Además de ser Patrimonio Mundial de la Humanidad por su arquitectura, la ciudad de Puebla también es reconocida por su gastronomía que mezcla desde hace más de 400 años sabores tradicionales con las recetas conventuales, las artes culinarias de las cocineras en los mercados y las fiestas patronales, así como los ingredientes y técnicas de origen prehispánico, europeo, asiático y libanés.
Cabe recordar que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) reconoció la gastronomía de México el 16 de noviembre de 2010 como “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”, desde entonces se considera a Puebla como la capital de la cocina tradicional mexicana, debido a la preservación de ingredientes mesoamericanos en sus platillos como maíz, frijol, chile, tomate, aguacate e insectos.
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Además, Puebla es la única ciudad en todo el país que es miembro de la Red Délice Network debido a que ha demostrado una excelsa mezcla de gastronomía y cultura, haciéndola un destino turístico ideal.
A esta red pertenecen exclusivamente 23 zonas urbanas del mundo: Aarhus, Dinamarca; Barcelona y Madrid, España; Birmingham, Inglaterra; Burdeos y Lyon, Francia; Bruselas, Bélgica; Cape Winelands, Sudáfrica; Chicago y Saint Louis, Estados Unidos; Gotemburgo, Suecia; Helsinki, Finlandia; Izmir, Turquía; Lausana, Suiza; Leipzig, Alemania; Lisboa, Portugal; Montreal, Canadá; Osaka, Japón; Stavanger, Noruega; Rabat, Marruecos; Riga, Letonia; Turín, Italia; y Puebla, México.
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Calendario gastronómico de Puebla
Este es el calendario gastronómico que permitirá saborear a los turistas lo que produce el campo de acuerdo con la temporada agrícola.
En marzo y abril, es tiempo de huazontles, una hierba adorada por los precolombinos. Se comen capeados rellenos de queso de cabra, bañados de un caldillo de jitomate. Para estos mismos meses, durante la cuaresma, se acostumbra los escamoles fritos con epazote.
En junio y agosto se acostumbra la preparación de huitlacoche, que son los hongos que se le forma a la mazorca. Se fríen en manteca con rajas de chile poblano, granos de elote y cerdo.
Desde julio y hasta mediados de septiembre, empieza la temporada más grande e importante, la del platillo más icónico de la gastronomía poblana y mexicana: el Chile en Nogada, cuya leyenda cumple 200 años en el 2021.
Este platillo solo se prepara y come en esas fechas y para que sea un verdadero Chile en Nogada debe ir capeado y cumplir con ciertos ingredientes, pues la nuez de castilla con la que se hace la salsa que lo baña, la manzana panochera, la pera lechera (del relleno) y la granada (decorado), únicamente se cultivan en este lapso de tiempo.
En septiembre, con la cosecha de elotes es común encontrar puestos que venden Chileatole, un atole verde que toma dicho color con el chile poblano con granos de elote.
En octubre se abre la segunda gran temporada gastronómica. Se puede saborear el huazmole o mole de caderas. El platillo se prepara con carne de chivo, semillas de guajes y una salsa de chile serrano seco. El chivo que se usa para el platillo llevó una crianza especial a base de hierbas y sales, lo que le da su característico sabor fuerte a la carne.
Sabores que se disfrutan todo el año
Los sabores que se pueden disfrutar todo el año son las chalupas poblanas, tortillas bañadas con salsa y carne desmenuzada; el mole poblano, una mezcla de más de 20 ingredientes, principalmente chiles y condimentos, además de chocolate que le da un sabor dulce pero picoso.
Otro plato para todo el año es la cemita, originaria en el antiguo mercado La Victoria, rellenas de aguacate, queso y pápalo (un quelite) que le da su singular sabor. Se pueden agregar otros ingredientes como cebolla, chipotle y aceite de oliva.
En la gastronomía callejera otros manjares son los molotes rellenos de tinga poblana (jitomate, pollo y chipotle) o las gorditas elaboradas con masa rellena de fríjol, aplanada y cocidas en comal, encima se les pone salsa, queso y cebolla.
Los tacos árabes resaltan en los trompos del Centro Histórico. Un platillo que llega a la ciudad de la mano de familias iraquíes refugiadas a principios del siglo XX.
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