El surgimiento de la escritura
en distintas sociedades
hace unos 5,000 años
supuso un salto cuántico
para la humanidad.
La ulterior invención del alfabeto
que nos ha permitido transmitir
toda clase de información
mediante unos cuantos signos
es otro salto cuántico.
Frente a los miles de caracteres
del idioma chino —por ejemplo—
las veintisiete letras del español
—por ofrecer otro ejemplo—
significan una tremenda ventaja.
Es muy probable que el milagro
que aconteció en el monte Sinaí
haya sido la invención del alfabeto.
Allí se ha encontrado la escritura
alfabética más antigua de todas.
Un pueblo de nómadas en el desierto
dio con un sistema de escritura
pasmosamente sintético: 22 letras.
La Biblia es el primer gran texto
escrito con un alfabeto;
La Iliada es el segundo.
Pero, como dijo Sófocles,
no hay ningún advenimiento mayor
que no traiga consigo un infortunio.
Y el alfabeto no ha sido la excepción.
Frente a la totalidad de la imagen
—una percepción espacial—
el alfabeto y la escritura,
con su carácter lineal,
requieren de tiempo
para ser descifrados.
Esta manera de pensar
acabó cediendo el paso
al patriarcado, la esclavitud,
las leyes, la misoginia,
la propiedad privada,
las rígidas jerarquías,
el universo de la ciencia
la razón y la logocracia.
El pensamiento lineal
es el dominio del alfabeto
así como de los iconoclastas.
En todas las sociedades alfabetizadas
con la aparición del monoteísmo
y de un dios escrito y abstracto,
apareció el individualismo
y las diosas desaparecieron.
Lee la entrega previa de esta serie de Meditaciones en este enlace.
AQ