Artesano de Acatlán viste a tecuanes que danzan en EU

Los migrantes, originarios de la Mixteca poblana, rendirán homenaje a la Virgen de Guadalupe en Nueva York, con un baile que fusiona la cultura nativa y católica.

Danza de los Tecuanes o del Gran Tecuan. (Andrés Lobato)
Rafael González
Puebla /

En una acera de la Quinta Avenida, frente a la Catedral de Nueva York o de San Patricio y el Centro Rockefeller, este 12 de diciembre un grupo de danzantes, migrantes de la Mixteca poblana se reunirán para ataviarse una máscara gigante tallada en madera, completando su disfraz de anciano con una nariz bulbosa y una larga barba blanca.

Portarán además un traje negro conformado por saco y pantalón de vestir decorado con chaquira y canutillo para interpretar la Danza de los Tecuanes o del Gran Tecuan, una danza mexicana que mezcla tradiciones nativas y católicas, ya que le rendirán homenaje a la Virgen de Guadalupe.

Ellos forman el grupo Tecuanes San Juan Bautista, integrado en su mayoría por gente originaria del municipio de Acatlán de Osorio. Desde hace décadas, cuando los primeros inmigrantes mexicanos llegaron a la llamada Gran Manzana desde el estado central mexicano de Puebla, trajeron con ellos el baile, que tiene raíces indígenas.

Sin embargo, para continuar con esta legendaria tradición, que recrea una cacería de jaguar o tecuani, en la que bailan mientras otro grupo toca la música en una flauta de caña y un tambor, es necesaria la colaboración a la distancia de los maestros artesanos que le dan vida a su atuendo y a sus instrumentos musicales.

Es el caso del maestro Abel Martínez Torres, el cual reside en el citado municipio “cuyo nombre en lengua náhuatl significa ‘Lugar de cañas o carrizos’”, localizado a 157 kilómetros de la capital del estado, y quien les fabricó a varios de ellos su atuendo para presentarse ante la llamada Reyna del Tepeyac.

“Este gusto nace (desde la infancia) porque bailaba tecuanes en aquel entonces y la persona con la que danzaba nos prestaba los trajes. Entonces, era de cuidar el traje porque no era tuyo. De ahí nació el hacerme mi propio traje para bailar. El primero lo llevé a estrenar a Juquila, Oaxaca”.

Evoca que cuando hizo su atuendo inició su contacto con la chaquira y lentejuela, hace 14 años. “(Anteriormente) Me veían (trabajar) y me pedían algo, pero no me había enfocado, de eso tendrá unos ocho años ya de lleno en esto”.

Explica que su gusto por esta tradición nació porque su mamá y una hermana de ésta llegaron a bailar tecuanes.

“Empecé a bailar a los 8 o 9 años con una danza de San Gabriel, que tenía el señor Joaquín Magdaleno, en paz descanse”.
Tallado de máscaras de tecuanes. (Andrés Lobato)

Recuerda que entonces los trajes eran más sencillos, “con espiguilla, unos moñitos y sus cascabeles. Eran aplicaciones de lentejuela”. Presume que así como evolucionó el atuendo también la residencia de sus clientes: 

“Ahora exportamos. Tenemos la fortuna de trabajar para Tecuanes Quetzalcóatl, Tecuanes San Gabriel, Tecuanes Acatlán, Tecuanes San Juan Bautista, que están en la ciudad de Nueva York”. 

Destaca que al grupo de Tecuanes Quetzalcóatl envió unas banderas, mismas que utilizarán para el recibimiento de la virgen peregrina en la Catedral de San Patricio:

“Eso será el 12 de diciembre”. Da a conocer que en la actualidad también produce las máscaras, “de todas las tallas y tamaños. Desde miniaturas, que se ocupan para aretes, hasta para las pulseras, llaveros, así sucesivamente. Van por números, pero no me baso en un número, manejo por tamaños de acuerdo a las necesidades del cliente”.

Confiesa que por inquietud empezó a tallarlas, “la verdad como Dios me dio a entender porque no las sabía hacer”. Con picardía, narra que las llevó con un amigo a su puesto y para su sorpresa se vendieron todas. 

“Eran unas máscaras de aproximadamente unos 12 centímetros y entonces las di a 50 pesos. Nunca me imaginé que me iba a dedicar a esto”.

Martínez Torres reconoce que emuló en su producción los detalles, colores y añadidos que observó en otras creaciones, hasta que halló su estilo propio, el cual expresa que es darles una expresión jocosa y alegre. Sin embargo, con gratitud señala que eso lo logró después de que tomó un curso con el profesor Paulino Nangullasmú Alegría.

“Él vino a implementarnos un taller de técnicas de tallado y acabado. Él se dedica a hacer las máscaras de Los Parachicos en Chiapa de Corzo”. 

Asevera que mientras en el tallado de las máscaras puede darle salida a su creatividad, en los trajes debe ajustarse a las indicaciones de sus clientes.

“La figura que el cliente me pide se la realizó. Por ejemplo, estos tienen un San Rafael y el otro un logotipo de un grupo de danza de aquí, Yucuyuxi. Este traje lo hice hace un año cuando celebraron sus diez años de existencia”.

Abel aclara que ningún parámetro o lineamiento existe para diseñar los bordados o decorados de los trajes, aunque sí siguen el que deben de ser en color negro.

“Algunos manejan que tienen sus decorados casi todos o todos iguales. Me acuerdo que de niño cada quien se hacía su traje a su gusto”.

Agrega que lo mismo ocurría con las máscaras, que también eran muy sencillas. “No tenían tanta característica o rostro grotesco como ahora las hacemos”. Se sincera y dice que en su caso, evade hacerlas grotescas sino más bien trata de plasmarles el rostro de una persona.

En cuanto a la madera en que se producen, revela que son del árbol de “pipi (...) en otras partes las conocen como colorín y en otras como tzompantle. Es una madera muy ligera”.

El proceso inicia con el tallado, continúa con el pintado y concluye con la colocación de la barba, “para lo que se usa cola de res o de caballo, dependiendo del gusto del cliente”. Su proceso puede demorar hasta dos días y hasta una semana las de jaguar, que son más pesadas. Por lo que respecta a los trajes, si es muy elaborado, puede demorar hasta un mes.

En ambos casos, remarca que siempre aplica colores vivos, “porque es lo que le da el lujo al traje, el colorido. Para que un traje luzca debe tener colores vivos y que llamen la atención”.

El 24 de octubre es la fecha más importante en la que se presenta la danza de los tecuanes. (Andrés Lobato)

Fiesta grande se concentra en octubre

Aunque hay varias fechas para sus presentaciones, entre ellas marzo y agosto “cuando se celebra el día del Tecuan”, el 24 de octubre es la más importante.

“Cuando se celebra San Rafael, que vienen danzas del extranjero, no completas, pero ciertos integrantes; y de la Ciudad de México, para rendirle tributo al arcángel”, anuncia Abel Martínez.

Para quien desconoce esta danza, detalla que se interpreta a partir de canciones que se ejecutan con el apoyo de un tambor y una flauta de tres orificios. 

“Lo que se bailan son diferentes sones. Está el son de marcha, el son de bandera, de la liebre, de capotín, de corte de caña. Hasta donde tengo entendido eran aproximadamente 32 sones que estaban reconocidos y rescatados, la verdad no tengo noción exacta”.

Vestimenta tradicional de la danza de los tecuanes. (Andrés Lobato)

El baile presenta a dos viejos hombres, caminando rítmicamente en líneas junto con otros bailarines (brujas, diablos, perro, toro, cabra y burro), personajes que luchan contra el jaguar, quien es derrotado en el choque final.

“Siempre ha sido un movimiento libre, aunque hay quienes ya han implementado coreografías. De pequeño era así, que sintieras la música. El señor que nos llevaba nos decía, ‘baila como sientas la música, no te voy a decir cómo hacerlo, sino cómo lo sientas’”.

De la representación de la danza explica que se maneja que son dos tribus: chichimeca y zapoteca a las que el jaguar les destruía sus cosechas y se comía su ganado. “Por eso se unió el viejo Lucas con el viejo Moranchi para darle muerte al jaguar”.

La leyenda cuenta que entre ellos no había buena amistad. El viejo Moranchi era egoísta y poco amigable, Lucas era más afectuoso. Los dos tenían muchos animales, sobre todo vacas y bueyes. En una temporada los dos caciques se dieron cuenta que su ganado desaparecía. Pasado del tiempo encontraron rastros de los animales perdidos, pero también encontraron huellas de un jaguar o tecuán. Pronto comprobaron que este se los comía.

Lucas invitó a Moranchi a cazar juntos al tigre. En respuesta Moranchi visitó al viejo Lucas danzando con su tribu el son “saludo”. Para festejar la primera visita los dos viejos bailaron el son “bandera” y en el corral del ganado del viejo Lucas todos bailaron el son “corral”.

Cuentan que algunos sones se fueron creando por algunos motivos o acciones de la búsqueda del tecuán como “La sarna”, “El capotín”, “El corte de caña”, hasta “La muerte del tigre” con el que festejaron la muerte de este feroz animal.

mpl

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