La cuenca del Alto Atoyac, ubicada entre los estados de Puebla y Tlaxcala, enfrenta un doble problema; por un lado, es una de las más contaminadas del país y, al mismo tiempo, se coloca entre las 10 más explotadas.
Así lo expresaron los investigadores Gabriela Pérez Castresana, integrante del Instituto de Investigaciones en Medios Ambiente (IIMA) Xabier Gorostiaga SJ de la Universidad Iberoamericana Puebla; y Carlos Patiño Gómez, especialista en el análisis de agua de la Universidad de las Américas Puebla (Udlap), quienes coincidieron en la presencia de problemas de seguridad hídrica en la zona metropolitana de Puebla y Tlaxcala.
En su más reciente informe, los dos investigadores que forman parte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), coincidieron en la necesidad de aplicar acciones específicas para el cuidado del principal acuífero de la región Puebla-Tlaxcala frente al calentamiento global y sus efectos.
Por un lado, Gabriela Pérez Castresana resaltó que la seguridad hídrica debe entenderse como la capacidad de una población para salvaguardar el acceso sostenible al agua. Además de que los mantos acuíferos deben ser asequibles y con la calidad necesaria para el cuidado de la vida.
Por su parte, Carlos Patiño Gómez destacó que, en la actualidad, se aprecian los impactos del cambio climático y la disponibilidad de agua en espacios particulares como la cuenca del Alto Atoyac.
Como parte de los resultados de las primeras investigaciones, en la cuenca del Atoyac se detectaron problemas como una reducción en lluvias y escurrimientos; asimismo que las aguas del acuífero son explotadas por más de un millón y medio de personas.
Patiño Gómez resaltó la importancia de actualizar las bases de datos para generar recomendaciones oportunas frente a diversos riesgos ambientales y se comiencen a implementar acciones específicas.
“La conservación de las cuencas debe ser contemplada como infraestructura natural para la resiliencia. No ha sido sencillo analizar la cuenca del Alto Atoyac. Los últimos 25 años han supuesto un ir y venir de argumentos a favor y en contra de un proceso de deterioro de las condiciones tanto del acuífero como del subsuelo. Mientras algunos modelos exponen alteraciones geológicas que impactan en el ciclo del agua, otros presentan información insuficiente para la toma de decisiones”, apuntó.
CHM