• Monsiváis, el rojo. El gobierno lo espió por sus ideas incómodas

Los expedientes desclasificados por el Archivo General de la Nación dan cuenta del espionaje que vivió Monsiváis. Un “marxista lírico, crítico intransigente”, apuntó el gobierno.

Ciudad de México /

A mediados de los setenta el clóset era una cota de malla y la fama, la espada de Damocles. Eran inevitables las persecuciones, el espionaje, las desapariciones y la tortura a todo el que pensara distinto. Y eso no fue diferente para Carlos Monsiváis Aceves, periodista, intelectual e icono cultural del México del siglo XX, a quien aún se recuerda de manera un tanto canónica. Ya sea por su activismo a favor de la diversidad sexual o por una militancia marxista, Carlos Monsiváis tenía pleno conocimiento de que era víctima de espionaje.

Esta es una historia repleta de otras historias. Comienza a un costado de San Lázaro, en el Palacio de Lecumberri, el temido Palacio Negro, el edificio donde las autoridades recluían a sus opositores; paradójicamente, el lugar donde ahora se encuentran los rastros documentales del periodo de la represión ocurrido entre 1964 y 1982, por una policía especializada en la aplicación de protocolos contrainsurgentes.

Ahí, en ese edificio, los documentos (identificados bajo los expedientes: Caja 32/31-21-1975 5 legajos; Caja 3 y 4/15-10-1979 12 legajos; y el contenido en la caja 1 y 160/30-09-1977 6 legajo) resguardan información sobre cómo la extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS) operó, bajo las sombras, un sistema de espionaje a los opositores del Estado denominado Investigaciones Políticas y Sociales (IPS). Estos documentos también revelan una de las mejores facetas de Monsiváis, la de un opositor.

Al revisitar los archivos, en la carátula de un expediente, se lee: “Espécimen indescifrable, estudios inacabados en la UNAM de Derecho, Economía y Filosofía y Letras. Autodidacta, marxista lírico, crítico intransigente de cualquier actitud del gobierno. Resentido personal y profesional de la ironía doméstica. Fomentador de los mitos de la cultura. Ha expropiado para uso propio los hechos de Tlatelolco y 10 de junio [1971]”.

Monsiváis se consagró como uno de los escritores mexicanos más importantes del siglo XX. | Efraín Fonseca

En la Dirección todo era tan arbitrario como la propia policía. Lo explica un exagente Olimpia –el escuadrón que participó en la masacre del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco– y expolicía de la DFS, a quien llamaremos José 1 para resguardar su identidad. Algunos de los casos de espionaje correspondían a solicitudes o mandatos de políticos que se sentían incómodos con las declaraciones de algún líder de opinión. “Ese debía de ser el caso de Carlos, porque al resto simplemente los arrestábamos”, dice.

José 1 explica que el IPS estaba conformado por dos fragmentos del mismo pelotón –elementos tácticos y operativos– y tenía como objetivo inhibir movimientos clandestinos en el país. Es decir, una parte se dividía en personal de inteligencia (recopilación de datos) y otra hacia labor en campo (detención o aniquilación de grupos disidentes). Las investigaciones tenían como objetivo identificar movimientos fuera de la ley o blancos para el Estado y, en sus últimos años, también realizaban operativos de combate al narcotráfico. Para seguir a intelectuales, “era por dedazo”, dice el exgendarme a DOMINGA, la revista digital de MILENIO.

Explica que había particularmente descontento con los grupos comunistas. “No [había orden directa de atacarlos] aunque, por ejemplo, al periodista Manuel Buendia, que desde 1983 hacía mención del comunismo en México, fue asesinado un año después de que comenzó todo, en mayo de 1984 y los implicados fueron agentes de la DFS”, dice.

Así, el 19 de noviembre de 1976, la DFS decidió seguir los pasos del intelectual, espiarlo y archivar su expediente en caso de que la nación lo solicitara. Esta es parte de la historia del hombre que, junto a su amiga la actriz y activista Nancy Cárdenas, fundó el Frente de Liberación Homosexual en 1979. El que heredó un gato de Octavio Paz como regalo de amistad y lo nombró Mari Paz. Y quizás, sólo quizás, el único homosexual en el país que recibió ayuda del entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard, y un prodigioso flautista, para salir del clóset luego de su muerte.

Monsiváis nació en 1938 en la Ciudad de México. | Cuartoscuro

Supo que lo espiaban por un ruido en el teléfono

Carlos Monsiváis nació el 4 de mayo de 1938, en un hospital de la colonia Guerrero pero su hogar se ubicó en La Merced, una barrio popular en el corazón de la Ciudad de México. Una de sus pasiones era cantar, motivo que le llevó a comprar un piano. Pertenecía a la iglesia pentecostés. Su último domicilio fue el de una vieja casona en la calle San Simón de la colonia Portales, ahí fue donde pasó sus últimos días hasta que tuvo que ser trasladado a un hospital y murió el 19 de junio de 2010 debido a una enfermedad en los pulmones.

Como periodista su cobertura más sobresaliente trató temas relacionados con movimientos sociales, artes y cultura popular. De tal modo que podía escribir ensayos sobre la burguesía o sobre el movimiento homosexual y su fundación.

Mientras narra la historia familiar, Beatriz Sánchez Monsiváis, en sus sesenta y pocos años, prima hermana de Carlos, escribana por herencia –porque Carlos así se lo exigió– y autoproclamada prima predilecta” con el apoyo de los familiares que pululan por los pasillos de esta casa de color amarillo, que te recibe con un estudio que alguna vez fue recibidor, una sala perfectamente limpia y aún atiborrada de libros.

Una tarde de febrero, Beatriz toma asiento y explica el motivo por el que la familia entera tuvo que mudarse de la Guerrero. El de los Monsiváis era un hogar profundamente religioso y practicantes de la fe pentecostés y, tras ser agredidos por algunos vecinos, en algunos casos con golpes y otros con gritos de “borregos” o “aleluyas” por la calle, tuvieron que mudarse a la Álamos; Carlos tenía, según la memoria de Beatriz, al menos 6 años. Ahí pasaron otro tiempo, en tanto la familia logró adquirir un inmueble en la colonia Portales.

En los recuerdos de Beatriz resalta sin recordar la fecha el momento en que Monsiváis tuvo que dejar la Ciudad de México para refugiarse en Acapulco por ser víctima de hostigamiento por parte del Estado. La primera pista que le permitió percatarse del espionaje del que era objeto fue el teléfono de su casa. El recuerdo de Beatriz es claro, el teléfono estaba intervenido y arrojaba sonidos extraños.

Monsiváis falleció en la Ciudad de México el 19 de junio de 2010. | Cuartoscuro

–Ese año Carlos se había ido para Acapulco. Viajó acompañado de una amiga, que no recuerdo el nombre. Los medios decían que estaba escondido, dando a entender que había huido o que era culpable de algo. El teléfono sonaba mientras hablábamos. Él se reía y hacía bromas sobre eso. Siempre supo que lo espiaban pero no le importaba.

Monsiváis era totalmente anárquico. Su visión de las cosas tenía siempre que ver con su postura marxista, su homosexualidad y su religión le permitieron tener una visión distinta, él era un hombre libre, dice la prima. Los Monsiváis son una familia pequeña compuesta por cinco hijos, cuatro mujeres y un varón.

El último recuerdo que Beatriz me regala, versa sobre las visitas más frecuentes a esta casa. Desde las llamadas a deshoras de la madrugada que realizó Jenaro Villamil Rodríguez –actual titular del Sistema Público de Radiodifusión–; o los acompañamientos de Jesús Ramírez Cuevas, actual vocero de la Presidencia de la República, o bien, las visitas del periodista de La Jornada, Alejandro Brito. También recuerda las llamadas frecuentes de la diva del cine mexicano, María Félix, buscando al intelectual.

–Sí la admiraba [a la Doña]. Aunque su gran cariño era para Dolores del Río. Pero a él le gustaba la belleza de las mujeres, en el caso de María Félix, por su personalidad. Tenía una imagen cinematográfica que era impresionante, aunque buena actriz no era. Já.

La DFS siguió a Carlos Monsiváis hasta Sinaloa

Aquel piano con el que creció no se toca más. Ninguno de sus gatos sobrevive. Y su último Premio Nacional de Periodismo, de 2009, se encuentra perfectamente acomodado en una repisa del recibidor. Parece que todos esperan que un día regrese. Incluso, la colección de perfumes que Carlos le regaló a Beatriz producto de sus viajes de trabajo se encuentran acomodados por tamaño en el recibidor de la sala.

La orientación sexual de Monsiváis no era ningún secreto. | Cuartoscuro

–Yo si pudiera hablar con él, le diría que lo extraño muchísimo –asegura la escritora Elena Poniatowska, escritora y amiga de Monsiváis, quien además agrega que ella también fue víctima de espionaje por el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Los recuerdos más antiguos que conserva de Monsiváis datan de sus encuentros con el también escritor José Emilio Pacheco. Los tres, dice, eran inseparables. Aquella relación entre Elena y Carlos se vio fortalecida con sus encuentros en las manifestaciones por la matanza de Tlatelolco.

–Lo conocí durante mi primer año en el periódico Excélsior. Ahí conocí casi al mismo tiempo a José Emilio Pacheco y a Carlos Monsiváis. Caminaban siempre juntos por las calles de Bucareli y Balderas. Viajamos mucho al extranjero a raíz del 68. Supongo que buscaban alguien en quién identificarse.

Ninguno –Monsiváis, Poniatowska o Pacheco– cultivó el miedo a pesar de las represalias que esto implicaba, no por heroísmo, sino porque Monsiváis tenía la facultad de reírse de todo el mundo y de todas las cosas. “Él era un hombre valiente”, dice Poniatowska.

En 1979, nueve años después de lo ocurrido en Tlatelolco, la DFS ya tenía conocimiento de la relación cercana entre Pacheco, Poniatowska y Monsiváis. Incluso, se dieron a la tarea de consignar una visita que ellos realizaron a las instalaciones de la Universidad Autónoma de Sinaloa de Culiacán, donde recibirían un Honoris Causa. “Este festival artístico se llevó a cabo en la plaza Álvaro Obregón. Después de la exhibición de la película La nueva escuela. Donde intervinieron diversos grupos musicales sin incidentes”, cita el documento. La cinta en cuestión es un documental de 1974 donde se relata el proyecto de educación comunista de Fidel Castro en Cuba.

Más de una docena de gatos se quedaron huérfanos tras la muerte del escritor. | Cuartoscuro

Ahora, por los documentos resguardados en el Archivo General de la Nación, desclasificados en 2019, sabemos que su simpatía con el 68 le costó a Monsiváis la categoría de “expropiador de causas”, como se lee en el legajo del expediente que lleva su nombre en la portada.

–Frente a mí jamás se asumió como homosexual porque no se acostumbraba, era un sobreentendido pero no se hablaba de ese tema. Respecto a su postura de izquierda, sí. Él sabía que los mismos periódicos decían que era de izquierda y no le preocupaba. Él fue a Inglaterra, a Europa y yo sentía que él estaba políticamente muy comprometido. Sobre todo a raíz de lo ocurrido en el 68 –dice Poniatowska.

Los estudiantes detenidos eran llevados al Teatro Blanquita

A simple vista parecen elementos inconexos. Pero no lo son. Carlos fue un gran amigo de la dueña del Teatro Blanquita, Margo Su, ella logró acercar al escritor con gran parte de la comunidad del espectáculo en México. Y cercana también a Poniatowska; según publicó la escritora en La Jornada en julio de 2024, Margo Su fue la persona que cuidó más de Monsiváis el día que enfermó al grado de hospitalizarse.

La historia del teatro da cuenta de las carteleras más importantes y durante los primeros días de octubre de 1968 ese teatro funcionó, según lo narra José 1, como prisión para los estudiantes detenidos en Tlatelolco. Todo en contra de la voluntad de Margo Su.

–Era un asunto federal. Ahí juntaron a unas 10 mil personas [sic]. Del Teatro Blanquita enfrente, había un hotel y necesitábamos un lugar por dónde meterlos. Ahí adentro del Teatro Blanquita teníamos el Servicio de Seguridad de gente civil del Escuadrón Olimpia.

En total, los documentos con información sobre los pasos de Monsiváis suman un total de tres expedientes con menos de 20 hojas cada uno, así como las 34 fichas técnicas con información de eventos donde el escritor era parte del elenco. De tal modo que existen pruebas documentales de al menos cinco años de espionaje en contra de Monsiváis.

El día que Monsiváis murió

De ese mundo del arte y la cultura aparece el flautista Horacio Franco, la persona que decidió por voluntad propia –o por justicia histórica– sacar a Carlos Monsiváis del clóset el día de su funeral. Franco, sobra decirlo, fue uno de sus amigos más cercanos.

Las consecuencias fueron pocas y lentas. Pasaron seis años para que el escritor Braulio Peralta redactara aquella revelación post mortem en las páginas de su libro, El clóset de cristal. A esa misma anécdota podemos agregar, gracias a Franco, que se trató de un acto consensuado. A las páginas de Peralta se escapa, casi imperceptible, un dato que arroja el flautista: “Pedí ayuda del entonces jefe de Gobierno para interceder con la familia para poner la bandera que era de un joven asistente, sentado en un rincón abrazándola. Afortunadamente accedieron y lo logré”.

Dice que su temor más profundo, el de Monsiváis, era mirarse al espejo y verse reflejado sin el disfraz. Recuerda las veces que le pidió salir del clóset mencionando la cantidad de personas que ayudaría con tal acto “pero su homosexualidad le pesaba como una lápida”.

–Le dije a Alejandro Brito, acompáñame a poner la bandera y corrieron los rumores en el lugar. La muerte de Carlos era algo que no tenía que ocurrir, era un humanista, un periscopio. Hubiera sido muy oportuno que lo hiciera en vida, sobre todo cuando estaba pegado al actual presidente, Andrés Manuel, a quien le costó mucho trabajo aceptar lo nuestro [la homosexualidad] –dice el flautista en entrevista.

Así murió Monsiváis, sin relevos y de una enfermedad fulminante, según su prima, por la caspa de sus 12 gatos. ¿Cómo le puedes gritar por enojo a un gato de nombre Mari Paz de las Barbas o Kat Zinguer? La fibrosis pulmonar idiopática nos arrebató a uno de los intelectuales más reconocidos de su generación. Pero a Carlos no le gustaría el final tanático, a lo único que temía era a él mismo. Un personaje que entregó la vida sin expresión de martirio alguno.

GSC/AMP

  • Ricardo Balderas
  • Periodista. Se ha enfocado en la investigación corporativa y el análisis de datos. Es coautor de Impunemex y Los hijxs del derrame. Coordina proyectos periodísticos en Poder.

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