¿Un superhombre o una supermáquina?

Ciudad de México /

Ya lo estamos viendo: el imperio Red Bull se derrumba. Los austriacos siguen siendo competitivos, desde luego, pero su piloto estrella ya no avasalla como en las pasadas temporadas.

Son buenas noticias para la competición y, una vez más, configuran un escenario: nadie puede permanecer eternamente en la cumbre, por encima de todos los demás, sin que se aparezcan otros aspirantes al trono y sin que esos retadores terminen por arrebatarle el supremo poder al emperador de turno. Bueno, el Real Madrid viene siendo la excepción a la regla, por lo menos en la madre de todos los torneos, la insuperable Champions League, y tomando en cuenta las puntuaciones globales que merecen los equipos del balompié.

Verstappen, el superhombre de los últimos tiempos, no gana una carrera desde junio. Podemos imaginar los diálogos que están teniendo lugar entre él y su padre, ese hombre duro que castigó siempre las menores imperfecciones de su pequeño y al que todos parecen perdonarle su condición de intrigante por estar, justamente, a la sombre del campeón. Este escribidor se pregunta si llegará el momento en que el gran precio que ha pagado el corredor neerlandés por estar en la cima no será materia de interminables sesiones en el consultorio del psicoanalista pero esto es meramente una muy personal especulación.

Por cierto, el denostado Checo Pérez tuvo mejor ritmo que el campeón reinante en el circuito de Bakú pero un impulsivo Carlos Sainz se le atravesó en el camino y le quitó la posibilidad de subirse al podio, por lo menos para conquistar esa tercera plaza que ambos disputaban. La suerte también juega un papel en el universo de las justas deportivas y, si no, pregúntenle ustedes a los delanteros que han fallado un tiro por centímetros al lanzarlo contra el marcó contrario.

Lo inusitado de la F1 es la estrechísima relación del hombre con la máquina. Un tenista necesita buenas raquetas, ciertamente, y un ciclista de élite participa en el Tour de France con el mejor equipo pero lo del automovilismo es enteramente otra cosa, por lo menos en la categoría que más necesita de la tecnología de punta. No hay manera, en estos momentos, en que un competidor, digamos, de Williams o de Sauber pueda siquiera acercarse a los puestos de arriba.

Y, miren, es asunto de dinero, de la capacidad financiera de una escudería para experimentar e innovar, así sea que los comisarios de la competición hayan fijado toda suerte de restricciones técnicas y límites al gasto de los equipos.

El desplome de Red Bull ha coincidido con la muy extraña salida de Adrian Newey, un hombre con un impresionante palmarés de victorias en su carrera como director técnico en la referida escudería austriaca, en McLaren y, miren ustedes, en los remotos buenos tiempos de Williams.

Pero lo que nos queda muy claro es que para ser un superhombre en los circuitos no te basta con todos los posibles talentos que puedas tener almacenados en los genes sino que necesitas… la mejor de las máquinas. Y, no siempre te la pueden dar.


  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
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