“Cuando tú logras ser competitivo en tu profesión, a pesar de los altos niveles de estrés o en un contexto muy agresivo, llegas a tu máxima capacidad”, asegura Santiago Fourcade, quien sin confundirse, hace dos tipos de periodismo al mismo tiempo.
Se subía al tren, luego a su bicicleta y llegaba a las instalaciones de AM Mundo, una radio muy conocida en aquellos años en Argentina. Ahí comenzó a hacer sus pininos a los 19 años, como asistente de producción de un programa de economía que se transmitía los sábados.
En ese primer acercamiento con los medios comenzó a identificar sus talentos. “Hay dones, cosas naturales que las tiene uno adentro, que terminan explotando en áreas que no te imaginabas. En mi caso, a mí siempre me gustó la prensa escrita, y me esforcé en mi primera etapa por llegar a la prensa escrita… fue casi lo último que tuve oportunidad”, comenta.
A sus 42 años, el nacido en Buenos Aires, Capital Federal de Argentina, tiene por fortaleza la generación de contenidos. “La mayor parte de mi carrera he estado detrás de cámaras, en áreas de producción, de ideas, de ver qué se puede generar. Los diferentes viajes que he hecho y la experiencia internacional me han ayudado a depender de mí mismo”.
Como freelance aprendió a escribir, a hacer fotografía y video, a venderse comercialmente y a sobrevivir. “Aunque la vida me dé golpes, tengo que caer parado y reconstruirme y seguir adelante”, se dice. Ahora es un híbrido, un periodista de la generación analógica, que domina los medios digitales.
Santiago llegó a México a finales del año 2000, para concluir su carrera en el Tecnológico de Monterrey, y decidió quedarse. “Monterrey lo elegí por algunos factores, algunos fortuitos y otras cuestiones de la casualidad. Conociendo Monterrey y sabiendo que las facilidades económicas hacen más accesible viajar y dedicarse al periodismo, decidí quedarme”, revela.
Durante cuatro o cinco años, Fourcade viajó por el mundo haciendo corresponsalías y cubriendo zonas de conflicto, pero del Noreste de México le atrajo la guerra contra el narco, a partir del 2007. “Ya no necesitaba viajar a cubrir Medio Oriente u otros lugares, sino que compañeros míos, corresponsales de muchas cadenas del mundo venían para acá y me preguntaban: Santiago, queremos ir para allá. ¿Qué debemos hacer?”, cuenta Santiago.
Así, sin viajar demasiado, se dedicó totalmente al conflicto mexicano, en la “Frontera Chica” (Tamaulipas), “El Triángulo Dorado” (Sinaloa, Chihuahua y Durango), Nuevo León y Michoacán. “Encontré en México los mismos matices que pasaban en otras partes del mundo y creí tener la fortaleza para contarlo y describirlo, sin caer en el sensacionalismo”.
Trabajar con la muerte detrás
“Llegar a un conflicto armado es para mí el desafío personal más grande que hay. Por conflicto armado puedo decir la realidad mexicana, pero vamos a tomar el estereotipo del conflicto de Medio Oriente… Cuando llegué por primera vez a Irak, a los 25 años, mi objetivo era justamente contar otras historias”, narra.
“Están las potencias, los grandes medios de comunicación, pero había muchos huecos en la comunicación y ahí me metí. Me inserté en el medio, y esto me demostró que los conflictos armados o trabajar bajo situaciones límites, donde peligra tu vida y hay altos niveles de estrés, te dan capacidad para desarrollar la profesión”.
Fourcade habla de guerras, pero este principio puede aplicarse a cualquier situación adversa. “Cualquier periodista o reportero que esté leyendo esto, lo va a entender: la parte periodística tiene que salir de manera automática, para que el resto de tu cabeza la tengas en cuestiones psicológicas”, describe.
Tomar video, saber manejar la luz, escribir una editorial o una nota de 15 mil caracteres, deben ser habilidades inconscientes. “De por sí vas a estar nervioso, te van a estar apuntando con un arma, amigos se murieron… si además de eso, tus facultades periodísticas no están al máximo, no vas a poder”, asegura.
“No puedes pensar en cómo se hace el foco o cómo hacer mejor el video al mismo tiempo que estás preocupado por tu vida. Una de las dos tiene que jalar en automático y es la parte mecánica de la profesión”.
Para los periodistas de las grandes cadenas, en los territorios en conflicto existen los fixers, esas fuentes de saber local que sirven como guías para los enviados especiales. Pero para los independientes, como Fourcade, no existe otra forma más que obtener un conocimiento genuino del conflicto a través de la gente.
“Tenemos que caminar, ganarnos a dos o tres personas para que nos puedan llevar a los lugares. Pero casi siempre necesitas ciertos contactos. En Colombia, por ejemplo, la primera o la segunda vez que fui a trabajar en un cultivo de coca, se hizo el contacto desde México con dos personas que me podían meter.
“Tienes que hacerle caso a tu instinto. Tú sabes hasta dónde sí y hasta dónde no. Uno de los errores más comunes del periodista es que se cree inmortal porque tiene experiencia y sabe cómo moverse, y hay cierta sensación de ser invulnerable que te puede costar muy caro”, dice.
“Volver a la vida cotidiana es lo más difícil”, confiesa. Visitar áreas hostiles es su terapia. Santiago entra a colonias marginadas y a cárceles, y su lenguaje corporal es el mismo. La información la concibe igual que en Libia o Egipto.
Trincheras distintas
En esta etapa madura de su carrera, Santiago se divide en dos frentes: el fútbol y la política. Así como puede escribir una columna sobre las elecciones, al rato está en su programa de radio analizando la jornada futbolera. ¿Cómo es posible? “Es una de las preguntas que me sigo haciendo hasta ahora”, confiesa.
“La respuesta que yo he encontrado es que, para mí, periodismo es periodismo. Las bases son exactamente las mismas. Viviendo en Nuevo León encontré que el futbol es piedra angular de la sociedad y que, en el periodismo deportivo se adolecía de lo mismo que en guerras o en el conflicto: contar el lado de la gente”, indica.
“Pero si tú me preguntas: ¿cuál es mi método? Es exactamente el mismo: Pégate a la gente, escucha a la gente, busca argumentos, historias, y a partir de eso se abren las oportunidades. En este momento yo tengo una pierna puesta en la política y otra en el deporte. Sigo muy metido en temas electorales, en grilla, en entender qué es lo que pasa y no dejo el futbol”.
Para Santiago, hablar de futbol es instintivo, lo puede hacer hasta inconsciente. Sus ganancias monetarias son 5 a 1, a favor del futbol. Pero si tuviera que soltar alguna de las dos, soltaría el futbol. “Aunque parezca mentira”, declara.
Ambas trincheras tienen un común denominador. En el debate con colegas y amigos, se ha dado cuenta de que pocos son los que fuerzan los límites. “Son más los periodistas que quieren quedar bien para ver si en algún momento pueden lograr algo, y por eso se quedan callados”, concluye.