El 14 de junio de 2024 cambió para siempre la vida de Bryan Martínez, un joven de 21 años, de origen humilde y originario de Apatzingán, Michoacán, uno de los epicentros de la violencia en México, debido a la presencia y conflictos entre cárteles de la droga. El joven aprendió a tocar la guitarra a los 11 años y comenzó su carrera musical cantando en fiestas y restaurantes, inspirado en el éxito de Natanael Cano y Peso Pluma.
Aunque desde 2019 publicaba en su TikTok videos con corridos de su autoría, donde mostraba su talento para el requinto y el acordeón, ninguna de sus composiciones había tenido tanto éxito como la que lanzó aquel día: era solo un adelanto, apenas 38 segundos, en donde le canta a la ametralladora FN Minimi, un arma que ha ganado notoriedad en México como una de las preferidas por los grupos del narcotráfico, socorrida en enfrentamientos como el Culiacanazo, ya que al tener un modo automático permite mantener un fuego continuo durante enfrentamientos prolongados.
En ese TikTok, Bryan aparece sin camisa, mostrando su brazo derecho cubierto de tatuajes que se extienden hasta el pecho, donde luce el dibujo de un ojo de la providencia, uno de los símbolos de la estética del narco, asociado como elemento de protección esotérica; una cadena sencilla que cuelga del cuello; viste un short negro hasta la rodilla, calcetines Adidas y unos tenis blancos. Acompañado de tres músicos canta una rola de melodías pegajosas que lo catapultará a la fama, “MINIMI”, cuyo coro dice:
“Bélico, excéntrico, mi flow de malandrín
Traigo una corta, también un Minimi
Minimi, Minimi, a lado un subfusil
A las fresas les gusta, siempre vienen a mí”.
La letra cautivó a los jóvenes de la red social en mayor crecimiento del mundo, TikTok, que en México suma 75 millones de usuarios, de acuerdo con Kepios & ByteDance. Prueba de ello son las miles y miles de personas que se han grabado bailándola, subiéndose al ‘trend’ tiktokero iniciado por Bryan y una de sus bailarinas, que también es su novia, Ruth, quien creó una coreografía que niñas y niños, adolescentes y jóvenes han imitado, contribuyendo a la viralidad de esta cumbia.
Lo que vino después fue sorprendente: entre ese clip y los siguientes –todos previos al lanzamiento en plataformas digitales– alcanzaron más de 150 millones de reproducciones en TikTok. El 3 de julio se lanzó oficialmente la canción y el video, y tan solo un día después, ya era número 1 en tendencias de México. Dos meses después, a inicios de septiembre, “MINIMI” –la canción que da cuenta de la belleza de un arma de fuego–, supera los 31 millones de reproducciones en Spotify, dejándole a Bryan una racha de 4.1 millones de oyentes mensuales. Mientras que en YouTube reporta más de 55 millones de vistas, ubicándose en el Top10 de los vídeos más vistos en el país.
En el clip aparecen varias jovencitas bailando al ritmo de la “belicumbia”, con quienes el cantante comparte camionetas todoterreno, típicas de los convoyes de los cárteles, que se asocian con el control territorial y la protección personal; los personajes en el video visten ropa de marcas de lujo, como Gucci y Versace, y aunque no aparece ningún arma, la referencia es clara y con las manos se simulan los disparos.
En el vídeo aparecen varios lugares, como el centro histórico de Apatzingán, en el corazón de Tierra Caliente de Michoacán, donde todos los días el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y los Carteles Unidos se enfrentan con drones y explosivos por el control de la región y de las rutas de distribución de las drogas, obligando a comunidades enteras al desplazamiento forzado.
“Es lo bonito de la música”, lo ha dicho Bryan Martínez en entrevistas, al contar el origen de “MINIMI”. “Todo fue espontáneo, bien orgánico, todo fue bien natural; trabajaba en fiestas privadas y por ahí nos toca aventar una hora de puro popurrí de cumbia, pues como que me dormí con ese ‘chip’ acá de bailar, y me levanté a hacerme de almorzar, en cuestión de minutos llegó el tonito, empecé a rimar, a improvisar, y así nació la canción”.
La carrera del cantante inició en TikTok donde, como miles, quizá millones de jóvenes, publicaba sus canciones; pero quizá no hubiera despegado sino fuera porque se subió al ‘trend’ de las “belicumbias”. Ahora trabaja con dos sellos discográficos modestos, pero ya se presenta en programas de radio y televisión a nivel nacional, e incluso prepara sus primeras presentaciones en vivo. La prensa lo califica con adjetivos como “viral” y lo reconoce como uno de los iniciadores de este movimiento “fusión”
Cumbias bélicas, nueva piel de la música del narco
Las cumbias bélicas son un fenómeno que ha capturado la atención de los jóvenes, algunos de sus exponentes ya se colaron a los rankings de YouTube y Spotify junto a artistas consagrados de géneros tan populares como los corridos tumbados; además, han posicionado tendencias en ‘reels’ de Instagram y vídeos de TikTok, como el “MINIMI” de Bryan Martínez, “La Chimichanga” de Yahir Saldivar y “Doña Petra” de Allen Sámano.
Este subgénero es el resultado de una evolución de la cumbia del noreste de México, con influencia colombiana y la suma de instrumentos de viento y el acordeón, pero incorporando elementos del narco en sus letras y en la estética de sus intérpretes. Es un proceso similar a lo que se ha visto con los narcocorridos y su evolución desde mediados del siglo XX, pero ahora con el caldo de cultivo de la viralidad de redes sociales. Es decir, la música del narco suma ahora ritmos tropicales y baile, potenciando la difusión de sus mensajes –y hasta el nacimiento de artistas emergentes– en plataformas digitales.
José Manuel Valenzuela Arce, experto en estudios de la narcocultura y profesor investigador en El Colegio de la Frontera Norte, explica que las cumbias bélicas son un reflejo de las realidades sociales de regiones impactadas por la violencia del narcotráfico. “La cumbia bélica es una narrativa que adopta la misma estructura temática de los narcocorridos, pero se inserta en un formato musical distinto, el de la cumbia”, señala.
El origen se remonta al noreste, particularmente en Matamoros, Tamaulipas, donde la tradición cumbiera ha tenido una fuerte presencia durante décadas con Rigo Tovar al centro de sus exponentes, siendo Yahir Saldivar el iniciador de este movimiento. De hecho, él mismo ha asegurado que “El ídolo de multitudes” es su ídolo. “Rigo Tovar, el pionero de la música”, reveló en una entrevista radiofónica. “¿Y qué sientes que te comparen?”, le cuestionaron después. “No me pueden comparar, él es el Rey, el Rey”.
El joven de 20 años también inició en redes sociales, grabando vídeos con su celular para luego colgarlos en TikTok; también creó canciones pegajosas de letras con alusiones al narco; pero ya fue fichado por DEL Records, una disquera estadounidense con artistas como T3R Elemento, Ulices Chaidez, Gerardo Ortiz y Lenin Ramírez. Tiene actualmente 4.3 millones de oyentes mensuales en Spotify y más de un millón de seguidores en TikTok.
“Mi gente coordina y me cuidan mis pasos,
Y me encomiendo cuando me sale trabajo.
38 súper fajada aquí traigo,
Cadena de oro y esclavita relajado,
Carro deportivo pa' delante y no paro,
Y mi corrido de comandos alterados.
Soy La Chimichanga y ténganlo bien claro
Que soy El 9 y Escorpión, yo soy un mando”.
El ‘boom’ lo detonó el corrido tumbado
Valenzuela Arce establece una línea temporal que permite llegar a las cumbias bélicas, a través de la transformación continua de narrativas épicas que han definido a los corridos desde sus inicios allá por la Revolución. Este género surge como una forma de crónica popular, una especie de “diario del pueblo”, donde se documentaban y narraban las historias de la gente, como “La Adelita” y “El corrido de la muerte de Emiliano Zapata”. Sin embargo, a mediados del siglo XX, la irrupción del narco empezó a influir en esta música. Esta realidad dio lugar a los “narcocorridos”.
“Estos comenzaron a narrar las historias de los narcotraficantes, sus hazañas y el impacto de sus actividades en la sociedad”. Un ejemplo de la época es “El Pablote”, dedicado a Pablo González, apodado El Rey de la morfina, y su esposa Ignacia Jasso, La Nacha, quienes controlaban el tráfico de drogas en la frontera entre Estados Unidos y México.
La evolución continuó con la aparición de distintas vertientes, como los interpretados por Los Tigres del Norte, quienes utilizaron una narrativa más metafórica y crítica para denunciar eventos: tal es el caso de “Contrabando y traición”, que narra la historia de Camelia la Texana, una contrabandista que traiciona a su compañero para quedarse con el dinero y la mercancía; y “La banda del carro rojo”, que relata un enfrentamiento entre narcotraficantes y las autoridades.
A medida que el narco se ubicaba como tema central de la agenda pública, surgieron otros subgéneros, como los “corridos enfermos” o “corridos alterados”, que ofrecían una visión más cruda y explícita de la vida dentro del narco. Un ejemplo es “Sanguinarios del M1”, abordando la violencia ejercida por un sicario de alto rango.
Más recientemente, los corridos tumbados han emergido como una nueva versión de esta tradición, mezclando elementos del trap y el reguetón con las narrativas típicas de los narcocorridos, con intérpretes como Natanael Cano, Junior H y Peso Pluma. Y justo esta evolución ha dado paso a las cumbias bélicas, que toman la misma narrativa épica de los corridos y la trasladan al formato musical de la cumbia: un ritmo sincopado, una instrumentación basada en percusión y viento, una estructura sencilla con versos repetidos, y un ambiente bailable.
Según Valenzuela Arce, esta expresión musical sigue contando las historias del narcotráfico, pero ahora lo hace a través de un ritmo bailable y más accesible para un público joven, adaptándose a las tendencias actuales de consumo musical en redes sociales. “De hecho algunos de ellos, como el propio Yahir empezó haciendo narcocorridos tumbados y tienen los mismos referentes musicales, por ejemplo, Ariel Camacho que es un precursor de los corridos tumbados, pero también de lo que son los corridos de cumbia”, detalla el investigador.
Bélicos y excéntricos en redes sociales
El término “bélicas” en las cumbias se refiere a las letras que glorifican el uso de armas y el estilo de vida relacionado con el narcotráfico, creando una mezcla entre lo festivo y lo bélico. Estas canciones han ganado popularidad en redes sociales, donde han encontrado una audiencia que no sólo escucha, sino que también baila al ritmo de sus controversiales narrativas. En ellas se habla de la fiesta, el consumo de drogas, el dinero, los autos de lujo, la ropa de marca y las mujeres, desde luego. Pues son hasta el momento un género que cantan los hombres y ellas quedan relegadas a adornos en los videos musicales.
En la rola “Belicotas”, de Yahír Saldivar y Lenin Ramírez, se representa la vida en la playa y son precisamente las mujeres quienes en TikTok han creado un ‘trend’ para bailarla:
“Porque vengo acá en la troca, fume y fume mota
No ocupo decir nada, mi gente se rebota,
Y cómo no, decir que no
Que yo soy un bandido, aquí prendo mi leño.
Se juntó toda la flota, las morras belicotas
Andamos bien a gusto disfrutando en la playota.
Y cómo no, decir que no
Destapen las botellas pa’ pasarla mamalón”.
Y es justo el baile, uno de los elementos claves para el éxito, dice Valenzuela Arce. Otro elemento son las redes, que han jugado un papel crucial en la popularización de las cumbias bélicas. TikTok, YouTube e Instagram han permitido que estas canciones lleguen a una audiencia global, trascendiendo las fronteras. El éxito de las cumbias bélicas está estrechamente ligado a su difusión entre los jóvenes. “La cumbia tiene esa fuerza de convocar al movimiento, y en el contexto de las redes sociales, esto se traduce en millones de reproducciones y un alcance masivo”, afirma.
El resultado es un género viral y replicable, con figuras nacientes como Allen Sámano, que tiene 42 mil seguidores; compuso una canción llamada “Doña Petra”, donde narra las aventuras de una mujer que hace las veces de halcón y ya pega duro en TikTok. Él está en el primer escalón del recorrido que han seguido Yahir Saldivar y Bryan Martínez.
En el vídeo musical, Allen aparece “empecherado”, con un chaleco antibalas, y así también aparece en casi todos sus vídeos de TikTok; usa lentes oscuros y una gorra con el símbolo de un arma. Predomina una narrativa de alertamiento entre vigilantes del crimen organizado ante la llegada de elementos policiacos. La letra dice:
“Tiraron la copia de las coordinadas,
Pilas anda la plebada con el mitotón,
Hasta Doña Petra anda bien enradiada
Reportando lo que pasa por su changarrón.
Bien parqueadas están un par de blindadas
En la entrada por si nos toca pegar el rol
Con los miniminis y los wakawaka
Traen boletos pa´la flaca pa´todo el traidor”.
Estos artistas emergentes están demostrando que las cumbias bélicas no solo son un reflejo de la realidad social, sino también un producto de la cultura digital contemporánea.
GSC / ATJ