Los libros de Laberinto

Reseñas

Esta semana en la selección editorial ofrecemos dos muestras, una híbrida autobiografía del mexicano J.M Servín, "Nada que perdonar"; además el nuevo trabajo del escritor israelí Yuval Noah, "21 lecciones para el siglo XXI"

Una obra que oscila entre la autobiografía y la crónica patibularia de las ciudades que han enmarcado las experiencias vitales de este autodidacta
Hamlet nos manifiesta los conflictos más íntimos de la lucha subjetiva en el drama familiar y las turbulencias espirituales de la tragedia
Con una prosa inteligente, fresca y provocadora, Harari examina cuestiones que abruman a nuestro presente: ¿Cómo protegernos de los cataclismos?
Una increíble historia detrás de uno de sus símbolos más ominosos: los números azules tatuados en los brazos de los prisioneros de los campos de conce
Laberinto
Ciudad de México /

Bajos Fondos

Nada que perdonar oscila entre la autobiografía y la crónica patibularia de las ciudades que han enmarcado las experiencias vitales de un autodidacta de origen proletario. Del “Infiernavit” de Iztacalco que marcó su infancia y adolescencia entre páginas de libros, desempleo y ambientes rufianescos, a la glamorosa ciudad de París donde vivió algunos años aferrado a trabajos ocasionales como jornalero, este libro narra las experiencias que convirtieron a J. M. Servín en un escritor que expresa como pocos la voz de los excluidos (Sergio González Rodríguez).


FRAGMENTO

Todo lo que escribo apesta a muerte

Este libro es un breve intento de autobiografía híbrida que hurga en un par de inquietudes que han rondado en mi cabeza durante muchos años: ¿cómo puedo convertirme en escritor?, ¿cómo se hace un escritor? Es además un repaso breve de mi formación como individuo y lector influido por la delincuencia común y los bajos fondos de la Ciudad de México. La ciudad donde nadie es inocente.

Tuve una infancia errante, debido casi siempre a los continuos apremios económicos de mis padres. Cambiábamos de domicilio cada dos o tres años. Del barrio de San Juan de Dios, en Guadalajara, con mis cinco hermanos mayores, a la colonia Morelos de la Ciudad de México, donde nací un verano de 1962 a mediodía, en la calle de Granada. Fue hasta a mediados de los años setenta, gracias a un crédito, que nos asentamos en Infonavit Iztacalco, una enorme unidad habitacional para trabajadores que era parte de un proyecto gubernamental piloto de “vivienda digna” que con el paso de los años se convirtió en una ratonera peligrosa. Ahí pasé parte de mi infancia, adolescencia y buena parte de mi juventud. Ser el penúltimo de una familia de diez hermanos marcó mi temperamento conflictivo, solitario y bilioso, pero mimado por mis hermanas. Desde niño encontré en la lectura una compañía ideal para escapar de responsabilidades y de la convivencia socarrona y derrotista de mi familia que me curtió para sobrellevar las broncas calles donde crecí.

Fui un niño precoz en todos sentidos, voraz con la lectura, y el tipo de atención que yo requería de mis padres les provocaba dudas sobre mi salud mental. Pasé muchas horas de mi infancia frente al televisor mirando una y otra vez Fantasías animadas de ayer y hoy, Tom y Jerry, El festival de Porky y una gran cantidad más de dibujos animados donde aparecían ratones que fumaban y bebían, gatos pendencieros y delirantes, enanos holgazanes y malandros, o parodias de artistas de Hollywood. La dimensión desconocida me producía un profundo placer lleno de fantasías paranoicas. Nadie de la familia se perdía La ley del revólver, Mannix, El FBI, El Gran Chaparral, Los invasores o Los intocables. Excepto por mi madre que adoraba a Ness, Robert Stack, los hombres de la familia lo detestábamos por amargado y aguafiestas. Me emocionaba el cinismo perdonavidas de Frank Nitti. Mi imaginación y mi sentido del humor están fuertemente influidos por toda una época de mi vida que me atiborré de imágenes en pantalla de blanco y negro, sobre todo.

Quizá mis tardías ambiciones literarias tuvieron que ver con que siempre me sentí menospreciado y con las angustias de la pobreza y el fracaso que experimenté durante mi infancia. Pese a todo, creo que fui un niño bastante alegre con los cuidados indispensables de mis padres y mis ocho hermanos mayores. Parecíamos una familia sacada de alguna película del neorrealismo italiano. Sucios, feos y malos. Soy un lunático en el estricto sentido del zodiaco. Nací un 5 de julio bajo el signo de Cáncer.

Mis hermanos y yo pasábamos mucho tiempo en la calle, pero a partir de los diez años leía todo lo que encontraba a la mano y desarrollé una habilidad enorme para la lectura. Siempre tuve una atracción enfermiza por los accidentes, las riñas callejeras y pandilleriles (participé en algunas y no pocas veces me rompieron el hocico), las salas de urgencia, los pordioseros y su hedor a abandono nihilista, las delegaciones de policía (que durante la década de 1980 conocí detenido por vagancia, consumo de alcohol y drogas en la calle y violencia en pandilla); así como por otros tantos incidentes similares. Las razzias de la policía marcaron mi juventud como sinónimo de delincuencia así fuera por asistir a una tocada de rock o lucir “sospechoso” debido a la vestimenta. Por esos mismos años visité reclusorios donde algunos amigos pagaban condenas por robo a mano armada, venta de droga en cantidades ridículas y agresiones con arma blanca.

Mi padre era asiduo lector de la “segunda” de Ovaciones y tenía la colección completa de Populibros La Prensa dedicada a reportajes sobre la historia del crimen y el delito en la Ciudad de México. Amor a primera leída gracias a la pluma de David García Salinas, cronista que registró buena parte de la historia negra de la capital en el siglo XX. Esos libritos pulp fueron mi entrada al periodismo policiaco y su universo sombrío, cruel pero atrayente. La columna policiaca de Mario Munguía “Matarili” en la última página de la “segunda” y los Populibros encausaron mis habilidades lectoras y le darían forma y fondo a mi escritura muchos años después. Soy hasta el día de hoy el típico “mirón” que el genial Enrique Metinides retrató incansable en sus fotografías de siniestra belleza que, con el paso de los años, se convertirían en la crónica testimonial más certera y emotiva de la Ciudad de México de buena parte del siglo XX.


J. M. Servín: Nada que perdonar, Literatura Random House, México, 2018.


Ser o no ser

Hamlet. Entre el duelo y el deseo es Hamlet sobre el umbral, en la encrucijada dramática, trágica entre dos épocas históricas y políticas y entre dos tiempos subjetivos. Es Hamlet como obra y es Hamlet, el personaje. Duelo y deseo enmarcan la escena entre rememoración y porvenir, entre un origen incierto al que Bernardo, al comienzo de la tragedia, dirige su enigmático “Who’s there”? y un llamativo desenlace que es la petición del moribundo príncipe a Horacio: “Tell my story”. A nosotros, quienes leemos o vemos escenificada la obra, nos incumbe aquella pregunta y nos concierne ese último pedido. Es la cuestión no solo por las presencias sino también por los espectros  y fantasmas; la solicitud de redactar quiénes hemos sido. Es el don de la narración y la herencia de la memoria.

Este texto —con el encuentro entre psicoanálisis, literatura, filosofía política y filosofía de la historia— busca problematizar esta temática que nos atañe, tanto a nivel de un personaje en el drama de sus dudas, inquietudes y decisiones, como a nivel de la obra ante las vicisitudes del tiempo. Hamlet nos manifiesta los conflictos más íntimos de la lucha subjetiva en el drama familiar y las turbulencias espirituales y espectrales de la tragedia del ser.


Andreas Ilg: Hamlet. Entre el duelo y el deseo, Siglo XXI Editores, México, 2018.


¡Precaución! Siglo XXI

¿Cómo protegernos de las guerras nucleares, los cataclismos ecológicos o las tecnologías disruptivas? ¿Qué podemos hacer contra la propagación de la postverdad o la amenaza del terrorismo? ¿Qué debemos enseñar a nuestros hijos?

Con una prosa inteligente, fresca y provocadora, Harari examina estas cuestiones, y muchas otras más, que abruman a nuestro presente. El hilo dorado que recorre 21 lecciones para el siglo XXI es el desafío de mantener nuestro enfoque colectivo e individual frente al desorientador cambio que vivimos.

FRAGMENTO

Mi primer libro, Sapiens, revisaba el pasado humano y analizaba cómo un simio insignificante acabó rigiendo el planeta Tierra.

Homo Deus, mi segundo libro, exploraba el futuro de la vida a largo plazo, contemplaba cómo los humanos podrían terminar convirtiéndose en dioses, y cuál podría ser el destino último de la inteligencia y la conciencia.

En este libro quiero centrarme en el aquí y el ahora. Para ello voy a abordar los asuntos actuales y el futuro inmediato de las sociedades humanas. ¿Qué está ocurriendo ahora mismo? ¿Cuáles son los mayores retos y opciones de hoy en día? ¿A qué debemos prestar atención? ¿Qué tenemos que enseñar a nuestros hijos?

Desde luego, 7.000 millones de personas tienen 7.000 millones de prioridades, y, como ya hemos dicho, pensar en el panorama global es un lujo relativamente escaso. Una madre soltera que intenta criar a dos niños en un suburbio de Bombay se centra en la siguiente comida; los refugiados que se encuentran en una barca en medio del Mediterráneo otean el horizonte en busca de algún indicio de tierra, y un hombre moribundo que yace en un hospital atestado de Londres reúne las fuerzas que le quedan para respirar una vez más. Todos ellos tienen problemas mucho más acuciantes que el calentamiento global o la crisis de la democracia liberal. No hay libro que pueda hacer justicia a todo ello, y no tengo lecciones que enseñar a personas que se hallen en tales situaciones. Solo puedo esperar aprender de ellas.

En esta obra mi plan es global. Observo las principales fuerzas que modelan las sociedades en el mundo, y que es probable que influyan en el futuro de nuestro planeta como un todo. El cambio climático quizá esté muy lejos de las preocupaciones de la gente que se encuentra en una emergencia de vida o muerte, pero puede que al final haga que los suburbios de Bombay sean inhabitables, que envíe nuevas y enormes oleadas de refugiados a través del Mediterráneo, y que conduzca a una crisis mundial de la atención sanitaria.

La realidad está compuesta de muchas hebras, y este libro intenta abarcar distintos aspectos de nuestro dilema global, sin pretender ser exhaustivo. A diferencia de Sapiens y Homo Deus, esta obra no está pensada como una narrativa histórica, sino como una selección de lecciones. Dichas lecciones no concluyen con respuestas simples. Su objetivo es fomentar más reflexión y ayudar a los lectores a participar en algunos de los principales debates de nuestra época.

En realidad, estas páginas se escribieron en conversación con el público. Muchos de los capítulos se compusieron en respuesta a preguntas que me formularon lectores, periodistas y colegas. Versiones previas de algunas partes se publicaron ya en formas diferentes, lo que me dio la oportunidad de recibir comentarios y pulir mis argumentos. Algunas secciones se centran en la tecnología, otras en la política, otras en la religión y otras en el arte. Determinados capítulos celebran la sabiduría humana, otros destacan el papel central de la estupidez humana. Pero la cuestión general sigue siendo la misma: ¿qué está ocurriendo hoy en el mundo y cuál es el significado profundo de los acontecimientos?


Yuval Noah Harari: 21 lecciones para el siglo XXI, Debate, México, 2018.


De por vida

Hay numerosas novelas sobre el Holocausto, pero muy pocas se parecen a ésta. Se basa en una increíble historia real detrás de uno de sus símbolos más ominosos: los números azules tatuados en los brazos de los prisioneros de los campos de concentración. 

Cuando Lale Sokolov recibe la orden de tatuar los números en las víctimas que –como él– fueron prisioneras en Auschwitz, usa la mínima libertad que su posición le permite para intercambiar las joyas y el dinero de los judíos asesinados por comida para ayudar a otros a sobrevivir. 
Sokolov se propone vivir una vida tan plena como le sea posible dentro de esas terribles circunstancias. Una mañana, en la fila de prisioneros que esperan para ser tatuados, una joven temblorosa llama su atención. Fue amor a primera vista y jura que, si logra salir del campo, la buscará hasta encontrarla. 
Durante cuatro años, Heather Morris entrevistó a un anciano Lale Sokolov. Apoyándose en sus encuentros y en abundantes documentos pero con la potencia de la mejor de las ficciones, El tatuador de Auschwitz narra esos hechos que permanecieron enterrados durante más de 70 años. Por crudo que sea el relato, es un homenaje a la esperanza y al coraje.


Heather Morris: El tatuador de Auschwitz, Planeta, México, 2018.


—G. O.

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