Científicos detectan mentiras en los ojos

El sistema es único en el mundo y tiene aplicaciones en criminalística, pero también usos empresariales e incluso sociales al percibir tendencias suicidas.

Los resultados de sus diversos experimentos han sido publicados en varios artículos científicos con seguimiento ocular. (Arturo Fonseca)
México /

Un equipo científico del Centro de Investigación en Matemáticas (Cimat) trabaja en el desarrollo de un método que supere a los existentes en detección de mentiras mediante las reacciones de los ojos. El sistema es único en el mundo y puede tener aplicaciones en criminalística, pero también usos empresariales e incluso sociales ya que buscan detectar cuando una persona tiene tendencias suicidas.

Según un comunicado de la Agencia de Investigación y Desarrollo (Agencia ID), hasta ahora el grupo de investigadores ha descubierto varias métricas a partir del tamaño de la pupila, los parpadeos y los movimientos oculares para la detección del engaño en interrogatorios.

EVASIÓN DE MÉTODOS

El doctor Hugo Arnoldo Mitre Hernández, quien dirige la investigación en la unidad Zacatecas del Cimat, existen varios métodos en la detección del engaño, pero se ha comprobado que son susceptibles de alterar los resultados. Por ejemplo, en el uso del polígrafo, un atleta de alto rendimiento puede modificar su ritmo cardiaco y eludir el registro en el aparato.

En otros procesos utilizados hasta ahora, un actor puede manipular sus expresiones faciales o un locutor modular su voz. “Pero un buen mentiroso no puede forzar el tamaño de su pupila debido a que es una respuesta neurológica del sistema cognitivo”, destacó el doctor en ciencia, tecnología e informática por la Universidad Carlos III de Madrid, España.

ENGAÑO EN LA MIRADA

Según la Agencia ID, el equipo de especialistas del Laboratorio de Computación Centrada en el Humano del Cimat realizó pruebas en 24 jóvenes de secundaria, con el propósito de reconocer características o variables de seguimiento ocular durante entrevistas para detectar la verdad, la mentira espontánea e incluso la planificada.

Para ello, en una habitación se sienta al interrogado y frente a él se coloca una computadora y a su operador.

En el monitor aparece una pregunta y se escucha una voz que interroga. Las acciones que realicen los ojos son registradas a través de un rastreador ocular que envía información a la computadora la cual va desde el tamaño de la pupila, movimiento de ojos y la frecuencia del pestañeo hasta la longitud del movimiento ocular.

Cuando el entrevistado recupera sus recuerdos para armar la mentira y poder responder, todos los movimientos oculares se modifican.

“Decir la verdad requiere más esfuerzo mental que una mentira planificada, pues en ésta la persona previamente ya pensó en lo que le podrían preguntar y en cómo contestar. En el caso de la verdad, la persona requiere recordar a detalle qué es lo que en realidad pasó para responder según las preguntas”, explicó el experto.

Una mentira improvisada requiere mayor esfuerzo mental que una planificada. Un tercer hallazgo es que la mentira espontánea necesita más esfuerzo que decir la verdad.

Mitre Hernández detalló que el trabajo se pensó en atención a los adolescentes de Aguascalientes, entidad que tiene el primer lugar en suicidios en personas jóvenes. Es así que se consideró como una herramienta que permita al psicólogo saber si una persona miente y puede poner en riesgo su vida.

El siguiente paso será desarrollar un método de uso sencillo para emplearse en interrogatorios de criminología, pero también para uso en entrevistas de recursos humanos de una industria, en supermercados para evitar el robo hormiga, así como en aplicaciones médicas o de índole familiar.

El grupo de investigadores del Cimat colabora también con al Instituto Makarenko Zacatecas para el proyecto. Los resultados de sus diversos experimentos han sido publicados en varios artículos científicos con seguimiento ocular, entre ellos “Entropy of eye fixations: a tool for evaluation of learning objects”, en la revista Research in Computing Science, en su edición de 2016.

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