La agroecología es el medio para construir la verdadera sustentabilidad, la respuesta a la agricultura industrial, que es el principal agente de deterioro del medio ambiente, afirmó la doctora Coral Rojas al caminar entre los cultivos del huerto urbano agroecológico en el Parque Nacional Viveros de Coyoacán.
“La gente que participa en un huerto, entiende lo que es la tierra, las necesidades de la tierra, las necesidades de cuidar el agua”, indicó Rojas Serrano, coordinadora de Agroecología de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
“Te sitúa en lo que somos los seres humanos, parte de este frágil tejido de la vida, entonces te consideras un eslabón más, pero que eres capaz de establecer una forma de vida, un sistema productivo que conserva, restaura y mejora el ambiente eso es algo importante en las ciudades, que tan ajena es la gente al medio ambiente”, destacó.
Foto: Juan Carlos Bautista
En agosto pasado, junto con la maestra Marisela Aparicio y 25 personas en capacitación procedentes de la Secretaría del Trabajo local, emprendieron la instalación del huerto urbano agroecológico en los Viveros de Coyoacán, como un proyecto piloto que debido a su éxito, será replicado en ocho ciudades del país, a partir de julio próximo.
“Antes este espacio era un lugar donde se ponían los arbolitos para su crecimiento, pero nunca había sido trabajado, estaba apisonado, duro, lo logramos trabajar, son 26 camellones, 16 camas biointensivas (…) Este proyecto es el piloto, aquí hemos generado una experiencia muy buena, en el que a la par que la ciudadanía aprende a cultivar, aprende los procesos de la tierra, los proceso biológicos, también se crean espacios de biodiversidad”.
Tras el éxito de la primera capacitación en plena pandemia, en marzo pasado, la Semarnat abrió al público en general el segundo curso de capacitación para la producción de alimentos por medio de la agroecología, una disciplina científica adherida a la corriente de la complejidad, que retoma la experiencia de nuestros campesinos y lo interrelaciona con el conocimiento científico para producir más en menor tiempo, y sin insumos tóxicos, explicó la doctora en estrategias para el desarrollo agrícola regional.
“La agroecología señala que sí es posible producir, establecer agroecosistemas, sistemas artificiales que se generan con un fin productivo pero que emula como los ecosistemas funcionan: tienen una estructura, árboles, arbustos, plantas perennes, plantas anuales, y trabajamos con los servicios del propio ecosistema, con los microorganismos, con el reciclaje de la materia”, explicó.
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Foto: Juan Carlos Bautista
Añadió que la agroecología tiene un enfoque sistémico, ya que no sólo se trata de prácticas técnicas, sino que también impulsa el trabajo colectivo, así que forma parte de una cultura y al mismo tiempo es un movimiento por la tierra, destacó.
“Esto es cultura, va más allá, es parte de una reconexión, de espiritualidad, moda, fomenta un modo de vida distinto. Es también política, porque nosotros promulgamos que la agricultura tiene que ser apropiada por los pueblos y no solamente por unas cuantas corporaciones que ven en la producción un negocio, sino tiene que ser establecido, de generar una relación con el ambiente y de vivir de manera colectiva”, destacó.
En el curso, que concluye la próxima semana, participaron 50 personas, de las más de 400 que solicitaron un lugar; actualmente la lista de espera es de 380.
“Uno deja el sudor en la tierra y creo que esa es la satisfacción que uno ve cuando crece lo que plantas, yo creo que esa es la satisfacción que uno adquiere y ya no se te hace difícil, al contrario es gratificante”, dijo Lissette Jassan, productora audiovisual y participante del curso.
Mientras que su compañera, Vianey Rodríguez, estudiante de biología coincidió en que “es un trabajo difícil, complicado”, ya que “no había tenido el acercamiento a trabajar la tierra, pues sí fue algo pesado, pero nos pudimos acoplar.
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Otro de los participantes, el biólogo Francisco Mendoza, destacó que su interés por inscribirse en el curso se debe a que “estas técnicas son muy impresionantes hoy en día, porque nos permiten una producción intensiva, sin degradar tanto el suelo, sin estar agregando agroquímicos sintéticos, los cuales a corto, mediano y largo plazo tienen efectos nocivos”.
Foto: Juan Carlos Bautista
La mayoría de los habitantes son habitantes del Valle de México, pero también hay interesados de fuera de la ciudad, como Iván Navarro, originario de Santa Catarina Tlaltempan, Puebla y estudiante de la Universidad Intercultural de esa entidad.
“Ver a compañeras trabajando es algo muy bonito, es algo que muchas veces en las comunidades no se da, porque las mujeres viven muy reprimidas, entonces ver esa fuerza de mis hermanas aquí en la ciudad que traen sus ideologías, su lucha feminista, su relación con el medio ambiente es algo muy bonito y que yo me llevo para seguir transmitiendo a otras generaciones o gente de mi comunidad”, expresó.
En este huerto se aprende a valorar la tierra, que para sembrar se requiere de un esfuerzo colectivo, pues hay que empezar restaurando el suelo, generar composta, hacer biofertilizantes, bocashi, bioles y biopesticidas, así como resguardar las semillas nativas.
DMZ