Julio Torri o la estética de la miniatura

Escolios | Opinión

Permanentemente discreto, el escritor coahuilense no presidió escuelas artísticas, ni abanderó causas políticas, pero encumbró su estilo en la concisión y la claridad.

Julio Torri nació en 1889. (Montaje: Ángel Soto)
Armando González Torres
Ciudad de México /

Conocido más por su pintoresca fama de profesor aburrido y coqueto, la escritura de Julio Torri (1889-1970) se ha incorporado problemáticamente al canon mexicano y su figura tiende a clasificarse como la de un ejemplar raro, tímido y huidizo, dentro de la extrovertida camada literaria del Ateneo de la Juventud. La efeméride de los 50 años de su fallecimiento, este 2020, brinda pretexto para evocar su olvidada y deslumbrante inteligencia literaria.

Nacido en 1889, en Saltillo, Torri vino a la capital a estudiar Derecho; se ilusionó con las letras; conoció en el cenáculo ateneísta a otros aspirantes fraternos, especialmente a Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña y, siempre vegetando entre los oficios de la burocracia y la docencia, publicó en 1917 un libro parco y perfecto, Ensayos y poemas, que completó en 1940 con una segunda miniatura, De fusilamientos. Lo demás son esbozos y correspondencia con los que el celo de los investigadores ha recopilado una “obra completa”, que no añade nada a sus dos paradigmáticas brevedades.

Como en sus libros, Torri fue escueto y discreto en su vida: no formó una familia, no presidió escuelas artísticas, no abanderó causas políticas y, tras sus años de juventud, se mantuvo a la sombra de la escena literaria.

Torri hizo una ética y una estética de la concisión, la claridad y la originalidad, pocos de sus escritos rebasan las dos cuartillas y todos ellos parten del pastiche y la hibridación para confundir e innovar los géneros. En su obra hay una decantación de lo más granado de la cultura de Occidente: el legado grecolatino, el espíritu del Renacimiento, el Siglo de Oro español, el romanticismo, el simbolismo francés, el ensayo inglés o la filosofía de su tiempo. Sus tópicos parten de la fantasía, el elogio de la vida interior, la observación piadosamente irónica de las pasiones y la crítica de la vacuidad intelectual.

Torri podría ser reputado precursor de muchos tonos en boga en la literatura hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX; pero conviene más observarlo como un autor deliberadamente extraterritorial y anacrónico, que opone los silencios reflexivos del arte a la estridencia enajenante de la historia. El estilo de Torri resultó difícil de apreciar en su tiempo, dominado por la literatura social y comprometida, aunque no parece correr mejor suerte en esta era de espectáculo literario, desfachatez confesional y producción en serie. Sin embargo, hay, al menos, tres lecciones valiosas y urgentes de Torri para esta época: uno, frente a la incuria inercial de la escritura, el cuidado compulsivo de la palabra, esa veneración y delectación casi carnal hacia el lenguaje; dos, ante la proliferación, a menudo apresurada e impúdica, de la denominada autoficción, la modestia, reserva y elegancia para disimular el “yo” en los grandes arquetipos; y, tres, frente a la diarrea creativa, la consagración, la concentración y la demora que exige el cultivo de la palabra justa.

​ÁSS

LAS MÁS VISTAS