Conocido por su gusto por el rock, las chamarras de piel y las motos, el senador de Movimiento Ciudadano Juan Zepeda relata cómo tuvo que migrar en su juventud a Estados Unidos, donde lavó platos y repartió pizzas para salir adelante.
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El legislador profesa la religión católica, con una especial devoción al Santo Niño de Atocha. Al levantarse y antes de dormir hace una oración. “Me pongo en las manos de Dios”, dice, y hasta en funerales le ha tocado dar el rezo.
Es originario del municipio de Nezahualcóyotl, Estado de México, donde fue candidato a la gubernatura por la oposición en 2017. Fuera de sus funciones, gusta de leer, ejercitarse y estar con la familia; sin embargo, extraña ir al cine y al teatro, actividades que realizaba frecuentemente antes de que se desatara la pandemia.
No carga consigo amuletos ni pulseras rojas para evitar las malas vibras, pero sí una crema humectante para los labios, por si se le parten.
¿Cómo fue tu infancia?
Muy padre, aunque tuvimos muchas carencias; mi papá era campesino y mi mamá se dedicaba al hogar y a cuidar a sus ocho hijos.
¿Y el tema de la educación?
Con amor, pero con mucha disciplina. Nos inculcaron el respeto y mi madre era muy religiosa.
¿Había castigos?
Como mi madre era muy religiosa, los castigos eran: “ven, te portaste mal, te rezas tres padres nuestros”. “¡Qué hiciste esto!... Rezas un rosario... Te quedas hincado...”.
¿Profesas el catolicismo?
Sí, sé rezar. Tengo una costumbre: mi mamá me enseñó a rezar una oración que se llama el Día Primero, se hace cada inicio mes. Es una oración a la Divina Providencia. Tengo el librito original y es una reliquia, pues la primera edición fue de 1865. También tenemos una imagen de la señora del Refugio, de 1800.
¿Ha puesto en práctica sus rezos bajo otras circunstancias?
Un día fui al velorio de mi comadre y no había quién diera el rosario, entonces me asignaron esa labor. Cuando me levanto y acuesto hago una oración y me pongo en las manos de Dios.
¿Tiene algún recuerdo que aún le duela?
Cuando mataron a mi hermano a los 19 años en una riña. Mi mamá se volcó a cuidar al resto de hijos y nos llevaba a misa cada domingo.
¿Cómo llegó a EU?
Me fui de mojado en la década de 1980, con uno de mis hermanos. Entonces ni había vigilancia en la frontera; llegamos a California, nos fuimos a la pisca de fresa, lechuga y cebolla. Estuvimos por allá seis meses.
¿Qué recuerdos tienes de eso?
Era un trabajo horrible, siempre bajo el sol.
¿Cuál fue el propósito de cruzar la frontera?
Pues le dije a mi hermano que quería irme a EU para aprender inglés, pero la verdad es que había muchas carencias en la casa.
Mi hermano quería que yo desistiera de quedarme en EU porque recién salía de CCH Oriente y tenía pase directo a la Facultad de Derecho de la UNAM. Mis hermanos siempre fueron migrantes; en mi familia nadie había estudiado a nivel universitario, nadie se había graduado, entonces yo era la ilusión de ellos.
¿Tuviste otros empleos además del campo en EU?
También trabajé en un Denny’s (restaurante), donde era lavaplatos y hacía el servicio; poco después, mi hermano me dijo que había un conocido que tenía una pizzería, entonces me puse a repartir comida y ahí comencé a manejar motocicleta.
¿Cuál es tu pasatiempo?
Hice teatro en Estados Unidos, tengo varios años de formación en ese rubro. En un momento practiqué Teatro Campesino, con la vena chicana de Luis Valdés. Desde entonces voy mucho al teatro, ahora mismo lo extraño.
¿Practicas alguna actividad deportiva?
Toda mi vida he hecho deporte. Jugaba futbol en los campos llaneros, actividad por la cual me han operado dos veces la rodilla. Me rompieron el ligamento jugando, hasta ese momento era buen delantero, pero al final terminé como defensa central.
Practiqué boxeo de forma amateur; después natación y correr. A veces, antes de llegar al Senado, me aviento cinco o 10 kilómetros en la Alameda Oriente.
¿Comida favorita?
Soy muy taquero, no puedo dejar la mexicanidad. Mi lugar favorito es un local al que le llamamos “El taco de los güeros”, que está en Cuauhtémoc y Segunda Avenida. Los preparan de cabeza y de suadero; para mi gusto son los mejores de Nezahualcóyotl.
¿Alguna lectura preferida?
El vendedor de silencio de Enrique Serna y Pedro Páramo de Juan Rulfo; me gustan porque mis papás son de Valparaíso, Zacatecas, una provincia pobre y desértica, y cuando esas obras describen esos paisajes de Comala, con su gente, yo estoy en el pueblo de mis papás. Me identifica con mis raíces y orígenes.
¿Portas alguna imagen?
Soy devoto del Santo Niño de Atocha y tengo en mi cartera una imagen de éste.
¿Y amuletos?
Nada, ni siquiera uso relojes, pulseras ni nada, pero siempre me van a ver con una crema humectante, porque en Neza, desde niños, hacía mucho sol y se te partían los labios.