“Los cristeros se levantaron con razón contra Calles”: Jean Meyer

Entrevista

Al cumplirse 50 años de la primera edición de La Cristiada, el historiador señala que el gobierno y la Iglesia mexicanos “aprendieron la lección” y se reforzó de forma positiva el Estado laico

El investigador afirma que en la actualidad, la jerarquía católica es “muy prudente” con la presidencia de AMLO. Claudia Guadarrama
Ciudad de México /

A casi un siglo del inicio de la guerra cristera (1926-29) y a 50 años de la publicación de la primera edición de los tres tomos de su obra La Cristiada, el historiador Jean Meyer considera que los católicos tuvieron razón en levantarse en armas contra el gobierno de Plutarco Elías Calles que los perseguía.

“Estaban en su derecho, no tenían otra salida”, comenta el autor de 1. La guerra de los cristeros, 2. El conflicto entre la Iglesia y el Estado (1926-1929) y 3. Los cristeros, la trilogía que Siglo XXI Editores publicó en 1973 y que reedita por tercera ocasión porque mantiene su vigencia, según el historiador.
“Faltó conocimiento de la dimensión religiosa del pueblo mexicano (al gobierno). El conflicto religioso en México tuvo muchísima resonancia e impacto por el carácter universal de la Iglesia católica. Con el fusilamiento de Miguel Agustín Pro y sus hermanos tras un atentado contra Álvaro Obregón, el presidente Calles cometió un error garrafal. Sus asesores le aconsejaban llevarlos a juicio, pero se negó, ordenó fusilarlos de inmediato y llamar a la prensa para que vieran que no le temblaba la mano.
“Las fotos aparecieron en las portadas de periódicos de todo el mundo, con el resultado de que el mundo descubrió el conflicto religioso en México, con dos visiones del país: su gobierno, maldito, dictatorial, horrible, cruel; y, por otro lado, un pueblo admirable de cristianos mártires, como los primeros cristianos ante Nerón. Y esa es la imagen del México violento que sigue a la fecha”, expone.

En entrevista, el escritor recibe a este reportero con su más reciente publicación Historia religiosa de Rusia y sus imperios (Siglo XXI, 2022), donde demuestra con una carta que Vladímir Lenin ordenó en la URSS fusilar a sacerdotes y acabar con la religión, y le obsequia un ejemplar de El celibato sacerdotal (Tusquets, 2020), que dice que “no ha gustado mucho a los obispos mexicanos”, reacios a que se toque ese tema, “aunque sea este un punto de derecho, no artículo de fe”.

Meyer (Niza, 1942) expone que, aunque cuando escribió los tres tomos no había apertura en los archivos de Iglesia ni del Estado mexicano como ahora y parte de su investigación tuvo que recurrir a la historia oral, casi todo lo escrito en ellos se ratificó y lo mínimo que tuvo que actualizar, lo hizo.

Para el historiador, después de las dos guerras cristeras (1926-29 y 1932-38) tanto el gobierno como la Iglesia católica mexicanos “aprendieron la lección” y se reforzó de manera positiva el Estado laico.

“La consecuencia positiva del conflicto, con toda la tragedia que pudo evitarse con un poco de buena voluntad, es que la virtud del Estado laico es que religión y política no se mezclan. El Estado aprendió la lección: no hay que tocar el tema religioso, no hay que molestar la fe de la gente, porque es peligroso. Y la Iglesia aprendió la lección de evitar toda contaminación política, que no la puedan identificar con algún partido; ni siquiera el PAN se atrevió nunca a decir que es católico. Esa es la dimensión positiva que dejó la Cristiada, el verdadero Estado laico es esto: no se debe dar registro a partidos que invoquen la religión en su programa o definición”, afirma Meyer, que admite que sí hay un partido religioso, Encuentro Social, aliado hoy de López Obrador, al que nunca se le debió dar registro.

Reconoce que los acuerdos firmados por Emilio Portes Gil en junio del 29 no reconciliaron al país.

“Hay que esperar a Lázaro Cárdenas. Mi admiración por Cárdenas es eso: la nacionalización del petróleo, la reforma agraria, son cosas grandes pero la paz religiosa es mucho más grande”, señala.

Incluso asegura que desde el fin del último levantamiento hasta 1991 que el gobierno de Carlos Salinas (1988-1994) reformó la Constitución en relación al culto religioso, las relaciones entre gobierno e Iglesia fueron excelentes, al grado de que en el sexenio previo de Miguel de la Madrid (1982-1988), su secretario de Gobernación, Manuel Bartlett (hoy director de la Comisión Federal de Electricidad), se reunía con el delegado apostólico Girolamo Prigione para mantener a raya las protestas de sacerdotes.

“Del 38 al 91, cuando Salinas reforma la Constitución, las relaciones son excelentes, tan es así que cuando fue el fraude electoral en Chihuahua en 1986 en tiempos de De la Madrid, el arzobispo (Adalberto Almeida y Merino) ordenó la suspensión del culto al domingo siguiente de los comicios en protesta. El secretario de Gobernación, que era entonces Manuel Bartlett, tiene miedo, piensa en otra Cristiada, corre con el delegado apostólico, el tristemente famoso Girolamo Prigione, y éste habla a Roma y el papa Juan Pablo II le habla al arzobispo y le ordena no suspender el culto. Luego me enteré que prácticamente una vez a la semana Bartlett y Prigione desayunaban juntos en El Cardenal a tratar esos asuntos. O sea, estuvieron trabajando juntos Bartlett y Prigione”, comenta el historiador francés.

Sobre la relación actual de Andrés Manuel López Obrador con la Iglesia católica, sostiene que ésta ha sido muy prudente con la gestión del tabasqueño e incluso favorable a su programa social cuando asumió la Presidencia.

—A la luz que arroja la historia a casi 100 años de la guerra cristera y a medio siglo de su investigación. ¿Cree que tuvieron razón los cristeros en levantarse en armas? Hoy serían señalados como fundamentalistas y fanáticos, incluso terroristas, tipo los integristas islámicos.

Razonando como historiador, alejándome del presente, es decir no pensando desde la situación actual, sino en la situación de la época, en el México de la época, que apenas todavía no acababa de salir de la etapa violenta de la Revolución, yo diría que sí, que estaban en su derecho.

En ese momento no había otra salida, no había manera. Hubiera sido necesario esperar, pero en ese momento no se sabía si Álvaro Obregón iba a regresar al poder para traer la tranquilidad. En ese momento, no había ninguna posibilidad, incluso el gobierno acababa de demostrar su violencia provocando y después aplastando el levantamiento de los yaquis en Sonora, contra los cuales uso la aviación y bombardeos con gases asfixiantes prohibidos desde finales de la Primera Guerra Mundial. No había manera.

AL RESPECTO, MANUEL BARTLETT ACLARA:

Carta.


Carta.
  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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