Corría el mes de marzo de 1994 cuando el grupo mexicano invitado se presentaba en el legendario Teatro El Galpón con un recibimiento cariñoso por los años en que sus miembros estuvieron exiliados en nuestro país. El marco era el gran Festival Internacional de Teatro de Montevideo, Uruguay, que durante un par de décadas organizaron los críticos teatrales. Llevábamos mi obra El ajedrecista, dirigida por Philippe Amand, actuada por Salvador Sánchez, Verónica Merchant, Álvaro Hegewisch y Adrián Joskowicz. Era la primera vez que viajaba un texto mío a un gran festival en el extranjero y, por supuesto, la experiencia resultaba deslumbrante amén de que la curaduría del mismo era excepcional. Una vez pasado el compromiso de nuestras funciones, ver todo lo que fuera posible se volvió el anhelo, llenarse los ojos con propuestas escénicas del mundo.
Y así, fuimos a dar una noche en la bella Montevideo a un teatro mediano donde se presentaría un suizo con la obra Ícaro. El pequeño suizo escribía, dirigía y actuaba: era Daniele Finzi Pasca que tenía apenas un par de años con el espectáculo y ese era su segundo viaje a América. Ya en Brasil había robado corazones un año antes.
El choque emocional que provocó Ícaro en Philippe Amand, Álvaro Hegewisch y en mí fue tal que al día siguiente, teniendo opciones para ver espectáculos inéditos a nuestros ojos, decidimos volver. Recuerdo vivamente que el enorme Ícaro-Daniele nos golpeó aún con más fuerza con lo que él denominaba “teatro de la caricia”, y me quebré en llanto a la salida del teatro.
Fue ahí, en marzo de 1994 cuando decidimos los tres traer a Daniele Finzi Pasca a México. En justicia debo decir que Amand y Hegewisch produjeron junto con Sandra Félix y María Moret mientras yo les apoyé con el manejo de medios y críticos. Y, quién lo habría de adivinar, en esa primera visita de Daniele a México, el clown suizo habría de descubrir el amor en Dolores Heredia que lo ataría irremediablemente a nuestro país. Pero esa es otra hermosísima historia.
TRASPUNTEUn cariño ganado a pulso
La reciente visita del clown, director y dramaturgo Daniele Finzi Pasca a Cancún y Ciudad de México, casi 31 años después de su primera visita, ha refrendado no sólo la belleza de uno de sus primeros espectáculos, Ícaro, sino también el enorme cariño que ha sembrado entre los artistas escénicos mexicanos y el público.