"La paz es necesaria, hay que construirla, pero para eso cada uno de nosotros tenemos que sentirla interiormente y luchar por ella": es el mensaje de Yasuaki Yamashita, cuya vida cambió a los 6 años de edad al convertirse en un "hibakusha" (sobreviviente de la bomba atómica).
México se convirtió en su hogar en el año de 1968 y hoy vive plenamente en San Miguel de Allende, ciudad guanajuatense que es patrimonio de la humanidad.
Un hecho que marcó la historia de la humanidad el 9 de agosto de 1945, para él se convirtió en solo el inicio de una cadena de dolor caracterizada por mala salud, hemorragias, angustia y hasta discriminación.
No obstante en medio de la obscuridad, encontró la resiliencia para llevar, a través de su historia, un mensaje de paz y de esperanza.
“Hemos estado recorriendo varias partes de México y del mundo, donde hemos hecho lazos de colaboración para advertirles al mundo del sufrimiento y el gran dolor que puede causar un acontecimiento similar al de Hiroshima o Nagasaki, no hay palabras para describir el tormento y la intención de nuestros relatos es mandar un mensaje de paz en contra del armamento nuclear”, narró.
Al momento de la catástrofe, Yasuaki tenía solo 6 años y su hogar estaba a 2.5 kilómetros del epicentro de la explosión. Para muchos, morir fue un alivio, pues la bomba originó un desabasto de comida los próximos años y una profunda discriminación hacia los sobrevivientes.
Debido a los efectos secundarios producidos por la radiación eran rechazados, relegados y, en el caso de las mujeres, los hombres evitaban casarse con ellas.
Atraído desde años atrás por su lengua y su cultura, fue en el año de 1968 que llegó a México para trabajar en las Olimpiadas que se celebraron en ese año como traductor de la delegación de deportistas de su país.
Cuando estas terminaron, sintió la necesidad de permanecer aquí e iniciar una nueva vida, desde cero; lamentablemente, los problemas de salud regresaron.
"México me dio cariño y amor, me empecé a sentir como si fuera mi propia casa, decidí quedarme y empecé a trabajar. Pero dos años después empecé a tener el mismo problema severo de anemia y empecé a vomitar sangre y evacuar sangre, me desmayaba en todos los lugares, yo ya no podía trabajar” .
Temeroso de sufrir nuevamente la discriminación, ocultó a toda costa ser un sobreviviente; no obstante, fue su confidencia a un amigo lo que cambió el rumbo de su vida.
En el año de 1995, el hijo de ese amigo le pidió que diera una conferencia sobre su experiencia como sobreviviente de la bomba atómica. Si bien se negó inicialmente, después accedió.
Para de Yasuaki Yamashita, fue muy doloroso contar lo vivido, pero cuando terminó de contarlo sintió un gran alivio, porque el dolor estaba presente, pero ahora lo había compartido.
Desde hace momento, ha recorrido países, universidades y auditorios para contar su experiencia con la finalidad de hacer un llamado a la paz y visibilizar las cicatrices profundas que deja el uso de armas nucleares.
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EHR