A los equipos poderosos –es decir, a aquellos clubes de fútbol que tienen sus arcas tan bien provistas que pueden pagar millonadas para agenciarse a los mejores jugadores— hay que ganarles de manera contundente, según parece.
¿Por qué, oigan? Pues, por una muy sencilla razón: los señores árbitros, cuando les toca marcar una falta o decretar la madre de todas las penalizaciones, suelen, por una extrañísima causa, favorecer a los ricos, o sea, a los mentados poderosos del balompié.
Un club más modesto, entonces, resulta perjudicado de oficio y para poder asentar meramente sus dominios en la cancha está obligado a establecer una distancia sideral con su adversario. Dicho de otra manera, debe anotarle tres, o hasta cuatro, goles a los millonarios y dejar así bien claro quien manda, sin lugar a que las tendenciosas decisiones de los árbitros influyan en los resultados.
Muy bien, nos queda meridianamente expuesta la realidad del mundo y entendemos de la misma manera cómo funcionan las cosas en este planeta. Pero, ya en los hechos, más allá de que un Cruz Azul o un Toluca o un Monterrey deban operar como verdaderos extraterrestres ante el odioso América, siendo que no son tampoco equipos menores ni mucho menos, la perjudicial intervención de un árbitro en el partido es precisamente lo que les cierra la puerta para aspirar siquiera a marcar un mínimo poderío.
Es cierto que Toluca no existió frente a las Águilas y que Monterrey no estuvo tampoco a la altura de su rival, por no hablar, qué remedio, de que los de Coapa jugaron un gran partido.
Pero imaginemos otro escenario, uno en el que no se marca un penalti en contra de los cementeros por haber ocurrido una falta previa o, inclusive, un panorama donde el equipo sancionado con la pena máxima es precisamente el antedicho América.
Ahí todo cambia, señoras y señores, ahí sí puede acontecer un desenlace diferente y ser otros los protagonistas de la gran final de la mismísima Liguilla.
Así que, seguirá siendo muy complicado, cuesta arriba, acabar con las suspicacias y dudas acerca de un equipo que no necesita que lo goleen sino simplemente que no lo favorezcan.