No es gratuito que uno de los artistas predilectos del poeta, ensayista y traductor Charles Simic (1938-2023) haya sido Joseph Cornell, el coleccionista que halló en el azar neoyorquino —en tiendas de antigüedades, en bazares ignotos, en esquinas insospechadas— los objetos que la civilización parecía haber desechado solo para que él los reacomodara en un nuevo y fascinante orbe.
Al igual que la de Cornell, la mirada de Simic proviene de la inocencia, ese estado de gracia que permite asomarse al mundo cada mañana como si recién se le descubriera; al igual que las cajas de Cornell, los poemas de Simic son la comarca que el asombro ha elegido para instalar sus pequeños milagros. La obra de este espléndido escritor oriundo de Belgrado, que en 1954 emigró a Estados Unidos junto con su madre y su hermano para alcanzar en Chicago a su padre ya exiliado, comprende una treintena de libros de poesía —uno de los cuales, El mundo no se acaba, ganó en 1990 el Premio Pulitzer— y una decena de volúmenes de ensayos y prosas, y de un tiempo a esta parte ha sido acogida en español por la editorial Vaso Roto.
En México, quienes dieron a conocer a Simic fueron Rafael Vargas, que preparó las antologías El sueño del alquimista (UNAM, colección El Puente, 1994) y El flautista en el pozo. Ensayos escogidos 1972-2003 (Cal y Arena, 2011) y tradujo el libro Una boda en el infierno (Breve Fondo Editorial, 1996); y Elisa Ramírez Castañeda, que tradujo Alquimia de tendajón (UNAM, colección Poemas y Ensayos, 1996), luminoso homenaje a Joseph Cornell. “Lo que me resulta curioso es que ya no nos asombramos de estar vivos. El asombro se está convirtiendo en una emoción cada vez más rara […] Espero permanecer abierto, experimentando tanto como pueda, incluso hacer el ridículo de vez en cuando. La única cosa que me da miedo es la amargura, la bilis acompañada de la certidumbre de que por fin he entendido todo”, llegó a decir Charles Simic cuando su trabajo comenzaba a ser celebrado en su país adoptivo, y esta declaración de principios lo acompañó fielmente a lo largo de toda su brillante trayectoria. Apenas en agosto de 2022 vio publicado el que sería su testamento poético: No Land in Sight.*
Espejos a las cuatro de la mañana
Debes acercarte a ellos oblicuamente
En cuartos enmarañados de sombras,
Echar un vistazo a su vacío
Sin que te descubran
Y devuelvan la mirada.
El secreto es
Que para ellos hasta una cama desierta resulta una carga,
Una mera vanidad.
Son más ellos mismos con
La compañía de una pared en blanco,
La compañía del tiempo y la eternidad,
Que, ruego me disculpes,
No arrojan ninguna imagen
Al admirarse en el espejo,
Mientras tú permaneces a un lado
Y extraes un pañuelo
Para secarte la frente con gesto furtivo.
*En octubre, la editorial Vaso Roto publicará No hay tierra a la vista, traducción de No Land in Sight, realizada por Nieves García Prados.
AQ