La fiesta todavía no comienza. Es una manera de decirlo, desde luego, pero estamos hablando de las adversidades que se le dibujan en el horizonte a la actual jefa del Ejecutivo y que resultan, miren ustedes, de cómo manejó la cosa pública su antecesor.
No sólo eso: a las calamidades domésticas habría que añadirle otra hecatombe: el retorno del brujo Trump (Trump 2.0, o sea, para ponerlo en términos modernos), una versión, en los hechos, todavía mucho peor del personaje. Siempre ha sido zafio y ruin el tipopero, ahora sí, va a darle rienda suelta, todavía más, a sus bajos instintos.
No habrá ya, entre los colaboradores del futuro presidente de Estados Unidos, gente prudente, sensata y profesional para contener al hombre, sino que estará rodeado de una cuadrilla de incondicionales aduladores dispuestos, en todo momento, a complacer al señor.
En lo que toca a los contratiempos de fabricación local, el déficit de seis puntos porcentuales en las finanzas de papá Gobierno deberá ser reducido a la mitad pero, qué caray, los gastos tendrían también que ser recortados y resulta que el régimen de doña 4T es muy manirroto, es decir, que a sus administradores les complace mucho dilapidar dineros ajenos y, lo peor, tan alegre desprendimiento lo desperdician en ejecutar proyectos
improductivos.
El mentado Tren Maya (la cursilería de que “Todas y todos somos Tren Maya” nos la están asestando machaconamente los propagandistas del oficialismo, vaya fastidio) costó un dineral –los datos de cómo se ejercieron las partidas presupuestales y de quiénes fueron los constructores beneficiados son… ¡secreto de Estado! y el tema es que una inversión tan colosal es prácticamente irrecuperable. Lo mismo con la resucitada aerolínea Mexicana y lo muy dudosamente rentable que pueda ser el AIFA, por no hablar de los recursos que devoran Pemex y CFE.
Resolver el terrible problema de la inseguridad necesitará de ingentes recursos. ¿De dónde saldrán? La ruinosa infraestructura que tenemos en estos momentos debe ser intervenida urgentemente para que las empresas que buscan beneficiarse de la relocalización tomen finalmente la decisión de instalarse en el territorio nacional. Y, bueno, hay que brindar atención sanitaria a la población, mejorar las escuelas, pagar pensiones a un número creciente de personas, etcétera, etcétera.
Vayamos de vuelta con Trump, quien avisa, entre otras bondadosas acciones, que pondrá aranceles a todos los productos fabricados en México y que expulsará a millones de compatriotas nuestros afincados en el vecino país.
Parece, con perdón, una tormenta perfecta. Todavía no llega. Pero…