China y los consumidores mexicanos

Ciudad de México /

Andando hace cierto tiempo por una de las avenidas de Aguascalientes, escuché de pronto que alguien me llamaba por mi nombre. Era el ejecutivo de una agencia de coches en la que yo había estado, varios años atrás, para conocer meramente los modelos de la marca. El hombre ya no trabajaba ahí sino que lo había contratado recientemente un distribuidor de autos… chinos.

Me pidió que entrara al local para conocer los vehículos que ofrecía la firma y, con la natural curiosidad de quien gusta de los coches, comencé con él un pequeño recorrido hasta llegar adonde se encontraba un ‘deportivo utilitario’ (el palabro se acuñó, como tantos otros en estos tiempos, para responder al término troquelado primeramente en la lengua imperial, sport utility vehicle, cuyo acrónimo, SUV, es ya también parte del habla hispana) que me había llamado mucho la atención desde que crucé el umbral de la tienda.

El coche, la consabida combinación de un turismo y un todoterreno ligero, me pareció simplemente precioso, de una línea perfectamente comparable, con el perdón de los conocedores y de los esnobs, a la de los europeos de lujo. Asomándome para ver los interiores, advertí también una gran calidad y unos acabados de impecable ensamblaje. Todo muy bonito y agradable, por no hablar de lo espacioso de la segunda fila y de la comodidad de los asientos.

Habría que ponerse al volante del mentado SUV y conducirlo por varios caminos –autopista, carretera con curvas o ruta con baches (nada difícil de encontrar)— para valorar su comportamiento dinámico y apreciar, digamos, el silencio de la cabina y la potencia del motor pero, a primera vista, estamos hablando de un coche muy atractivo que se vende, por si fuera poco, a precios que compiten ventajosamente.

Pues bien, en Canadá y en Estados Unidos no sólo no comercializan marcas chinas sino que a sus autos eléctricos les van a aplicar una tasa de 100 por cien. Pretextan, los autores de tan descomunal impuesto, que el supremo Gobierno de Pekín (así se dice, por cierto, en castellano, no Beijing) subsidia a las armadoras de vehículos. Y, como son nuestros socios comerciales, nos exigen proceder de parecida manera bajo amenaza de echarnos del club.

¿Los consumidores mexicanos vamos a pagar los platos rotos?


  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
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