Huet, segundo mundial en la Olimpiada

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León /

Era el año de 1932 y las Olimpiadas tenían como sede la ciudad de Los Ángeles, Estados Unidos.

Ocurrió por primera vez, lo que cualquier mexicano ansía hasta el día de hoy: escuchar el Himno Nacional con un atleta triunfador en el podium.

Era el año de 1932 y las Olimpiadas tenían como sede la ciudad de Los Ángeles, Estados Unidos.

Ese logro lo obtuvo Gustavo Huet Bobadilla, de apenas 20 años, el único mexicano en obtener una medalla olímpica en la disciplina de tiro deportivo. Junto con el boxeador Francisco Cabañas, Gustavo regresó a México con la satisfacción de obtener una medalla de plata.

Gustavo Huet Bobadilla, de apenas 20 años, el único mexicano en obtener una medalla olímpica en la disciplina de tiro deportivo.

Con un rifle maltrecho, empató con 294 puntos al sueco Bertil Ronnmark en la competencia de rifle tendido 50 metros; debido a que no había reglas que contemplaran un empate y por tanto, dos medallas de oro, se fueron a una ronda extra de desempate.

Y Gustavo falló un tiro. Sin embargo, al ser empate técnico, recibió el mismo tratamiento durante la ceremonia de premiación que si hubiera sido medalla de oro.

En esa época, las competencias de tiro se consideraban una de las más elitistas en las competencias olímpicas. Los tiradores, especialmente europeos, pertenecían a ricas familias, al grado que algunos se presentaban a las competencias vestidos de frac, pipa, guante y un mozo de ayudantía.

El mexicano Gustavo parecía desentonar con una estatura promedio para el mexicano, atuendos prácticos para la competencia y una modesta carabina que poco desafiaba a las modernas armas de sus competidores, quienes sonreían compasivamente a su presencia.

Para sorpresa de la elite, Huet acertó tiro tras tiro con su vieja arma y notable juventud.

Una anécdota que regresó a territorio nacional junto con el medallista, es que al revisar el arma del mexicano, el tirador sueco Ronnmark exclamó “si yo hubiera tirado con ese rifle, no hubiera hecho nada”.

Gustavo era nieto de Eduardo Huet Merlo, ciudadano de origen francés traído a México por Benito Juárez para fundar la primera escuela de sordomudos. Sin embargo, practicar el tiro deportivo era una disciplina difícil para quien no formaba parte del Ejército, al grado que Gustavo elaboraba sus propias municiones, con las que practicaba, utilizando solo las de fábrica durante las competencias.

Llegó a considerarse como el mejor armero de México, pues compraba armas usadas en el mercado de La Lagunilla, para arreglarlas y después venderlas. Él mismo ganó varios torneos con armas hechas de pedazos de otras más.

En un testimonio recogido por la Comisión Nacional del Deporte, su esposa, doña Luz Núñez, contó que Gustavo era un apasionado del tiro, deporte que compartía con su hermano Guillermo y quien también fuera competidor olímpico.

Narra que un día vio en el periódico la convocatoria a un torneo selectivo para integrar el equipo de competencia para la Olimpiada de Los Ángeles, la tercera para México después de 20 años de ausencia como país competidor. Gustavo fue seleccionado nacional, aún y cuando tuvo que amarrar partes de su rifle para poder realizar la prueba.

El 14 de agosto los periódicos mexicanos publicaron que dos connacionales habían ganado medalla de plata: “Huet, segundo mundial en la Olimpiada”, decía uno de los encabezados.

Regresó a México ganador y con el deseo de formar una familia.

Tres años después regresó a Los Ángeles para participar en una competencia y los jefes de la Policía de Los Ángeles le ofrecieron trabajo, a fin de que los representara en torneos. Aunque la idea y el sueldo sonaban atractivos, Gustavo rechazó la oferta, pues tenía la convicción de que si ganaba otra medalla, sería a nombre de México.

A inicios de 1936, con 24 años de edad, ingresó a la Policía Federal de Caminos como cualquier otro aspirante. Cumplía sus funciones a bordo de una motocicleta en la carretera en operativos de vigilancia e inspección; ser policía lo hacía feliz, aunque no tuviera las mejores condiciones para entrenar.

Su esposa recuerda que quien fuera su Comandante le ponía turnos complicados para que no tuviera tiempo para entrenar, porque probablemente sentía celos de él. Incluso fue factor para que el competidor no acudiera a los Juegos Panamericanos. Y aun así Gustavo seguía ganando las competencias en las que participaba.

Los hermanos Gustavo y Guillermo Huet Bobadilla tenían que conquistar con talento y firmeza sus lugares en las selecciones nacionales e incluso, defenderlos. Al no pertenecer al Ejército, no solamente no tenían acceso a campos de tiro, armamento moderno y municiones, sino que además no eran bien vistos al ser civiles y en el caso de Gustavo, policía federal.

En 1936 se celebraron los Juegos Olímpicos en Berlín, Alemania. Gustavo se encontró frente a equipos europeos que habían avanzado mucho con sus armas, en desventaja para el equipo mexicano. El primer lugar en la competencia lo obtuvo un competidor noruego, mientras otros seis tiradores, incluyendo a Gustavo, se colocaron empatados con 296 puntos. Se esperaba que hubiera una ronda de desempate, como la Olimpiada de cuatro años antes.

Era la Alemania de Adolfo Hitler y el evento deportivo fue el escenario para mostrar la estética nazi y ser un mecanismo de propaganda.

En este contexto, los jueces se reunieron, discutieron y nombraron a los deportistas de Hungría y Polonia como ganadores de las medallas de plata y bronce. Sin una segunda ronda, Gustavo fue a dar a la séptima posición, lo que fue calificado por algunos como un acto de racismo. Por cierto, el sueco Bertil Ronnmark, quien había sido medalla de oro en 1932, ocupó la octava posición.

Gustavo, tirador de ambos ojos abiertos, era imbatible: ganaba todos los torneos tanto en territorio nacional como en América.

Durante la Segunda Guerra Mundial, a falta de competencias, se integró al equipo de acrobacia de la Policía Federal de Caminos. Su participación en exhibiciones se volvieron memorables, no solo por la presencia en alguna de ellas del entonces presidente Manuel Ávila Camacho, sino porque además combinaba la acrobacia en motocicleta con el tiro de exhibición. En dicha ocasión, colocó una naranja en la cabeza del cómico Palillo y realizó un tiro limpio; en otras más, ponía en la boca de los asistentes un puro, de los que cortaba el anillo con un disparo.

El 20 de noviembre de 1951, mientras en su hogar se preparaban su cumpleaños, al Capitán Gustavo Huet Bobadilla se le asignó un turno adicional ante la falta de personal y la celebración de la Carrera Panamericana. Su labor en la carretera México-Puebla, era revisar documentación de transporte de carga.

Esa misma noche, dos jóvenes aparentemente ebrios, conducían un vehículo Packard a 120 kilómetros por hora en una vialidad con obras, en donde la velocidad permitida era de 40 kilómetros.

A punto de chocar de frente con un camión, el conductor del Packard perdió el control del vehículo y se estrelló contra el camión que el Capitán Huet inspeccionaba.

El medallista olímpico, policía federal y padre de familia, murió al instante prensado. Le faltaban dos días para cumplir los 40 años de edad.

Homenaje merecido al Tío Abuelo, con el que comparto el origen familiar (con una “t” adicional en el apellido, cortesía de un registro civil) así como el amor por el uniforme policial y el enorme orgullo de formar parte de la Honorable Policía Federal de México.

Ojalá vengan muchos como tú para honrar a México a pesar de los obstáculos y retos.


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