A punto de entrar a su quinta semana de encierro obligatorio, Araceli admite que está cerca de caer en la locura. La rutina la tiene harta: mirar las mismas cuatro paredes día y noche sin descanso, trabajar desde casa, despertar con información desesperanzadora todos los días. Luego, repetir. Una y otra vez. Todos los días.
En ese deambular, ha perdido la noción del paso de los días y dejado de dormir. Despierta ansiosa, después de noches de sueño ligero y molesto. A veces se sorprende llorando por cualquier cosa. Ya son varios días en los que ha recurrido, no sin cierta culpabilidad, al alcohol.
El suyo, como el de muchos otras personas atrapadas en sus casas por la epidemia de covid-19, es un coctel perfecto para la depresión.
"A veces ya no puedo aguantar estar aquí. ¡Y todavía falta un mes y medio!", dice la joven abogada. En los últimos días, incluso ha comenzado automedicarse con antidepresivos.
Aunque Araceli vive en una colonia de clase media y su vida ha sido, hasta ahora, relativamente tranquila, hoy parte de experiencia se asemeja a la de personas que se ubican muy lejos, en el otro extremo de la existencia misma: inquilinos del sistema penitenciario.
Con esa similitud en cuenta, hoy expertos en el trabajo con personas encerradas como los creadores del Proyecto Yoga en Prisiones –fundado en 2002 en San Francisco, California y que en 2017 llegó a México- han encontrado que hay respuestas y experiencias compartidas que pueden servir para sobrellevar el encierro pandémico.
Luisa Pérez del proyecto mexicano Yoga en Prisiones e instructora de Yoga Espacio (https://yogaespacio.com/) señala que “lo más común en personas que viven en situación de encierro, ya sea en las prisiones o como en este caso la gran mayoría de la población a causa de la Pandemia es que el cuerpo se siente en peligro, y las respuestas biológicas a ello pueden ser 3, por lo menos: tratar de huir, pelear o inmovilizarnos”.
Con ella coincide el Consejo ciudadano para la seguridad y justicia de la ciudad de México que del 28 de febrero a la fecha ha recibido mil 32 llamadas relacionadas con la pandemia. Aunque las solicitudes son variadas, el temor es un tema recurrente: las emociones que reportan las personas son 40% ansiedad, 26% miedo al contagio y 10% angustia.
Cristina Babatz experta en meditación (www.cristinababatzmeditacion.com) invita a aprovechar esta situación para tener conciencia de esas emociones y no pelearse con ellas, al contrario, trabajarlas como una oportunidad para conocer nuestros mecanismos y para superarlas.
“Es total y absolutamente legitimo experimentar miedo en estos momentos, el problema está en cuando este miedo se nos sale de control y entonces no sabemos qué hacer con él. Llevamos muchos días guardados y sintiéndonos inciertos; cada persona tiene una manera particular forma de expresar que tenemos miedo”, afirma.
Para muchas personas no resulta fácil identificar qué está mal y se esfuerzan por seguir con su vida habitual, a pesar de todo.
“Habría que observar cómo estamos comiendo, cómo estamos durmiendo; si hay algo distinto a lo habitual en nosotros. Observemos cómo reacciona nuestro cuerpo, si tenemos más ganas de llorar, si estamos más enojados con mayores niveles de irritabilidad, contracturas musculares, con problemas digestivos, sudoración. El cuerpo y tiene sus mecanismos para hablarnos, el tema es escucharlos”, dice Luisa Pérez.
El ejercicio, la danza, el canto o prácticas milenarias como el yoga, el taichi, y el Qi Gong son opciones que apuestan por el movimiento, pues el sistema inmune que depende de la linfa se fortalece con la actividad física. Pero también hay opciones como la meditación que implica aprender a distanciarse de los pensamientos únicamente trabajando en la respiración. Ninguna implica adherirse a una religión y es para personas de cualquier condición, género o edad. En internet hay muchos videos y Yoga Espacio, por ejemplo, ofrece cursos en línea que pueden ayudar a superar las emociones causadas por el Covid-19.
Cristina Babatz ofrece meditación en grupo en línea, cursos y asesorías y para los principiantes sugiere tomarse unos minutos para aprender a respirar, sentado de preferencia al borde de la silla con la espalda recta, pero si la persona debe recargar su espalda, debe sentarse hasta atrás para que la espalda quede recta, existe una gran variedad de posiciones de las manos, ella sugiere para empezar los dedos entrelazados dejando un hueco entre ambas.
“Debemos concentrarnos en la respiración, se puede sentir en el bajo vientre, en las fosas nasales o por dentro de la garganta. Es muy práctico contar las inhalaciones o las exhalaciones del 1 al 10 y de regreso. Si al momento de estarlas contando comienzan a aparecer pensamientos en la mente y se pierde la cuenta, con calma y sin molestarse volvemos a empezar el conteo desde uno, así una y otra y otra vez. Verán que con la práctica cada vez será más fácil llegar a 10”, agrega.
Otras sugerencias, registradas a partir del trabajo con personas en encierro es que “ayuda mucho tener una rutina con horarios. Para nosotros será ahora una nueva rutina, pero debemos respetarla, tener limpio nuestro hogar, dedicar un tiempo a hacer algo que nos gusta y otra parte del tiempo a nosotros, quizá a estar solos unos 10 minutos”, dice Pérez.
Ha descubierto para muchos reos, por ejemplo, el encierro abre una posibilidad de crecimiento espiritual. En principio aprender a agradecer lo que sí se tiene, dejar de pensar en lo que no se tiene y dedicarse a las cosas sobre las que sí tiene control, reflexionar sobre su vida: qué han hecho y qué no, qué quisieran y pueden hacer ahora.
“Pero todo ello requiere una actitud. El psiquiatra Viktor Frankl sobreviviente de los campos de concentración nazi dijo que de lo que se trata es aprender a decidir nuestra respuesta a cualquier situación por más trágica que sea y no sólo reaccionar a ella de manera inconsciente”, señala Pérez.