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Sacerdote retoma misiones en centros penitenciarios interrumpidas por pandemia

El sacerdote Arturo Guerra encabeza misiones en los Ceferesos al menos en dos ocasiones al año; la primera regla es no preguntarle a los presos por qué están ahí.

Ciudad de México /

El confinamiento para evitar los contagios de covid-19 ha dificultado o, en casos extremos, ha despojado a las personas privadas de su libertad de la oportunidad de ser visitados por sus familiares, o de misioneros y voluntarios, que les prestan consuelo espiritual.

La pandemia impidió que la misión liderada por el padre Arturo Guerra, un sacerdote miembro de la congregación religiosa Legionarios de Cristo, se llevara a cabo en la Semana Santa de 2020 y el verano de ese mismo año; sin embargo, la ha podido retomar en 2021.

Además de ser director de la escuela Cumbres Cancún, desde 2013, el sacerdote encabeza misiones en los Centros Federales de Readaptación Social (Ceferesos) al menos en dos ocasiones al año. Desde la primera misión hasta 2018, éstas se efectuaban en Las Islas Marías, pero al cerrar ese penal en 2019, las misiones se trasladaron a otros centros.

Tuvieron que interrumpir las misiones por la pandemia. (Cortesía)
Tuvieron que interrumpir las misiones por la pandemia. (Cortesía)

-¿Cuál es el objetivo de estas misiones?

Estas son misiones de jóvenes, generalmente son de universitarios que en pequeños grupos dedican un momento de sus vacaciones de verano o de Semana Santa para ir a una cárcel. Normalmente visitamos una cárcel federal y es una experiencia de convivencia, de estar con las personas privadas de su libertad para organizarles actividades dinámicas, más allá de actividades abiertamente religiosas. También hacemos talleres vinculados a los talentos y las carreras que estudian los jóvenes que asisten. Además de que convivimos con ellos, les escuchamos mucho. Cuando se puede, dedicamos algún tiempo para comer con ellos en su comedor, la comida que comen; a veces no podemos los tres alimentos del día, pero aunque sea uno.

-¿Cómo es la logística? ¿Ingresan todos los días o salen hasta que termina la misión?

Hemos hecho de dos tipos: una es que entramos y si la misión dura ocho días vamos a estar adentro todo el tiempo que dure la misión y también hemos hecho algunas donde se hace en cuatro o seis sábados.

-¿Cómo sortearon el tema de la pandemia con las misiones?

Cuando empezó la pandemia obviamente se suspendieron las misiones, no se podía hacer ningún tipo de actividad; pero en esta última Semana Santa hicimos una primera experiencia piloto, obviamente con un montón de cuidados, precauciones, restricciones y pudimos hacerlo en una cárcel donde en el momento en el que fuimos no tenían una situación de contagios. La verdad, gracias a Dios, fue un gran éxito, por esa parte sanitaria porque ni les llevamos el virus ni ningún misionero resultó infectado.

-¿Cuáles son sus protocolos sanitarios?

Los centros penitenciarios tienen todo un filtro en la entrada, es una revisión exhaustiva, es una entrevista, un formato que tienes que llenar. Es una constante revisión por si alguien tiene síntomas. Eso por fuera, pero una vez adentro hay otra serie de controles para ingresar a cada una de las áreas de los centros.

-¿Qué actividades no pastorales llevan a cabo con los reclusos?

Normalmente, se realizan los talleres según lo que cada joven sabe hacer; por ponerte un ejemplo: una vez fue un rescatista y dio un pequeño taller de primeros auxilios, muy pequeño porque solamente tuvimos tres sesiones de una hora. Tuvimos también el taller de papiroflexia, porque iba una misionera que era muy buena para hacer figuras de papel. Tuvimos también un taller muy interesante de filosofía con una estudiante; un taller de dibujo con un chavo muy bueno para dibujar. También dimos un taller de finanzas básicas y lo impartió alguien que estudiaba un tema económico. Entonces, la verdad, es un abanico bastante amplio. Digamos que cada misión es distinta porque los grupos de misioneros son distintos.

-¿Cómo se inscriben estos jóvenes para ir a las misiones?

Ahora que yo trabajo en la escuela Cumbres de Cancún les hago una invitación abierta en la escuela. Solamente se puede ir si se es mayor de edad, entonces sólo se puede llevar a quienes están cursando el último año de la prepa, siempre y cuando sean mayores de 18 años. A veces hay jóvenes que les late y hay otros que sí les llama mucho la atención pero no cuentan con el permiso de sus padres, porque también es todo un tema, el que los papás se pueden imaginar que de esta actividad puedan gestarse muchos miedos y temores. También hay jóvenes que se enteran por alguien o por un amigo que ya fue a una de las misiones, nos escriben y se ponen en contacto con nosotros, además de las redes sociales.

-¿Qué ha sido lo más difícil de coordinar en estas misiones?

Lo más difícil es la conformación del grupo, porque tienen que coincidir muchas variantes; por ejemplo, que el chavo quiera ir, eso es lo más importante y luego, que le den permiso. Una vez que da ese paso y que vence sus miedos, estamos del otro lado; sin embargo, siempre hay jóvenes que se apuntan, pero el último día o dos días antes de la misión, algo les genera temor o alguien les dice algo y dan marcha atrás. Esa es la parte más difícil.

-¿Qué es lo más padre de las misiones?

Una vez que empieza la misión todo fluye y la respuesta de las personas privadas de la libertad siempre es evidentemente positiva; ellos como que no creen que haya jóvenes que simplemente vayan a visitarles, a estar con ellos y les preguntan una y otra vez '¿por qué vienen?' Casi, casi preguntando ¿quién les paga por hacer esto? y los misioneros responden que no, por el contrario, ellos tienen que sufragar los gastos del viaje, de hospedaje y de la misión, les explican que están ahí en vez de estar en la playa en sus vacaciones y ese tema les llega mucho a las personas privadas de la libertad y entonces todo lo que les ofrecemos, lo reciben con un agradecimiento muy grande y se suman a todas las actividades, son muy entusiastas y tratan de aprovechar todo lo que hacemos.
Hay momentos en los que hay una dinámica muy interesante, donde hay preguntas de los dos lados: los jóvenes preguntan algo y ellos responden; cuando terminan de responder ellos les preguntan a los misioneros. Esa dinámica es muy interesante porque es un encuentro entre dos mundos totalmente distintos, dos realidades; van juntos descubriendo que en el fondo todos son seres humanos tengan o no uniforme de preso o estés "aparentemente" libre fuera de la cárcel o dentro, al final se dan cuenta que hay muchísimas más cosas que les unen.

-¿Les llegan a tocar el corazón a las personas privadas de su libertad?

Por ejemplo, hubo una vez un preso que le dijo al joven 'yo tengo un hijo de tu edad y viéndote a ti me imagino a mi hijo. Haría cualquier cosa por poder estar con él y por mis errores no lo puedo hacer'. Esto llena de esperanza, poder ver que hay jóvenes que vienen, que ayudan y que tratan de poner su granito de arena para hacer cosas buenas en el mundo.

-¿Cuál es la misión que más se lleva en el corazón, la más entrañable?

Es una pregunta difícil, porque cada misión es única e irrepetible. Pero si hay que escoger una, pues la primera experiencia siempre deja una huella particular porque íbamos a ver a qué nos enfrentábamos ¿cómo era el lugar? ¿Cómo se podían desarrollar las dinámicas? Gracias a Dios por el número de misiones pues se aprende para la siguiente, ir perfeccionando el modo en el que se lleva la misión.

-¿Qué aprendizaje le han dejado estas misiones?

Empiezas a valorar mucho lo que tienes, te hace mucho más comprensivo con las personas, porque siempre está la tendencia de la gente que piensa'claro, yo estoy súper ya porque estoy afuera y tú eres malo y estás aquí encerrado'. Y ese es un prejuicio que hay que vencer.
Por ejemplo, la misión no funciona si se hace la pregunta prohibida, la que nadie tiene que hacer a una persona privada de la libertad '¿por qué estás aquí?' Esa es la pregunta que todo el mundo trae en la punta de la lengua y que todo el mundo tiene la curiosidad por hacer. Porque cuando alguien se acerca a un centro penitenciario, pues lo primero que empieza es a hacer como un análisis y decir 'mira, este sí tiene cara de malo o mira este tiene cara de buena gente'.
Entonces ¿por qué está aquí? ¿Qué habrá hecho? Eso es como espontáneo y natural que la gente lo haga, eso en la misión lo tenemos totalmente prohibido y trabajamos para que no vayamos con ese enfoque. Porque si fuéramos con ese enfoque se convertiría en una especie de visita de zoológico; por decirlo de manera cruda es como si alguien dijera 'Hola, soy investigador y vengo a estudiarte y observarte y a ver cuál es el comportamiento extraño de una persona que no tiene libertad' y nosotros no vamos así, nosotros vamos sin que nos importe ¿Quiénes son? ¿qué han hecho? ¿qué tanto fue lo que hicieron? ¿Cómo lo hicieron? Eso nunca lo ponemos sobre la mesa, lo curioso es que como se va creando un vínculo de confianza, pues de repente algunos de ellos ya te comienzan a contar sus historias:

-¿Hay capacitación a los misioneros?

Procuro, aunque no siempre se puede por lo mismo de la dificultad para conformar el grupo. Lo ideal es tener unos cursos de capacitación como un mes antes. Pero cuando eso no es posible, obviamente sí hay una plática muy importante: la lección uno es nunca se le pregunta a la persona privada de la libertad por qué motivo está ahí, y luego llegando al centro penitenciario, antes de empezar, nos dan una capacitación por parte de las autoridades y todos los días hacemos una revisión de cómo vamos y de cómo va a ser al día siguiente.
Aquí se juega con la actitud en la que llega el grupo, si van con la actitud de aquí estoy quiero ayudar y quiero servir, quiero ser un instrumento, pues la misión funciona, pero si alguien va con las ganas de flojear o de ser un turista, la misión no va a salir bien.

-¿Cuál es el futuro de estas misiones?

Que sigan y que se puedan multiplicar, que haya más manos, que haya más personas que quisieran hacer esto. Obviamente en el mundo de la penitenciaría hay muchos esfuerzos: la labor de la iglesia, en muchas diócesis hay todo un comité de labor penitenciaria, hay capellanes que visitan las cárceles, hay grupos de oración, grupos de personas que van y que atienden las necesidades materiales y se hace mucho de distintas trincheras. Entonces esto que hacemos es algo pequeño. Por ejemplo, si una cárcel tiene mil 500 personas, nosotros solamente podríamos trabajar con 150. Eso quiere decir que con las otras que viven ahí no pudimos ni siquiera saludarlos, porque materialmente no da ni el tiempo ni el número de jóvenes que llevamos.

-Algo que desee agregar.

Una frase de Jesús que después fue retomada como una de las acciones de misericordia corporales. Cuando Cristo habla del juicio final hace un repaso de las preguntas que nos van a hacer para entrar al paraíso: ahí tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, la última es "estuve en la cárcel y me fuiste a ver". Esa es la esencia de la misión, la gran mayoría de los jóvenes que van no tienen esa parte de fe y sin embargo quieren hacer cosas muy interesantes, pero normalmente la mayoría que se apunta tienen esta perspectiva de fe y constancia de que se van a encontrar a Cristo que se está escondiendo en el encarcelado.

DMZ

  • Graciela Olvera
  • gracielaholvera@gmail.com
  • (Ciudad Nezahualcóyotl, 1992) Reportera multimedia especializada en temas religiosos y contar historias del día a día en la Ciudad de México. La FES Aragón, CIDE y la Anáhuac, mis escuelas… "El periodismo no se va a librar tan fácil de mi".

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