Un hombre, entrado en años, lanza a la promotora comunitaria de IMSS Bienestar insultos para que se retire del pueblo donde colocaron una brigada de vacunación contra covid-19 y, sin sobresalto, la trabajadora continua su paso, “eso, no es nada; nos han amenazado con lanzarnos al fuego”.
Cecilia Penagos Pérez, la promotora de acción comunitaria de IMSS Bienestar, siguió su paso entusiasta de la mano de Felipa López, de 38 años y Juliana Bautista, de 66 años, que aceptaron inmunizarse voluntariamente en el centro deportivo de la localidad de La Grandeza de Amatenango Del Valle, zona de alta marginación y pobreza en el estado de Chiapas.
En la zona de Los Altos de Chiapas, donde las comunidades se rigen por uso y costumbres, no basta con tener el permiso de los líderes comunitarios para instalar una brigada de salud para vacunar a la población contra el covid-19, es necesario evitar caer en provocaciones de algunas habitantes disgustados, en estado de alerta, incómodos con la presencia de médicos y enfermeras.
“Hay muchas nos tratan muy bien, pero otras, cuando hacemos la promoción casa por casa que nos agreden; ¿para qué vienen?, ¿son gente del gobierno?, ¿qué quieren aquí? ¡Váyanse!, o los vamos a quemar; les vamos a echar fuego, no queremos aquí. Ustedes en la vacuna lo traen, traen ahí el virus”, relató Penagos Pérez.
En La Grandeza de Amatenango Del Valle solo hubo esa molestia del adulto mayor. Sus autoridades municipales cumplieron, tras celebrarse la asamblea, en convocar a la gente con megáfono, cada dos horas, en su idioma originario, el tseltal, y en permitir el despliegue de enfermeras y médicos para aplicar la vacuna, inclusive, de estacionar una unidad móvil donde se pueden efectuar revisiones odontológicas, sugerencias de hidratación, medir a los niños, y detectar entre las mujeres cáncer de mama y cervical.
Fue la gente la que decidió no acudir. Cuatro horas pasaron para que Felipa y Justina recibieran su primera dosis de Pfizer ya que, para abrir un solo frasco, debieron reunirse otras cuatro personas. “Acarreados”, dice una de las asistentes. Suena raro esa palabra cuando se trata de la salud.
Hace una semana, la brigada de médicos, enfermeras y promotores se instalaron en Las Ollas donde si tuvieron el permiso de tocar casas, recorrer los barrios, invitar e informar a la población; sin embargo, hasta allá llegó un grupo con cananas (cinturón que sostiene revólver o pistola) de localidades aledañas, buscando a su gente para castigarla por si desobedecían.
“En Las Ollas nos trataron muy bien pero llegó gente que no era de la localidad. ¿Qué hacen aquí? ¿Vienen a vacunarse?, no, no, no, venimos a buscar a nuestra gente porque quedamos que no se iban a vacunar y si aquí encontramos a alguien, no lo vamos a llevar, a meterlo a la cárcel o le vamos a cobrar multa. La autoridad llegó con cananas y revisaron toda la clínica. Si la gente de una localidad detecta que otros se meten a su territorio puede darse un severo enfrentamiento. No pasó nada”, relató Penagos Pérez.
Chiapas, como explicó a MILENIO el director general del IMSS, Zoé Robledo, ha estado a lo largo de 20 meses de la pandemia en semáforo verde debido a que la dispersión poblacional ha evitado la circulación del virus del SAS-CoV-2.
Pero la labor del gobierno, dijo Robledo, es ofrecer la vacuna, y el reto es llevar a esos pobladores hasta esas comunidades lejanas, de 300 familias, incluso de menos, la vacuna y todas las medidas de prevención.
Han pasado más de seis meses desde que inició la vacunación contra covid-19 en Chiapas y las cifras siguen preocupando al gobierno federal. En la entidad se ha avanzado en las cabeceras municipales con más de 60 por ciento de inmunización, pero en las zonas lejanas a penas se llega a un 40 por ciento.
¿Porqué se niega a vacunarse?, le preguntamos a Caridad Méndez, partera de La Grandeza. “Las personas aquí, en Amatenango tienen miedo, porque dicen, platicando las personas, que matan las vacunas, que no sirven. Si no mata ahora, mata en dos o tres años”.
Se le preguntó lo mismo a Ceferino López, quien salió curioso de su casa de tres metros por cuatro. ”Sabe qué remedio se traen, pues; vienen a cada rato; se anuncian, pues, la gente no sabe. Yo no conozco esa enfermedad (coronavirus); estamos tranquilos, estamos libres”.
Ceferino, Felipa y Justina habitan junto con otras 300 familias y, de acuerdo con un censo, hay por lo menos 1 mil 200 mayores de 18 años susceptibles de ser vacunados.
Datos oficiales reportan que en La Grandeza solo 10 personas tienen esquemas completos de AstraZeneca, por lo regular, es población que labora en la cabecera municipal o se emplean como albañiles o levantando a siembra del campo, en otros lugares. Sucedió con Jorge, quien logró contentar la sexta persona para que se abriera el vial de Pfizer. “Viajo lejos; hay que cuidarse”.
Una líder de la zona otorga otra explicación. La desaparición del Programa Próspera, a través del cual las familias recibían de 4 mil a 8 mil pesos bimestrales, los tiene muy enojados. Por eso el adulto mayor estalló contra Cecilia corriéndola. Le dijo “mire usted señora antes, como dé; sino retirarte de aquí de este pueblo; pinche gobierno”.
Carmela comentó que con ese programa, las mujeres tenían la obligación de acudir a sus citas médicas, llevar a los niños a pesarlos, medirlos, a cambiar su alimentación, dejar por ejemplo el refresco y tomar agua. Faltar a esos chequeos significaba retener los recursos del apoyo.
“Se sienten molestos por lo mismo que anteriormente recibían el Programa Próspera, y ese programa les exigía igual a ellas, si no llegan a citas médicas, que si no cumplen con los hijos en la escuela, igual les quitan un pago [...] Ahorita como no hay nada, no quiere nada y ya nos dijeron que no es necesario que estemos en la clínica a cada rato porque ya no hay ese apoyo que había desde que entró Andrés Manuel, desde esa vez dejaron de dar ese apoyo“, explicó Carmela.
En las comunidades, las despensas, hasta una “cubetita”, hace que la gente participe en campañas de vacunación. Así, “ellos si vienen”.
En Oxchuc, donde el presidente municipal, elegido a mano alzada por uso y costumbres, Alfredo Santiz Gómez, puso el ejemplo y se vacunó con la segunda dosis de AstraZeneca.
Santiz Gómez está consciente de que la vacuna es esencial. “Aquí el covid ha pegado duro; la gente prefiere quedarse en sus casas, tratarse con medicina tradicional. Pero sí, hemos tenido muertos”.
El líder de la comunidad desea dejar su cargo, el 31 de diciembre de 2021, eliminando esa idea de que Oxchuc es una zona altamente violenta. Sí, reconoció, se pasó a la historia por haberse resistido a la toma de 1994 del EZLN, pero la gente “quiere paz”.
Los lugareños relatan que Derechos Humanos ha emitido recomendaciones porque entre vecinos, familias, que se miran cruzando la calle, suele haber intercambio de balazos por viejos pleitos de tierra.
También hay resistencia porque se eliminaron a los partidos políticos que, a cada rato, efectúan bloqueos. “Hay muchos funcionarios a nivel nacional y estatal piensa que Oxchuc está en pleito cada día, pero no es cierto. Aquí hay una convivencia familiar, armoniosa, con la gente, con las comunidades”, aclaró Alfredo Santiz Gómez.
Tener permiso de los líderes comunitarios para aplicar la vacuna no garantiza que la gente acceda. Alí Gisell Ramírez, médico y supervisora de IMSS-Bienestar, lamentó que a pesar de todo el empeño de trasladar los biológicos en condiciones adecuadas, hay ocasiones que durante una jornada de más de 8 horas a veces solo se presenta una persona interesada a vacunarse. Se pierde la oportunidad porque para abrir un frasco de CanSino se necesitan a 10 pacientes y de Pfizer a un total de 6. “Les pedimos sus datos, tratamos de darles seguimiento para que vayan a un hospital cercano a vacunarse; a veces ya no regresan”.
— ¿Cuántas veces, desde que se inició la campaña, se han ido sin vacunar a una sola persona?—“Nos ha pasado como en seis. En Santiago el Pinar, la semana pasada, estuvimos en el horario que nos compete desde las ocho de la mañana y solamente se acercó una persona. Le dijimos que regresar en dos horas, y así estuvimos hasta las cuatro de la tarde y no logramos vacunar pese a que las compañeras de acción comunitaria salieron a invitar”.
Por eso, comentó, es importante visibilizar el trabajo que hace todo el equipo de IMSS-Bienestar, arriesgando a veces su vida, recibiendo amenazas de que “nos van a amarrar” y “batear” porque para ellos que se hayan vacunado seis o 10 personas resulta una de los mayores logros de sus carreras.
dmr