Lilian Rivera López, una joven de 29 años, instaló varias cajas de madera o “huacales” en su tienda de abarrotes con varios libros, ubicada en la comunidad de la Unidad Huitzizilapan, en el Alto Lerma, con el objetivo de motivar a los niños de su comunidad a leer cuando le van a comprar y si lo desean, llevárselos a su casa.
Con al menos 200 títulos de diferentes géneros, su intención es que los menores tengan lectura de esparcimiento y de manera gratuita.
Destacó que hace ocho años abrió una pequeña biblioteca, pero por la pandemia y falta de tiempo la cerró.
“La instalamos desde 2015 y una vez a la semana generamos actividades con niñas y niños. Por la pandemia paramos las actividades, pero los libros se quedaron y buscamos una manera de utilizarlos sin la necesidad de tener una biblioteca abierta todo el día”, explicó.
Por ello, la licenciada en Ciencias de la Información Documental, colocó algunas cajas de madera, que sirven de estantes para que los niños tengan la oportunidad de buscar y hojear los libros más llamativos, cada vez que van a su tienda. La idea de los “huacales”, menciona, la implementaron algunos estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en algunas comunidades de Guerrero como parte de su servicio social y solo la retomó.
Buscan donaciones
Hoy su intención es juntar más libros para que en el corto plazo cuenten con al menos diez espacios y en cada uno poner mínimo 40 ejemplares de temáticas generales. Aunque recibe donaciones de manera permanente, buscan reunirlos lo más pronto posible para inaugurar el proyecto el Día del Libro, el próximo 23 de abril.
“Queremos formar una red más grande y acercar la lectura e información, principalmente, a las niñas y niños de las comunidades del alto Lerma y las regiones Huitzizilapan que está integrada por 12 comunidades, Xochicuatla con dos y Tlalmimilolpan también con dos”, mencionó.
Los interesados pueden hacer donaciones, principalmente temas para menores
Si bien el proyecto tiene ocho años en marcha, quiere que otras personas de la comunidad faciliten un espacio para colocar los huacales, ya sea en una papelería, una recaudaría o paletería.
“Ya tenemos identificados varios puntos donde los vamos a poner, por el momento la prioridad es difundir el proyecto para ampliar los espacios, una vez que se echen a andar tengan acceso libre en un horario fijo, uno o dos días o diario, dependiendo de sus actividades”, agregó.
Aunque pareciera una idea rústica, la meta es que los dueños de los negocios se vuelvan “bibliotecarios”, porque serán quienes lleven la bitácora, registren a los niños que se lleven los libros y por cuánto tiempo.
“Nosotros como colectivo haremos visitas y supervisaremos cómo va el funcionamiento, pero en primera instancia, los dueños de los huacales serán los bibliotecarios” detalló la licenciada.
¿Cómo funcionan?
Lilian lija y pinta los “huacales”, y coloca un letrero llamativo en un punto de su negocio para llevar a los niños a los libros. Generalmente, los menores acuden con sus padres a la tienda y en el tiempo que esperan los hojean; a los más pequeños les gustan los que tienen dibujitos, lo mismo que los didácticos, con ciertas texturas y colores.
Los más grandes buscan los cuentos, las leyendas, las historias de terror, mientras que los de secundaria prefieren las novelas cortas, las historias como el Diario de Ana Frank, personales y de suspenso.
“Los pequeños por lo general se tardan más en escoger y hojear un libro que en lo que lo leen en la tienda, tardan como máximo 15 minutos, pues se tiene que ir y no existen las mismas condiciones que en una biblioteca, donde no hay ruido y distractores”, explicó.
Para aquellos que deciden llevárselos a su casa se lleva un control con una bitácora, pero lo más importante es concientizarlos sobre el valor de los textos y la responsabilidad de regresarlos en buen estado, aunque el mayor riesgo es que se pierdan o no vuelvan.
“Ya ha pasado en el que está en mi casa, pero mientras se ocupen no hay problema”, dijo con tranquilidad.
Participan en otros proyectos
La iniciativa nace de la necesidad de ofrecer una alternativa de entretenimiento a los niños y jóvenes, que actualmente viven envueltos en la tecnología y la televisión.
“Pese a la tecnología los libros siguen siendo importantes, el acceso a la lectura y la información verídica es un derecho de todas las personas”, enfatizó Lilian Rivera.
Con el respaldo de al menos diez personas, entre médicos, arquitectos, agrónomos y diseñadores; también difunde lo que pasa en su comunidad para mantener las tradiciones de los pueblos originarios a través de la documentación.
"En algún momento hicimos cápsulas con la historia del pueblo, participan en la Escuela Comunitaria de Otomí que busca recuperar la lengua, tomamos fotografías y redactamos textos, lo mismo que notas que nos recuerden lo que hemos construido como pueblo", finalizó.
JGM