El régimen de la 4T pareciera no tener esencia propia sino existir meramente como una antítesis a otra cosa. O sea, que sus postulados se edifican a partir de la permanente oposición al “conservadurismo” —rescatado el término del baúl de nuestra historia patria y debidamente actualizado para endosárselo a quienes no comulgan con la verdad oficial— y la machacona referencia a un “neoliberalismo” que sería el causante de todos los males habidos y por haber.
Los ciudadanos, mientras tanto, nos vemos envueltos en una suerte de guerra civil, una batalla librada sin armas de fuego pero alimentada de fieras retóricas, alarmantes denuncias y espeluznantes condenas. Los actuales encargados de la cosa pública en este país no gobiernan en santa paz, sino que cada acción suya, cada proyecto emprendido y cada medida que adoptan es una combativa respuesta a los ejecutores del orden antiguo.
Los satanizados neoliberales y los merecedores de la etiqueta de conservadores que tan sesgadamente han reciclado los nuevos intérpretes de las gestas históricas son, en estos momentos, los grandes culpables de lo que no pueda estar saliendo bien. En esta maligna condición de imputados perfectos —mandados a hacer, para efectos prácticos— los fiscales y los inquisidores al servicio del aparato judicial del Estado pueden proceder sin mayores problemas de conciencia y, encima, con el reconfortante sentimiento de estar cumpliendo con un deber patriótico.
Hasta hace un par de días, cualquier ciudadano acusado de ciertas infracciones podía ser merecedor de la mentada prisión preventiva oficiosa en espera de que se le comprobaran fehacientemente sus delitos o, por el contrario, de que no hubiera causa alguna que perseguir.
Doña Suprema Corte determinó que tan abusiva e intimidatoria disposición violaba principios consagrados en nuestra Constitución. El tema, justamente, es que no pagar impuestos o expedir facturas falsas se equiparaba, en lo que toca a las puniciones, a quebrantamientos que amenazan la seguridad nacional, ni más ni menos, de la misma manera como los presuntos malos manejos de una treintena de científicos los llevaban directito a una prisión de máxima seguridad, acusados de “delincuencia organizada”.
Así vivimos y así estamos. Como en una guerra.
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