Milenio logo

La sombra de instrumento

Bichos y parientes

No se trata de una ceguera, sino de hacerse sombra para poder ver.

Julio Hubard
Ciudad de México /

El “Sueño” de Sor Juana es una monstruosidad. Uno de los mejores monstruos de la historia. A medio camino, al coronar su ascenso y topar de frente al Sol, Sor Juana queda “con el entendimiento aquí vencido” (469). La luz es tanta y tan intensa, que le produce a su mente lo mismo que a las alas de Ícaro: el Sol derritió la cera de su ensamblaje y lo precipitó al vacío. El entendimiento que quiso ver todo, entenderlo todo, incurrió en una desmesura semejante. La potencia de la luz que “por mirarlo todo, nada vía / ni discernir podía... las partes”. Nada: la luz cegadora. El intelecto se despeña y “si súbitos le asaltan resplandores / con la sobra de luz queda más ciego”, pero “la tiniebla misma que antes era impedimento” se convertirá en recurso y en una intermediaria protectora.

Sor Juana “con la mano cela /de los débiles ojos deslumbrados / los rayos vacilantes, sirviendo ya –piadosa medianera– la sombra de instrumento” (507-511). No hay más descripción del uso de la mano.

Michael Mayer, director de una nueva producción de 'Aída' en la Metropolitan Opera House de Nueva York. (Especial)
Michael Mayer, director de una nueva producción de 'Aída' en la Metropolitan Opera House de Nueva York. (Especial)

Lo primero que uno piensa es que, frente al deslumbramiento, Sor Juana se tapó los ojos con la mano, como cuando en la Comedia (Infierno, IX, 45-66), Dante se adentra en los páramos horrendos, topa con la Gorgona. Interviene Virgilio: “Date la vuelta y cierra bien los ojos: / si asomase la Gorgona y tú la vieses / jamás podrías regresar arriba. / Así dijo el maestro, y luego él mismo me dio la vuelta y con sus propias manos / sobre las mías me cubrió los ojos”. Dante no vio a la Gorgona, pero tampoco incurrió en la ingenuidad de describirla: “Vosotros que tenéis la mente sana, /pensad en la doctrina que se esconde / bajo el velo de versos enigmáticos”.

Pero si no está descrito el modo en que Sor Juana usa la mano, al menos queda claro que no es para impedir la vista. No se trata de una ceguera, sino de hacerse sombra para poder ver. Es decir, usa la mano a modo de visera. Y aquí sucede algo rarísimo y que sólo tiene sentido en español y en portugués: para observar las maravillas y las formas puras de la luz, ella se pone la mano sobre los ojos y usa el verbo asombrar, en el sentido de “hacerse sombra”.

Casi siempre el asombro se concibe como pasión; es decir, como algo que le sucede al sujeto sin el concurso de su propia voluntad. Y ese mismo sentido tiene en otras lenguas. En inglés, cuando hallan el sustantivo “asombro”, o el verbo “asombrar” ponen amaze, wonder, astonishment; en francés, étonnement, merveille…; italiano: stupore, sorpresa, ammirazione; en alemán, Staunen, Verwunderung, Bewunderung. Tampoco en griego (thaûma, ékplēxis), ni en latín (admiratio, stupor, miratio). Como curiosidad, porque Sor Juana hablaba náhuatl, Google pone así: Tlatlajtlachialti. En ninguno de los casos se dan las dos extrañezas del español y portugués (assombro): una, que la noción de sorpresa y maravilla, de estupor y revelación se relaciona con la sombra; dos, y es caso casi único el de Sor Juana, que la sombra, producto de “asombrarse”, signifique un sentido literal que ni siquiera está en el diccionario: hacerse sombra uno mismo. Y no es sinónimo de “ensombrecerse”. Este sentido de “asombrarse” es recurrir a la “piadosa medianera”, y usar “la sombra de instrumento” para recobrar los sentidos, para mejor ver, y defenderse del exceso de la luz.

No es sola la vista, sino la relación entre ver y entender. El “Sueño” es un poema sobre el acto de conocer –como dijo Paz–. No del conocimiento sino del proceso de ir conociendo. Y, como buena gongorista, Sor Juana no era ajena a esa escuela, tan hispana, del conocimiento: el “desengaño”. La verdad, cuando aparece o se revela, al mismo tiempo rompe las formas ilusorias con que uno creía relacionarse con el mundo, la realidad física o la psíquica. Pero el desengaño es siempre una derrota que uno mismo no puede sino reconocer ante la verdad que se revela. Lo mismo el golpe del desamor para Lope de Vega, o la fugacidad de la belleza en Góngora (cuando la mujer más hermosa habrá de tornarse “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”); por supuesto, el estoico campeón del desengaño que fue Quevedo, o el tópico del sueño en Calderón de la Barca. Pero —y luego cita a Hipócrates y los venenos como medicamento— hacerse sombra, el asombrarse de Sor Juana, tiene un estatuto distinto: es un recurso, una herramienta, un reducir las propias facultades para vencer poco a poco al mayor monstruo de todos: la verdad sin atenuantes.

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.