Con el hampa en la nuca

Ciudad de México /

Flaco favor nos ha hecho la ficción al pintarnos a los facinerosos como auténticos genios del mal...

Sabemos ciertas cosas apenas “en el fondo” —ese oscuro cajón de la conciencia donde poco suele uno rebuscar— para no hacernos cargo de su peso. Puede que no sean ciertas, desde luego, y justo a eso apostamos al darles la espalda. O a lo mejor es sólo que no son tan graves como quizá en el fondo nos tememos. Hasta que un día vemos las evidencias de tal o cual suceso espeluznante y ya a toro pasado aseguramos —no sin cierta jactancia fatalista— que siempre lo supimos.

Llevamos varios años de saber que el crimen organizado es ya parte de nuestro tejido social, pero nos sorprendemos al enterarnos de que cierto pez gordo fue aprehendido muy cerca de nosotros, en una de esas anchas residencias que creíamos privilegio exclusivo de la gente bien. Whatever that means, ¿verdad?, porque al fin la noticia nos recuerda aquello que en el fondo ya sabíamos: cada día que pasa, las fronteras entre ellos y nosotros lucen un poco más desdibujadas, tanto así que es probable que a estas alturas ya no existan más.

No sé si debería sorprenderme saber que en numerosas zonas de mi país —a buen seguro muy cerca de mí— el vínculo entre hampones y supuestas personas de bien es no sólo posible sino usual. Sabemos de políticos, gobernadores y jefes policiacos cuyo contacto con los grandes capos del narco es regular, fluido y provechoso para unos y otros, y que a menudo son los asesinos quienes cuidan de la seguridad de los ciudadanos. ¿Pecaré de anticuado si me asusto? ¿Tendría que ir haciéndome a la idea de que este es sólo un signo de los tiempos y los matones de hoy son ya la “gente buena” del mañana? ¿O es que pienso enfrentarlos para desmentirlos?

Lugar donde fue capturado Ovidio Guzmán en enero de 2023. Jorge Carballo

Hay quien piensa que es cosa de entenderlos. Para lo cual, sin duda, sería necesario entenderse con ellos. A la vista de su superioridad —numérica, logística, armamentística— esto sería igual a hacernos a su ley, o a la falta de ella en absoluto. Es decir, a su antojo, y esperar que este sea lo bastante magnánimo para dejar que vivamos al nuestro. Una ilusión totalmente improbable, y en realidad flagrantemente estúpida. El poder y el dinero, más aún obtenidos por medios ilegítimos, no hacen mejor a nadie, y de hecho terminan de envilecer a quienes una vez engatusaron.

Sobran quienes los piensan eficientes, sólo porque en sus códigos abyectos los castigos resultan puntuales y ejemplares. Más allá, sin embargo, de su experiencia con la atrocidad, los maleantes feroces acostumbran ser torpes, ignorantes, obtusos, perezosos, acomplejados, primitivos y cretinos, por más que en su sistema de valores “listo” e “inteligente” sean la misma cosa. Flaco favor nos ha hecho la ficción al pintarnos a los facinerosos como auténticos genios del mal.

No es el suyo un poder que se pueda acotar, ni siquiera poner en tela de juicio porque los capos son, del más chico al más grande, personas muy sensibles. Fácilmente se dan por aludidos y les ofende mucho ser objeto de cualquier gesto presuntamente afín al menosprecio. El respeto, para ellos, es producto del miedo, y nada en este mundo les complace tanto como sentirse objeto del pavor general. Ahora imaginemos la clase de gobierno que tendríamos en manos de esta clase de sujetos.

Muchos apenas tienen que imaginarlo, si en sus comunidades no se mueven las hojas de los árboles sin la autorización de los mafiosos, allí donde no existe ya la ciudadanía porque a los ojos de los criminales “habitante” es igual a “semoviente”. Existimos, valemos, merecemos el aire que respiramos según les seamos útiles, además de discretos y obedientes. Y a lo mejor por eso decimos que “en el fondo” sabemos que se nos han metido hasta la cocina, puesto que en el imperio de los asesinos casi todo se sabe nada más en el fondo: esa cloaca recóndita donde nadie se mete, por su bien.

  • Xavier Velasco
  • Narrador, cronista, ensayista y guionista. Realizó estudios de Literatura y de Ciencias Políticas, en la Universidad Iberoamericana. Premio Alfaguara de Novela 2003 por Diablo guardián. / Escribe todos los sábados su columna Pronóstico del Clímax.
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