Hay un “boom” permanente en la literatura de América Latina: Sergio Ramírez

Entrevista

El escritor nicaragüense acepta que la vía armada como método de cambio es un fracaso, pero defiende su halo transformador; en entrevista con MILENIO, señala que Juan Rulfo y Carlos Fuentes fueron sus grandes maestros literarios.

El autor participó la semana pasada en la Feria Internacional de Lectura Yucatán. (José González Méndez)
José González Méndez
Mérida /

A bordo del vehículo que lo trae de Tizimín a Mérida, el escritor Sergio Ramírez hunde la mirada en un punto imaginario de la carretera y pone pausa al mundo.

Cuesta trabajo pensar que este hombre alto, encorvado, de trato amable y una incipiente cojera (en agosto cumplirá 77 años) participó en un movimiento que derrocó a un dictador.

Ya no cree en la vía armada, pero hace cuatro décadas conformó la dirección política del Frente Sandinista de Liberación Nacional, el movimiento guerrillero de Nicaragua que echó del poder a Anastasio Somoza.

Unos minutos antes ha dialogado con alumnos de la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady) sobre el gran pecado de los gobiernos de izquierda en América Latina, la corrupción, y sobre el desdén de México ante lo que ocurre en Nicaragua y Venezuela.

Ahora, de regreso a Mérida, un pequeño rugido del teléfono rescata al escritor de sus propios pensamientos; revisa la pantalla, algo comenta con su esposa, la socióloga Gertrudis Guerrero, y vuelve al punto fijo de la carretera.

A veces dormita, a veces rinde el mentón en el pecho. Luego viene otra vez el rugido, otro comentario, otro retorno a la nada.

–¿Cuántos capítulos tendrá Cien años de soledad en Netflix? –pregunta a MILENIO.

–No se sabe aún.

–El director tendrá un gran reto: millones de personas hemos leído la novela y todos tenemos en la memoria una recreación distinta, personal, única.

–En México ya hubo una mala adaptación de Pedro Páramo.

–Sí, con John Gavin.

–Esa versión no gustó ni a Rulfo.

–De Rulfo prefiero El gallo de oro. Era una garantía desde el momento en que Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes se hicieron cargo del guión.

MALOS GOBIERNOS EN AL

Graznidos eufóricos de aves silvestres y la vegetación prodigiosa del Caribe mexicano —helechos, palmeras, ceibas— reciben a Sergio Ramírez en la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Uady.

En el frontispicio del edificio principal cuelga un letrero: “El tabaco rompe corazones”. Los malos gobiernos también, sostendrá el escritor minutos después en su diálogo con alumnos.

“Los gobiernos de izquierda en América Latina han decepcionado por la corrupción. El caso Odebrecht, que comenzó en Brasil con la izquierda, afectó casi todo el continente. En El Salvador los gobernantes del Frente Farabundo Martí están en prisión”.

¿Aún cree en la Revolución?

Los cambios en América Latina por la vía armada han sido un fracaso. Han causado sufrimiento, encono y atraso económico. La izquierda debe luchar por el cambio con los instrumentos que ofrece la democracia.

¿Se arrepiente de haber participado en el sandinismo?

¡No, eso es otra cosa! Arrepentirse en la vida es arar en el mar. Entré a la Revolución a los 30 años. Luché contra la dictadura de Somoza; creí en el cambio profundo que era la Revolución para transformar las estructuras sociales y económicas. Si otra vez tuviera esa edad, si las condiciones del mundo fueran las de entonces, volvería a hacerlo.

¿Cómo ve a México?

Comienza una nueva etapa de gobierno y no sabemos qué resultará. Lo que me extraña es su reciente proclama de neutralidad ante los problemas de Nicaragua y Venezuela. La estabilidad en Centroamérica es muy importante para México, porque es la mejor forma de evitar las oleadas de migrantes.

VUELTA A LA LITERATURA

Sergio Ramírez se alistó en la Revolución nicaragüense, no como guerrillero, sino como político e intelectual. Contribuyó al derrocamiento de Somoza (cuya familia gobernó 50 años) y fue vicepresidente en el gobierno revolucionario de Daniel Ortega.

La aventura revolucionaria puso en pausa su carrera literaria por 10 años. En 1990, cuando los sandinistas perdieron las elecciones, dio por muerta la Revolución y regresó a escribir. Su libro anterior, ¿Te dio miedo la sangre?, data de 1975. Dos décadas después publicó Margarita, está linda la mar, con el cual ganó el primer Premio Alfaguara de Novela. Era 1998 y eso representó su regreso a las grandes ligas de las letras.

“Para mí la literatura siempre ha sido una necesidad vital, pero descubrí que es incompatible con la política”, señala.

¿Cómo está la literatura en América Latina? ¿Vislumbra otro boom?

Hay un boom permanente de la literatura en América Latina. El boom del siglo pasado estaba basado en tres o cuatro nombres y yo tengo al menos 10 en la cabeza en este momento.

¿Hay algún autor que relea, al que vuelva siempre?

Regresó siempre a quienes me enseñaron a escribir: a Chéjov, a Las mil y una noches, a la Ilíada —que me enseñó el sentido de la aventura—, a Kafka, a Faulkner...

¿Algún mexicano?

Fuentes y Rulfo. El primero me enseñó la historia de México con sus novelas. El segundo está entre mis maestros de la adolescencia. Rulfo era capaz de bajar a la tierra, empolvarse los pies y hablar junto a sus personajes. Antes los escritores referían el mundo campesino desde la academia, usaban comillas para citar el modo de hablar indígena y casi se ponían guantes quirúrgicos. Eso de vivir en la impureza del lenguaje, que es el verdadero lenguaje, eso es Rulfo.


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