Serpiente | Por Avelina Lésper

Casta diva | Nuestras columnistas

La naturaleza crea y nosotros interpretamos lo que existe, el todo no sólo tiene una presencia material, tiene un peso metafísico.

Cabeza de Quetzalcóatl en el Museo Nacional de Antropología. (Especial)
Ciudad de México /

Dotada de la palabra, tiene la virtud de envenenar y seducir, como la palabra misma, cada gota de su veneno puede paralizarnos o sanarnos. La serpiente habita en nuestros mitos porque ha construido nuestros sueños.

En el arte prehispánico, así como cambia de piel, ha transformado su significado, es fertilidad, antecede el camino de los dioses, alinea los astros, se une a los elementos naturales, está en el agua, en el fuego, el viento y habita la tierra con surcos que trazan caminos. Quetzalcóatl es la serpiente dios, lleva el cuerpo cubierto de plumas y escamas, controla los mundos terrenal y celeste. Vuela, se arrastra, nada. En su hermoso templo en Teotihuacan, las serpientes emplumadas están esculpidas en los bajorrelieves, rodeadas de estrellas y conchas marinas, las cabezas muestran sus colmillos, están enmarcadas con pétalos de flores como heridas que se abren. Esas fauces están hablando o cantando. Si poseían la verdad del universo, sus eternas palabras siguen flotando en la ciudad templo.

Coatlicue es nuestra madre mexica, con su falda de serpientes, trae la fertilidad atada como condena y virtud, la madre de los dioses con pechos agotados por amamantar el apetito insaciable de los que controlan el Universo. Lleva un collar de manos y corazones humanos, simbolizan a sus cuatrocientos hijos. La madre cruel y dadivosa, la madre cuerpo y alimento.

La serpiente turquesa de las dos cabezas, la dualidad entre el inframundo y la esfera celeste, las dos cabezas que hablan y no se escuchan. La belleza de sus curvaturas y movimiento, imposibilitada de avanzar, es una repetición eterna, no nace, no muere, agónica vive para ser testigo del todo, para responder, es la voz de eso que tememos preguntar.

En su condición de perseguida o deificada la serpiente es inmortal, se reconstruye, cambia cíclicamente, para demostrarnos que es superior quien es capaz de sobrevivir a sí mismo.

En el antiguo Egipto adornaban las joyas, coronaban cabezas y las cobras protegían a los faraones. La línea que era la gran búsqueda de la estética egipcia tenía en la serpiente un modelo de belleza. Con su capacidad de ser ondulante o larga, silenciosa y directa, es poema y dardo. Nehebkau es dios y juez de las almas después de la muerte, las dota de la capacidad de distinguir un espíritu muerto de uno vivo. Es cómplice y escucha de Ra el dios Sol, no teme a su luz, emergió de las profundidades de la tierra, es indestructible.

Apep es enemiga de Ra, representa al caos, es tan larga como el Nilo, que puede desquiciar el tiempo y la realidad. Existe desde el inicio de los tiempos.

La serpiente en su hermosa anatomía contiene simbolismo y leyenda. La naturaleza crea y nosotros interpretamos lo que existe, el todo no solo tiene una presencia material, tiene un peso metafísico. El significado que hemos dado a cada elemento, es la razón de ser que nos guía para asimilarlos, se integra a la psique, somos nuestros símbolos, somos lo que creemos y lo que creamos.

AQ

  • Avelina Lésper

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