertura de doña Liga MX. Los grandes equipos arrastran siempre el estigma de ser ayudados por los sujetos del silbato y el América, justamente, es objeto de las suspicacias de la afición.

César Ramos pitará hoy el partido de los de Coapa ante Monterrey, llevando sobre los hombros la carga de haber favorecido a los regiomontanos en el partido por el título del Apertura 2019.

Los seguidores de Rayados (y todos los que no comulgamos con la causa americanista) tememos, en consecuencia, que intentará compensar lo que hizo en aquella ocasión.

Ya lo veremos…

  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
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