‘Tres poetas católicos’: dos miradas a la nueva edición del libro de Gabriel Zaid

Literatura

Julio Hubard y Armando González Torres celebran el regreso de un texto con el que la historia y la literatura ganan territorios.

Portada de la nueva edición de 'Tres poetas católicos', de Gabriel Zaid. (Debolsillo)
Julio Hubard y Armando González Torres
Ciudad de México /

Un libro extraño y preciso

Por Julio Hubard

Una nueva edición de Tres poetas católicos (Debolsillo, México 2021). Ya era hora. La anterior, de Océano, estaba agotada y no es fácil dar con la del Colegio Nacional, que la tiene junto con los muchos otros Ensayos sobre poesía. Y era importante que se publicara como libro adrede, independiente. Es, por decirlo musicalmente, el libro cromático de Gabriel Zaid: no fija los semitonos y produce series que no se avienen a una línea tonal. Claro que el centro es la poesía, pero pasa por la historia y las vicisitudes de una cultura católica que está y desaparece, a veces al mismo tiempo, y enhebra la obra de López Velarde, Pellicer y Manuel Ponce, a la vez que recorre la historia por una médula inadvertida. Es un libro extraño porque no tiene un perímetro claro. La claridad es interna, su coherencia se distingue leyéndola, no observándola desde fuera y hasta al mismo Zaid le costó distinguirla. Después de escribir mucho sobre poetas, poemas, poesía, sus ensayos se reúnen principalmente en otro libro: Leer poesía. Pero tres poetas desequilibraban el conjunto. “Barajando solitarios que no salían, vi que el problema estaba en Ramón López Velarde, Carlos Pellicer y Manuel Ponce”. Las coincidencias son muchas; muchas las diferencias, “pero su verdadera afinidad era otra, y nuevamente negativa: no encajaban en los clichés de la cultura católica”.

Había que darle sentido a una sospecha y el resultado fue formidable: “Muerte y resurrección de la cultura católica”, el ensayo más amplio en la obra zaidiana, no es crónica, ni explicación secuencial, ni un trabajo de archivonomía ni sigue métodos estadísticos…, describe una entidad que estuvo siempre ante los ojos y no veíamos. Eminente y transparente. Y de pronto aquellos tres poetas dejaban de estar colgados de entelequias y quedaban firmes, de pie. Con ellos, nuestro modo de pensar quedaba incumbido por realidades que veíamos sin ver.

Desde que se publicó en Vuelta, allá por 1989, el ensayo produjo entusiasmo en muchos y enojo entre los jacobinismos de oficina. Con el tiempo, queda como ejemplo de historia de las ideas y como interrogante ante la cultura que decimos mexicana. Es el ensayo raro de Zaid, exótico pero central; esa misma paradoja de ser una digresión a la vez que precisa. Junto con los ensayos sobre los poetas, estos se transforman; dejan de ser particulares, crecen, apelan a la cultura que los produjo a ellos y a nosotros.

López Velarde tiene una gran compañía de lectores inteligentes. Con todo, las lecturas zaidianas afinan, mejor que todas, su costado espiritual. Pellicer no es un olvidado, pero no es popular, pese a que tal vez sea el poeta más hospitalario de la generación de los Contemporáneos. Y Ponce, en cambio, es un desconocido. Ni los católicos lo tuvieron en cuenta, pero le tenía sin cuidado figurar, y sus poemas, “hay que decirlo: producen un efecto raro. Pero ese es uno de sus atractivos. Leerlos es como ver ciertos cuadros, o escuchar ciertas obras, que (al menos la primera vez) defraudan nuestras expectativas y al mismo tiempo las atraen”.

El caso es que Zaid, y nosotros, nos las vimos con una "tribu cuyo contexto se perdió: los poetas y artistas que creyeron que era posible ser católicos y modernos. [...] El sueño de crear una cultura católica moderna fracasó hasta el punto de que ni siquiera es historiado, de que la tradición crítica recibida no conserva siquiera una precaución que diga: hay cosas de la cultura mexicana que nunca entenderás, si ignoras que el catolicismo mexicano soñó con la modernidad".

Parece claro que nuestras versiones de la historia reciente requieren repararse, si no rehacerse. La oficialidad ya venía desvencijada desde hace décadas; la historia de lo sabido y callado, las hilas soterradas o aquello que había que callar se quedaron sin guardianes. No se trata de construir una nueva (y menos con la cómica impericia de un régimen resentido), sino de observar con inteligencia la complejidad que nos trajo hasta acá. Sin conclusiones. Zaid no se hallaba cómodo con este libro, pero ese es un valor: es una ventana a una historia no escrita, un acercamiento a esa afinación inasible que hace viable, o no, una cultura que se rompe y se rehace, invisible y eminente, a veces de modo simultáneo. Un poco como el calor: no tiene sustancia, pero aparece cada vez que hay movimiento y fricción. Queda abierta la bifurcación, y tanto la historia como la literatura ganan territorios con este libro extraño y preciso.


Una interpelación a nuestra forma de leer

Por Armando González Torres

Ya se sabe que los rasgos que decimos detestar de nuestros ancestros están a menudo esculpidos en nuestros propios rostros y temperamentos. Lo mismo pasa con ciertas tradiciones culturales, como la católica, negadas en la vida moderna, que, sin embargo, en el caso de México, laten centralmente en su modernidad intelectual y literaria. Por eso, es buena noticia la reaparición de Tres poetas católicos. Ramón López Velarde, Carlos Pellicer, Manuel Ponce, de Gabriel Zaid (Debolsillo, 2021), que, al rescatar una herencia sepultada, ofrece también una visión de largo alcance de la cultura católica y una crítica de la recepción literaria basada en modas ideológicas. Como sugiere el autor, hace unos pocos siglos la cultura católica era indistinguible de la cultura en general; sin embargo, la intransigencia que el catolicismo llegó a ejercer mientras fue hegemónico se revirtió y el catolicismo acabó excomulgado y despojado de su centralidad cultural. Desde entonces, la cultura católica ha sido considerada antimoderna, y, pese a sus momentos de auge, relegada a lo anacrónico o pintoresco. En México, la trayectoria es similar: en los primeros siglos de la Colonia se creó una risueña Ilustración católica; sin embargo, tras la Independencia, las cruentas guerras civiles provocaron un malentendido histórico entre liberalismo y catolicismo, desangraron la cultura católica e impusieron el jacobinismo político e intelectual.

En este contexto, de una cultura católica debajo de la alfombra, se sitúa la obra de tres pilares de la poesía moderna que analiza el libro de Zaid. A López Velarde, católico, demócrata y civilista, le tocó la suerte de volverse emblema de un nacionalismo anticlerical y autoritario. Las múltiples aproximaciones de Zaid al enigma de López Velarde son señeras y se mantienen lozanas, pues se basan tanto en el sentido común y la perspectiva histórica, como en el dato duro. Sobre Pellicer, Zaid destaca la correspondencia de su carácter, naturalmente dichoso, con una época inaugural, esperanzada y colorida y, acaso por ello, con matices que oscilan entre la explosión de novedad y el recogimiento, su poesía es una perpetua celebración del mundo. En lo que atañe a Ponce, Zaid resalta su rara condición de sacerdote e innovador poético que enlaza la perfección formal, el juego y la iluminación. Gracias a su originalidad, afán de experimentación y complejidad humana estos tres poetas creyentes evaden tanto el lugar común confesional como el literario y son una jubilosa vanguardia en sí mismos. Además de sus hallazgos puntuales, sobresale en el libro la variedad de recursos críticos: prodigios de erudición y síntesis histórica, pesquisas detectivescas, análisis filológicos y auténticos momentos de epifanía (la descripción de los “nacimientos” de Pellicer). Por eso, son ensayos canónicos que se leen como recién salidos, que conservan su elasticidad y su filo y que interpelan alegremente nuestra historia literaria y nuestra forma de leer.

AQ

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