El turismo de nostalgia atrae 21 millones de paisanos

El visitante de origen mexicano, calculan los expertos, desembolsa unos 500 dólares por persona.

Turismo en México. (Diseño: Óscar Ávila)
México /

En cuanto Efraín Marín recibió los documentos que le permitirían entrar y salir de Estados Unidos hizo un pacto con su esposa: conocer los 132 pueblos mágicos que tiene México. 

De eso hace una década y ese compromiso sigue en pie. Cada año regresan al país y van de aquí para allá, de la Sierra de Querétaro a Tula, Tamaulipas e Hidalgo; de Amealco a Xochimilco; Tlahuiltepa y Puebla…

Así han soltado de sus bolsillos parte del dinero que aportó a los 26 mil 346 millones de dólares por concepto de turismo en México que, según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi), representan un alza anual de 20.3 por ciento, comparado con los 18 mil 487 millones de dólares recaudados en 2021.

Las cifras oficiales detallan que en 2022 hubo 38.3 mil viajeros extranjeros y que el gasto medio por turista alcanzó los 687 dólares. El visitante de origen mexicano, calculan los expertos, desembolsa unos 500 dólares por persona.

En 2022 hubo 38.3 mil viajeros extranjeros | Foto: Andrés Lobato

Las estadísticas no clasifican el origen étnico de los visitantes, pero instituciones independientes, como El Colegio de la Frontera Norte (Colef), han hecho un cálculo para determinar el porcentaje de las divisas turísticas y la conclusión es que la mayoría de los paseantes son paisanos y/o sus hijos. O los hijos de sus hijos, de primera, segunda y hasta tercera generación.

“De acuerdo con una encuesta que hemos hecho en la frontera, calculamos que el 57 por ciento de los visitantes son de ascendencia mexicana, que busca el reencuentro con la matria”, dijo Nora Bringas, especialista sobre el tema del Colef y coautora del libro ‘Nuestras Fronteras del Norte’.

Esto significa aproximadamente que, del total de 38.3 millones de visitantes, alrededor de 21.8 millones son paseantes “de nostalgia”, de acuerdo con la investigación del Colef.

El Banco de México determina que un turista es aquel viajero que extiende su estancia en el país de 24 a más de 72 horas.

Los Marín invierten mucho más que eso. “Vamos de vacaciones y, cuanto podemos, en verano, en Semana Santa o Navidad. Extrañamos la tradición, la tiendita, los puestecitos”, detalla Efraín, quien trabaja en mantenimiento industrial de refinerías y plantas químicas en Texas.

“No nos gusta la playa, pero sí ir a los pequeños lugares, despertar y buscar un puesto de jugos de naranja para desayunar, ir a los mercados a tomar un helado, a la fondita, a la plaza y los taquitos callejeros: eso es México, eso es lo que se extraña”.

La familia gasta en cada viaje alrededor de mil dólares por persona, además del boleto de avión, un gasto que celebran porque creen que su derrama económica llega a los lugares donde se necesita y no precisamente a las grandes cadenas de hoteles, donde gastan los turistas internacionales que prefieren la Riviera Maya, Puerto Vallarta o Oaxaca.

Nora Bringas, del Colef, coincide en que el turista de origen mexicano mantiene esa diferenciación respecto al resto de los paseantes de otros países y particularmente de los anglosajones, que integran el otro grupo que más visita a México.

No los espantan las alertas gringas


La especialista afirma que los paisanos se arriesgan más; los otros, no salen de ciertas áreas donde se sienten seguros mientras los mexicoamericanos tienen un espacio de desplazamiento más amplio dentro de las ciudades y la provincia.

En el Colef se dieron cuenta de eso desde 1987. Resultaba “muy extraño” que, a pesar de que Estados Unidos emitía alertas de viaje para que sus ciudadanos no visitaran ciertas zonas y las fronteras, el número de turistas aumentaba.

“Siempre [ese gobierno] ha hecho campañas para que no vengan sus ciudadanos, entonces decidimos hacer un estudio sobre el turismo local en Tijuana (que concentra el mayor número de ingresos en toda la frontera) y por primera vez se integró en una encuesta el origen étnico”, recuerda.
“Así, confirmamos que se trata de nostalgia: la nostalgia atrae porque la gente busca esos lazos que perdió”.

Esa búsqueda se ha mantenido constante desde aquellos años ochenta, a pesar de la inseguridad de ciertos lugares del territorio mexicano, que se ha multiplicado a lo largo de tres décadas.

Con todo, a fines de julio pasado el titular de la Secretaría de Turismo (Sectur) hizo un corte sobre lo que representa el sector para el Producto Interno Bruto (PIB) y lo calificó como “una trayectoria sostenida de recuperación” con un aumento de 8.4 por ciento con relación al mismo periodo del año pasado, después de una pausa por la pandemia y las cifras de asesinatos al alza.

“La inseguridad no va a detenernos”, subraya Efraín Marín. Este migrante de 49 años sostiene que las condiciones de riesgo de viajero en México es algo que no lo detiene y asume que tanto su esposa como él quiere convivir con los suyos en Tamaulipas y en Querétaro, además de su persistente proyecto de conocer los pueblos mágicos del país.

Con todo el riesgo latente, poco a poco han explorado más lugares en diversos estados, incluso aquellos donde la violencia se ha ensañado más en los últimos años como Morelos, Guanajuato, Michoacán y Guerrero.

Las estadísticas no clasifican el origen étnico de los visitantes | Foto: Andrés Lobato

Contrario a las advertencias de no ir a estas zonas, fueron para allá con algunas reglas básicas: no viajar de noche, no hacer paradas innecesarias, evitar el uso de dinero en efectivo y memorizar al menos tres contactos en caso de emergencia.

De cualquier forma, no pasó nada terrible; al contrario, conocieron lugares extraordinarios que jamás hubieran imaginado como el hermoso paisaje semivirgen del Pacífico michoacano y guerrerense; las bondades de la gente; los sabores culinarios más desconocidos.

En cambio, atravesaron por dos experiencias no muy placenteras en otras geografías. 

“La última vez que fuimos nos pararon en la frontera, un grupo armado que se presentó como La Gente y nos pidieron 300 dólares, pero al final aceptaron mil pesos; en otra ocasión, en Amealco, no pusieron piedras en el camino y nos echaron el carro de frente, pero logramos esquivar esos obstáculos”, relata.
Los Marín viajan por carretera porque la mamá tiene miedo a los aviones. “Es un riesgo que tomamos porque, si no, no iríamos nunca. Hago chistes, canto y por dentro estoy muerto de miedo. Mis hijos han aprendido desde chiquitos que en México es diferente a Estados Unidos y en cuanto entran al país, avientan su Nintendo debajo del asiento y miran a la policía y esconden su reloj, pero disfrutan otras cosas”.

México para los hijos


La hermana de Cristiana Cordero murió de cáncer en 2018. El fallecimiento causó mucho impacto en la familia y de manera más profunda en la migrante que vio todo a distancia. Oriunda de la Ciudad de México y radicada en Rome, Georgia, Cristina sufrió sin poder regresar por su condición migratoria.

Para mitigar ese impacto de tener a los suyos tan lejos decidió desde entonces enviar a México cada verano a su hijo Benjamín Driggs. “Si yo no puedo, quiero que él conviva con mi papá y mi mamá y la familia”, dice con un dejo de resignación.

El niño hoy tiene 13 años y lleva cinco viajes. Hace un vuelo directo de Atlanta a la capital mexicana. Su madre tiene que pagar una cuota extra por la atención de la sobrecargo, el boleto redondo y los viáticos que el chico gasta en los paseos con la familia: la abuela vive en la Ciudad de México, una tía en el Estado de México, el abuelo en Hidalgo y otro tío en Querétaro.

El puberto va de un lado para otro, retoza, y al final desembolsa alrededor de mil 500 dólares en los dos meses que pasa en suelo mexicano. La madre suelta esa plata con gusto.

“Que mi hijo conozca la vida de sus abuelos, los disfrute, y que vea la vida de México no tiene precio”, concluye sobre el esfuerzo que tiene que hacer en su trabajo en la construcción, donde hace pintura y decoración de interiores desde que emigró cuando quebró su negocio de ensamble de computadoras en la Plaza de la Computación, en el Centro Histórico de la capital, tras estudiar Sistemas de Control en el Politécnico.

El pequeño Benjamín es uno de los 11 millones de extranjeros que llegaron en avión hasta el mes de agosto de 2023, procedente de Estados Unidos, según la Unidad de Política Migratoria. Siguiendo la fórmula del 57 por ciento del Colef, los paseantes de origen mexicano desde EU que llegaron el pasado verano vía aérea fueron aproximadamente 6.27 millones.

La población de segunda y tercera generación de mexicanos en Estados Unidos ha crecido sustancialmente en las últimas tres décadas: de 5.5 y 5.9 millones en 1994 pasó a 12.1 y 13.2 millones en 2017, según cálculos del Pew Center, la más importante institución sobre el tema con base en el censo oficial.

Los padres de esas generaciones quieren que sus hijos conozcan su país de origen. Para Cristina Cordero, el dinero que cada año da su hijo para gastar en México significa también engancharlo con la cultura.

“Su español ha mejorado y su orgullo por México, sin duda. Eso ha sido muy importante porque él siendo hijo de madre mexicana como que no es suficiente, como que dice ‘mmh’, pero la convivencia, la fiesta, la manera de ser de los mexicanos, ha ayudado”.

La biculturalidad nutre la personalidad


La madre cree que hasta la adolescencia de Benjamín es diferente a la de muchos de los amigos estadounidenses, que son más serios y ensimismados. El suyo es rumbero, dicharachero, amiguero y “eso lo aprendió de México”.

Por esa experiencia, Cristina Cordero convenció a su prima que vive en Nueva York para que enviara a sus hijos con los papás. “Ese viaje le cambió la vida a mi sobrina. Ahora en lugar de la fiesta de XV años quiere ir todo un verano a recorrer México”.

El perfil de este tipo de “nostalgia heredada” representa todo un reto para las empresas turísticas porque estos visitantes no necesitan agencias de viaje, planean su viaje para llegar con sus familiares, a sus propios terruños y no se distinguen a simple vista, físicamente son como otros mexicanos aunque tienen necesidades específicas.

Isidoro Bautista, emigrante de Hidalgo radicado en Atlanta, dice que su interés particular es que sus dos hijas, Elexa y Grace, se empapen de la gastronomía y la cultura prehispánica.

Con apoyo de sus hermanos e internet, él mismo hace los ‘tours’, ya a Teotihuacán, Estado de México, a Tajín, en Veracruz, o a la Huasteca hidalguense para ver los Prismas Basálticos, entre otros.

“Este año regresaron 20 días después de que iniciaron las clases aquí en Estados Unidos porque queríamos que aprovecharan al máximo, creemos que sí hay oportunidad de ponerse al corriente en la escuela, pero el viaje les va a dejar más”, afirma. “Y ya estamos planeando el del próximo año”.

Las posibilidades que ven los propios migrantes son infinitas: de la simple diversión como turistas a reconocer lo que quieren hacer con esa biculturalidad a futuro. No descartan que sus hijos, incluso, quieran estudiar allá en un futuro, vivir el Sueño Mexicano.

En tiempos recientes, la Secretaría de Turismo federal llevó a Los Ángeles una feria especializada en Pueblos Mágicos, en la que participaron empresarios, aerolíneas, agencias para el retiro, transportistas… todo con foco en la población de origen mexicano.

Pero más allá de las intenciones empresariales y la Marca México, los analistas consideran que falta investigar más. Nora Bringas, la analista del Colef, sugiere a las autoridades dar un vuelco a sus objetivos y conocer mejor a los visitantes de origen mexicano cuya nostalgia contagia a sus hijos e incluso a otros perfiles de latinos.

La Secretaría de Turismo, a través del Inegi, sólo clasifica hasta ahora a los turistas como internacionales, de internación aérea y terrestre; peatones, automovilistas; excursionistas internacionales o fronterizos, pero a los estadounidenses… ¡no les pregunta por su ascendencia!

“Estadísticamente sería muy útil que las autoridades hicieran lo posible por saber el origen de los visitantes y retomara esta información para determinar cuál es el mercado que tiene enfrente”.

HCM


  • Gardenia Mendoza
  • Periodista especializada en temas migratorios y en la relación de México con Estados Unidos. Ha sido corresponsal para medios internacionales en radio, prensa escrita y TV. Hoy forma parte de coberturas especiales de 'Milenio'.

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