Hay que seguirlo diciendo una y otra vez, repetirlo hasta el cansancio: el dinero que se reparte en ayudas sociales no crece en los árboles, no es ilimitado y, antes que nada, se trata de una mera transferencia de recursos generados en los sectores productivos hacia otros segmentos de la sociedad.
No estamos hablando de que no tengan lugar políticas públicas para apoyar a los grupos más desfavorecidos, ni mucho menos. El Estado social es una gran conquista y resulta de un proceso civilizatorio que ha llevado a que las personas merezcan reconocimiento, no indiferencia, explotación y crueldad.
El tema primordial, sin embargo, no es la posible buena voluntad o la disposición de los poderes gubernamentales a intervenir para mitigar las durezas de la pobreza y brindar asistencias sino algo mucho más pedestre y terrenal: la simple financiación de esas erogaciones.
Hemos visto, aquí, que el régimen de doña 4T ha usado ingentes recursos del erario en socorros a la población (30 millones de mexicanos), desde becas para los jóvenes hasta pensiones para la gente mayor. Esos dineros han salido de los ahorros que acumularon las pasadas administraciones neoliberales, de aumentar el déficit de la Hacienda pública y de reducir los fondos del gobierno en la atención de renglones como el mantenimiento de las carreteras, la investigación científica, la cultura, la educación de excelencia y la mismísima seguridad de los ciudadanos.
Justamente, la presidenta Sheinbaum no recibe la mejor de las herencias en tanto que el asunto de los presupuestos y el endeudamiento está muy complicado, hasta el punto de que nuestro país corre el riesgo de que las agencias calificadoras le hagan perder el llamado grado de inversión.
Estamos hablando, entonces, de la poca viabilidad de un modelo que se limita simplemente a repartir cierta riqueza existente pero que no tiene la capacidad de seguirla produciendo. Al final, en las arcas del Estado no habrá dinero suficiente para mantener el esquema.
Pero, hay otra cosa, no menos importante: la pobreza se acaba verdaderamente cuando una población instruida puede acceder a buenos empleos, cuando hay seguridad jurídica, cuando se fomenta la innovación tecnológica y cuando la modernidad es la gran apuesta de un régimen. Ustedes dirán si vamos por el buen camino...