Sin conectarse al drenaje ni a ninguna red de desechos, jóvenes permacultores llevan a cabo la vida sostenible en un terreno de hectárea y media, donde han desarrollado un sistema de agua que les permite, además de cultivar parte de sus alimentos, devolver al manto freático casi el 100 por ciento del líquido que utilizan.
Con la instalación de biofiltros, a base de plantas fito saneadoras, evitan que las aguas grises de la regadera, la cocina y la lavadora se incorporen a aguas negras y se vuelvan “el problema de alguien más”; mientras que en la implementación de baños secos ahorran de cuatro a seis litros por descarga, que son los que se utilizan en un sanitario común.
“¿Cuándo pasó eso y por qué seguimos pensando que ensuciar el agua está bien y es la manera más factible para eliminar nuestros desechos?”, cuestiona Héctor Ortiz, voluntario en el centro demostrativo de permacultura Johñe, a donde cada vez llegan más jóvenes preocupados por el problema ecosistémico que tiene esta generación en las manos.
“Esto no es un sentido muy inteligente del uso del agua, nosotros podríamos tener tecnologías de baños secos composteros, convertir ese recurso, llevarlo a un parque y sembrar una rosa, una flor o un árbol y aprovecharlo, en lugar de contaminar el agua”, refirió Acmed de los Santos, ingeniero en diseño integrativo ecosocial.
El también permacultor y coordinador de la organización Omni Unity A.C. detalló que el problema de la sequía, que ya afecta a por lo menos nueve estados de manera severa, se deriva de la interrupción del ciclo del agua por la forma en que se construyen los sistemas hídricos de las ciudades, ya que todas las tuberías del hogar conducen a aguas negras, impidiendo su incorporación al manto freático y en consecuencia dificultando su saneamiento.
“Lo que ha pasado es que hemos deforestado, hay menor cantidad de agua que se infiltra en nuestro manto freático, por ende hay menor cantidad de pozos y menor cantidad de accesibilidad al agua”, abundó.
De los Santos advierte que las campañas de reducción de consumo difícilmente resolverán un problema en el que no se toma responsabilidad desde la ingeniería civil.
“Cosas tan simples como tener desviaciones en los camellones para que el agua se infiltre a donde hay plantas, donde hay jardín… no se trata de negarnos porque ya está construida la ciudad o porque ya está el cemento, sí podemos hacernos responsables pero también tenemos una posibilidad de demandar estos cambios”, remarcó.
Gracias a su sistema hídrico, el centro Johñe, ubicado en el municipio Santiago de Anaya, en Hidalgo, tiene accesibilidad al agua los 365 días del año, a pesar de ser una zona donde llueve poco. Las precipitaciones en este lugar alcanzan apenas los 500 milímetros anuales, mientras que en la Ciudad de México, donde algunas colonias son distinguidas por la constante falta de agua, las lluvias promedian 1200 milímetros al año.
EHR