Tras 50 años de vida, el CCH se fija como meta educar contra la violencia

El director del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM reconoce que a pesar de la pandemia y las clases a distancia el modelo educativo del CCH funcionó.

El CCH surge después del Movimiento del 68, sus profesores y alumnos de la primera generación habían participado en él. | Facebook
Ángel Hernández
Ciudad de México /

El Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), llega a sus 50 años de edad con un logro y un reto; el primero, haber alcanzado un récord histórico de egresados durante la pandemia; y el segundo, empezar a educar a sus alumnos a convivir sin violencia, tarea especialmente clave en un institución que surge a partir del Movimiento Estudiantil de 1968 y en la actualidad es frecuentemente conocida por tomas, saqueos y agresiones a su comunidad.

“Si alguien conoce de movimientos sociales es el Colegio. El Colegio surge justamente después del Movimiento del 68, sus profesores y alumnos de la primera generación eran personas que habían participado en el Movimiento. Surge en medio de un gran proceso de movimiento social, de conflicto social (…) Si hay movimientos estudiantiles, bienvenidos, nosotros estamos para escuchar y para resolver en la medida de nuestras posibilidades. 
"No podemos desde el Colegio cambiar a la sociedad, pero sí podemos hacer que los alumnos tengan conciencia para que ellos puedan ser factor de cambio al exterior y en sus comunidades. Esa es nuestra contribución para ir resolviendo los problemas del entorno, siendo los propios alumnos los que inciden en la solución de los problemas. Aquí les damos formación, aquí les decimos: ‘La violencia no es una alternativa para la Universidad y, sobre todo, para el Colegio. Hay que combatirla con la razón, con el diálogo y el entendimiento’”, afirmó el director general de la institución, Benjamín Barajas Sánchez, en entrevista con MILENIO.

Apenas el 12 de abril se cumplió medio siglo de que los planteles Azcapotzalco, Naucalpan y Vallejo abrieron sus puertas por primera vez. Un año después lo hicieron los campus Oriente y Sur.

El Colegio de Ciencias y Humanidades fue aprobado por el Consejo Universitario de la UNAM el 26 de enero de 1971, durante el rectorado de Pablo González Casanova. En ese momento, la institución nació como una nueva propuesta educativa en la que los alumnos aprendieran de forma autónoma y los profesores fungieran más como una guía que como catedráticos.

En este marco, el director general del CCH hace una retrospectiva sobre la importancia del CCH dentro de la comunidad universitaria y de la sociedad mexicana y afirma que el Colegio llega a su 50 aniversario con nuevos aprendizajes, gracias a la pandemia de covid-19, pero también orgullosa de haber podido mantener su ritmo académico: no aumentó la deserción y 14 mil estudiantes egresaron en mayo de 2020 con un promedio de 8.63, una cifra histórica de graduados.

“Aprender a aprender”, “aprender a ser” y “aprender a hacer” han sido los ejes rectores del modelo educativo del CCH, que en 50 años pasó de los pantalones acampanados, el cabello largo y los jóvenes adultos, a una población de hasta 14 años de edad, con celulares, conectividad y un mayor acercamiento a las tecnologías. Pero ahora, según Barajas, es necesario añadir un nuevo aprendizaje: “aprender a convivir” y hacerlo sin violencia.

¿Cómo se ha adaptado el CCH a la sociedad mexicana actual?

El Colegio se ha adaptado perfectamente a estos cambios. El Colegio inició su proceso de fundación con el doctor Pablo González Casanova, quien imaginó un sistema de bachillerato diferente al que ya se tenía con la Escuela Nacional Preparatoria (ENP), donde lo más importante era que los alumnos aprendieran con autonomía, que investigaran y que construyeran el conocimiento a partir de las fuentes de información. En ese momento no estaba aún desarrollado todo este aspecto de la informática, la cibernética; sin embargo, el doctor Pablo González Casanova había dicho que si surgiera una disciplina que pudiera englobar a todas las otras, esa sería la cibernética. 50 años después esto se ha completado y el modelo educativo del CCH se ha adaptado al uso de las tecnologías de manera natural. Ha sido muy efectiva esta adaptación.

¿Cómo ha funcionado la autonomía de los estudiantes del CCH?

Pensar en la autonomía, en el aprendizaje, quiere decir que se abandona en principio la idea del profesor como catedrático y queda en su lugar el profesor como guía del aprendizaje. En el Colegio los alumnos exponen lo que han investigado, trabajan en equipo, después con el apoyo del profesor van llegando a ese conocimiento declarativo que no lo aprenden en los libros y recitan de manera memorística. Se trataba de que el alumno construya el conocimiento de acuerdo a las necesidades del contexto en el que vive y también en el que estudia. Cuando se construyen las aulas del colegio en 1971 se piensa en salones largos con mesas y bancas movibles, ya no existe la cátedra. Las sillas no están pegadas al piso, de tal manera que los alumnos pueden interactuar entre ellos a lo largo de la clase. De hecho están sentados uno frente al otro, no justamente mirando al profesor. El profesor baja al nivel de los jóvenes. Éste sería uno de los procesos más importantes del “aprender a aprender” con autonomía. 

Con el paso del tiempo, a lo largo de los años 80, las nuevas teorías pedagógicas, especialmente con el constructivismo, van descubriendo una forma de trabajar que el Colegio ya la había inaugurado diez años antes. Entonces, el Colegio es pionero en esta forma de aprendizaje donde el alumno es el sujeto principal de lo que él mismo debe aprender.

¿Cómo ha sido trabajar en medio de la pandemia de covid-19?

Tuvimos que trasladar las tareas de docencia y aprendizaje a distancia. Sin embargo, ahí lo más sorprendente es que tanto los profesores como los alumnos, con mucho esfuerzo, pero también conservando el modelo educativo del Colegio, pudieron avanzar en su enseñanza y aprendizaje y los jóvenes otra vez nos han sorprendido porque son capaces de investigar. ¿En dónde? Pues en las redes. Ellos toman información, la llevan al aula virtual, trabajan con los profesores. 


Nos ha sorprendido por ejemplo en la generación 2018 que egresó en mayo de 2020 obtuvo un egreso histórico del 73 por ciento. Esto quiere decir que egresaron más de 14 mil alumnos y egresaron con un buen promedio, de 8.63. Quiere decir que incluso en medio de la pandemia el modelo educativo del Colegio funcionó y, sobre todo, funcionó el “aprender a aprender”, o sea, aprender con autonomía. Los alumnos tuvieron que usar los recursos que ellos mismos tenían a su disposición.

En una encuesta que hicimos hace dos años, descubrimos que más de 96 por ciento de nuestros jóvenes tiene celular y usa algunas de las aplicaciones para aprender. Esto también les ha dado autonomía y ahora en medio de la pandemia, esto se confirmó. Son jóvenes que están acostumbrados a buscar información y los maestros son aquellos profesores que les ayudan a reflexionar sobre esa información. En el Colegio no ha aumentado la deserción, se mantienen sus números históricos del 5 o 6 por ciento, que es desde que se fundó el Colegio.

¿Cómo apoyar a los estudiantes afectados por la brecha digital?

Los jóvenes pueden tener celular, pero no conectividad. Ese es el meollo del asunto y luego viven en zonas marginales en donde todavía no hay red. Para estos jóvenes en 2020, desde enero a mayo de 2020, el Colegio hizo un programa que se llamó Programa Emergente para Apoyar las Clases en Línea y también se empezó un proceso de dotarlos de tabletas y becas de conectividad con el apoyo de la Rectoría. Es un programa muy valioso que logró distribuir en promedio 6 mil tabletas para jóvenes de escasos de recursos del Colegio y también se les dotó de becas de conectividad a través de la distribución de módems precargados. 

Algo también muy digno de esta solidaridad fue el establecimiento de cinco centros de acceso PC Puma (Programa de Conectividad Móvil) a la conectividad. Tenemos estos espacios en los cinco planteles del Colegio, en donde se les presta equipo, también hay conectividad para que desarrollen sus trabajos y tareas. También ha operado algo que hay que reconocerle a los papás y a la familia. Que han preferido hacer un esfuerzo adicional y contratar servicios de conectividad a que sus hijos salgan. La docencia mixta, en donde se combina el trabajo en aulas y laboratorios y se complementa con otras tareas a distancia, llegó para quedarse. Lo cual no quiere decir que vayamos a dejar la docencia presencial.

¿Cómo se atienden las exigencias de la comunidad estudiantil?

Si alguien conoce de movimientos sociales es el Colegio. El Colegio surge justamente después del Movimiento del 68. Sus profesores y alumnos de la primera generación eran personas que habían participado en el Movimiento. Surge en medio de un gran proceso de movimiento social, de conflicto social y el Colegio ha sido a lo largo de los años el espacio de expresión de esos movimientos y siempre hemos podido ponernos de acuerdo y darles cauce. ¿Cómo?, escuchándolos, escuchándolos en sus peticiones y dando respuesta en la medida de las posibilidades de la institución. 

Si hay movimientos estudiantiles, bienvenidos, nosotros estamos para escuchar y para resolver en la medida de nuestras posibilidades. No podemos desde el Colegio cambiar a la sociedad, pero sí podemos hacer que los alumnos tengan conciencia para que ellos puedan ser factor de cambio al exterior y en sus comunidades. 

Esa es nuestra contribución para ir resolviendo los problemas del entorno, siendo los propios alumnos los que inciden en la solución de los problemas. Aquí les damos formación, aquí les decimos: “La violencia no es una alternativa para la Universidad y, sobre todo, para el Colegio. Hay que combatirla con la razón, con el diálogo y el entendimiento”. 

Esto a la larga fructifica muchísimo porque estás formando ciudadanos, ciudadanos que tienen que aprender algo que en el origen del Colegio no se agregó como principio, que es “aprender a convivir”, ese sería el cuarto principio que habría que incluir. Los jóvenes deben aprender a convivir, lo cual significa respetar las diferencias y no incurrir a la violencia bajo ningún precepto, porque entonces entramos a un mundo sin soluciones. 

JLMR

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