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Inteligencia artificial, con todo y para llevar

  • Terco Digital
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  • Salvador Peynado

Tamaulipas /

La semana pasada, un empresario con una receta secreta y un negocio de comida rápida saludable se acercó con un reto: integrar inteligencia artificial (IA) para optimizar su producción y anticiparse a la demanda.

Sin embargo, su visión estaba acompañada de una idea errónea o incompleta, una percepción que cada vez escuchamos con más frecuencia: creer que la IA es un oráculo infalible, capaz de hacer predicciones milagrosas.

El verdadero reto no era solo implementarla, sino hacerlo de manera efectiva para mejorar la rentabilidad, calidad y frescura del producto. Para ello, establecimos un plan en tres etapas esenciales, más un ingrediente secreto que lo cambia todo:

1. Generación de un sistema de almacenamiento de datos: Lo primero fue establecer un sistema robusto que registrara y almacenara la información de ventas. Sin datos confiables, no hay IA que funcione.

2. Extracción y análisis de la información: Una vez registrados los datos, era necesario organizarlos y explotarlos mediante bases de datos o formatos accesibles como Excel.

3. Integración de la inteligencia artificial: Aquí es donde la IA entra en juego, clasificando y analizando los datos para detectar patrones y ofrecer análisis estratégicos.

El ingrediente secreto: Ajuste y contextualización

Es fácil caer en la idea de que la IA puede predecir con exactitud cuánto venderemos la próxima semana o qué comprar con precisión matemática. Pero la realidad es que la IA no trabaja en el vacío.

Para que sus proyecciones sean realmente útiles, deben ajustarse continuamente con datos internos y factores externos. Aquí es donde entra el ingrediente secreto de la receta: el contexto. Cada negocio enfrenta retos particulares que la IA, por sí sola, no puede interpretar.

El verdadero valor de la IA no está en ofrecer respuestas absolutas, sino en ayudar a tomar decisiones más informadas y estratégicas. Para lograrlo, debe complementarse con variables como:

Abastecimiento de materias primas: Una proyección no sirve de nada si los insumos no están disponibles.

Guerra de precios: Lo que hoy es rentable, mañana podría no serlo debido a la competencia.

Hábitos de consumo: Tendencias como el home office, cambios en las horas pico o la entrada de nuevos competidores pueden alterar la demanda.

Factores externos: Clima, estacionalidad, días festivos, periodos vacacionales, fechas de pago y cierre de quincena.

Factor humano: Rotación de personal, ausencias inesperadas y capacidad operativa según el nivel de capacitación del equipo.

Promociones: Un aumento en la demanda derivado de publicidad o estrategias comerciales puede modificar el comportamiento de los clientes.

Además, está el factor empresarial: ¿cuál es la meta real de la empresa? Una cosa es lo que la IA sugiere y otra lo que el negocio necesita lograr en términos de ventas y presupuestos.

Más ventas también pueden significar mayores costos en materias primas y operación, por lo que el crecimiento debe administrarse estratégicamente.

El verdadero potencial de la IA no está en reemplazar la inteligencia empresarial, sino en potenciarla. Como cualquier buena receta, la clave está en saber combinar los ingredientes adecuados.


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