En las dos novelas que Julio Godínez ha publicado hasta el momento, El mexicano de Buchenwald (2021) y En el corazón de las trincheras (Martínez Roca, 2023), las dos guerras mundiales ocurridas en el siglo XX son el trasfondo. “Estas historias las hemos leído desde plumas europeas y yo quiero que los lectores me den chance de contarlas desde una pluma mexicana. Un amigo me decía con El mexicano de Buchenwald: ‘Me parece bien interesante que haya un latinoamericano contando estas historias que se han apropiado los escritores europeos’. Y es cierto. Yo no lo había pensado de esa forma: cómo contarnos nosotros el horror de las guerras universales. Pero tampoco voy a decir que soy el único, estoy diciendo que es un ejercicio, desde dos historias muy particulares, de cómo contamos la historia universal que se la han apropiado, no se sí con razón o con justicia, los escritores europeos”, explica el autor.
En el corazón de las trincheras cuenta los avatares de un grupo variopinto de jóvenes mexicanos —destacando Marcelino Serna, quien fue condecorado en varias ocasiones— que van a luchar por Estados Unidos al final de la Primera Guerra Mundial. Entre los modelos literarios de Godínez se encuentran Sin novedad en el frente de Erich Maria Remarque y Viaje al fondo de la noche de Louis-Ferdinand Céline, pero su novela está más cerca del primero que del segundo porque el personaje de Céline es un solitario.
- Te recomendamos Un cuento de 16 de septiembre | Por Ana García Bergua Laberinto
Este es tu segundo libro de mexicanos involucrados en un hecho histórico, ¿cómo llegaste a él?
Van a ser diez años que encontré esta historia de Marcelino Serna, que es un mexicano que combatió en la Primera Guerra Mundial junto con el ejército Estados Unidos. En realidad, es una historia conocida, no es que yo la haya encontrado. La historia de Marcelino Serna se ha ido publicando poco a poco, sesgada, tergiversada; es una historia que sido un tanto despreciada, por decirlo así.
¿Quién era Marcelino Serna? Era un muchacho como tantos otros que, viviendo en el norte de México, en este caso en Chihuahua; le toca todo el movimiento revolucionario fuerte, porque como sabemos Chihuahua fue uno de los centros neurálgicos. Con el paso del tiempo, me decidí a hacer una investigación larga, larguísima, que me tomó varios meses y en la que invertí unos ahorros para hacer viajes entre México, Estados Unidos y Francia para seguir el periplo de este soldado. Yo lo que quería era descifrar si realmente todo lo que contaban en medios fronterizos, del lado de México, de Estados Unidos, en particular en Texas, había ocurrido como había ocurrido; sobre todo porque yo encontré un montón de inconexiones y como reportero me saltaron muchas dudas de fechas, de lugares, de acontecimientos, etcétera. Y luego también entre esas publicaciones no se mencionaban datos concretos como la fecha de nacimiento de Marcelino.
En fin, era un conjunto desperdigado de información y lo que hice fue recopilarla para ver qué podía hacer con ella. Al principio me dije que podía ser un gran reportaje, y aquí debo darle el crédito a José Luis Martínez S. quien fue el que me dijo que esto era un libro. Pero ¿qué tipo de libro? Resulta que yo escribí un libro de viajes, una crónica; esa fue la idea primera que tuve de un reportero —yo mismo— narrando en primera persona todo ese viaje desde la Ciudad de México, que coincidió con un Seminario sobre la Revolución Mexicana en 2014, hasta los campos de batalla en el frente occidental en Francia. Ese fue un primer manuscrito; hubo interés de algunas editoriales y, cuando llega a Planeta, la gente ahí me animó a escribir una novela. Ahí entramos en la parte de la confección de este libro y que tiene que ver en cómo la novela comenzó a funcionar como una herramienta para contar la historia de Marcelino Serna. Sin embargo, con el paso del tiempo, y un poco yo también entendiendo cómo iba funcionaba la novela desde el hecho de ser periodista, me di cuenta de que podía ir mucho más allá: que podía analizar a los personajes, que podía hacer la construcción de toda una obra no solamente a partir de los hechos reales y de las cosas que estaban fundamentadas ya en los documentos que yo conseguí, sino también en el hecho de que esta obra podía hablar de un grupo muy particular que es muy interesante. Se trata de un grupo de muchachos, del que Marcelino Serna forma parte; se trata de toda una generación que vivió la Revolución Mexicana y que tuvo que partir a Estados Unidos. Básicamente es así como llegué a esta historia.
El mexicano de Buchenwald, tu novela anterior, ¿tuvo un proceso similar?
Sí, fueron procesos similares. Yo ya tenía, como todos los periodistas que han saltado al mundo de la literatura, esa aspiración de escribir una novela. Cuando platicaba con José Luis Martínez S. y otros amigos, lo que me decían era “anímate, si tienes la curiosidad, escribe”. Ahora, lo que yo no quería hacer era novelar historia, porque, ojo, hay un altísimo riesgo, sobre todo en las novelas históricas, de solo decorar pasajes de la historia universal. Para mí de lo que se trata es de construir una novela, que es lo que he aprendido con el paso de los años. Yo estoy muy agradecido con los consejos que me dieron, porque me permitieron entender que la novela va más allá. Estas dos novelas están escritas en presente, son dos novelas que van acompañando a los personajes en su periplo para entender el yo, entender al personaje pero como persona. En los dos casos, un narrador (en este caso, yo) va siguiendo los pasos de los personajes, pero justo con la intención de alejarme de novelar la Historia, traté de inmiscuirme en las acciones de los personajes. Esa fue la parte más difícil en el caso de En el corazón de las trincheras: se trataba de inmiscuirme en el yo de Marcelino Serna, un tipo aguerrido, impulsivo, que quería ir a la guerra, que tenía la intención de ser soldado, que quería ver la otra parte del mundo. Y poco a poco, con las acciones que tiene Marcelino en la guerra, ir pasando de ese ímpetu a la desilusión completa en cuestión de meses. Eso era lo que a mí me interesaba indagar, no nada más la parte histórica.
En cuanto a los modelos literarios, estás más cercano a Erich María Remarque, que sigue a un grupo de jóvenes, un esquema que han seguido otros autores. Me parece que estas novelas no dejan de caer en la bildungsroman.
Y que lo vuelve un puente con la actualidad. Cuando uno ve a la gente que está yendo a la guerra en Ucrania o los conflictos armados en el norte África todavía quienes van son gente del pueblo. Y respondiendo a lo de Remarque, fíjate que fue una coincidencia grande porque David Martínez, mi editor, me escribió: “Oye, acaban de sacar otra película de Sin novedad en el frente”, y ve que cuando se olvidan esos documentos la misma historia vuelve a renacer más de cien años después. Pero hay otros dos libros que ayudaron a la confección de mi libro: Adiós a todo eso de Robert Graves y El miedo de Gabriel Chevallier, que es una novela que me encanta. Chevallier también estuvo en la guerra y hay unas descripciones detalladas de las batallas, de los horrores que para mí superan a Remarque, pero por supuesto eso es cuestión de gusto.
A mí me gustaría que los lectores vieran En el corazón de las trincheras como la primera novela de soldados mexicanos en la Primera Guerra Mundial. Hay escenas de esos últimos cien días que les tocó vivir a los soldados mexicanos que parecen sacadas de escenarios de Sin novedad en el frente. Fue intencional de mi parte colocarlos en las escenas que han narrado los europeos. La intención es que el lector vea en los cuerpos colgados que encontraron Chevalier y Remarque, el torso colgado de un árbol que vio Serna.
Estos libros de los que estamos hablando, que son intensos, fueron escritos por escritores que estuvieron ahí. Yo ni siquiera tuve oportunidad de hablar con Serna desafortunadamente, aunque sí hablé con su hija. Yo soy alguien que está contando su historia a través de documentación, mucha documentación.
En este caso está la universalidad de la guerra, pero el ver que está un grupo de mexicanos y el hecho de que una persona como Serna, que se supone no tiene nada que hacer en un conflicto como ese, diga “yo quiero ir a luchar al otro lado del océano”, no deja de ser sorprendente. Por otro lado, en el aspecto narrativo, están las historias paralelas de cada uno de ellos que no tenían los mismos intereses y uno incluso no quería estar ahí.
Exacto, porque, aunque pertenezcan al mismo grupo de personas, cada uno tiene diferentes experiencias; unos venían de trabajar en el ferrocarril, otros en las minas, otros en los campos, y sus historias no se repiten. En el caso de la Primera Guerra Mundial debes recordar que el movimiento pacifista mundial se gesta con ella. Entonces, yo lo que pretendía, en el caso del personaje Manuel Chávez, que es el que no quería ir a luchar, era involucrar a estos personajes del pacifismo de los que se habla muy poco en el siglo XXI, y que considero sería necesario hablar más. En el periodo de entreguerras sí se habló mucho del pacifismo, el cual fue impulsado por los muchachos que o no querían ir a la guerra o fueron forzados a ir a ella y terminaron creyendo que eso no debería repetirse. Eso se creyó durante un tiempo muy corto.
Otro personaje que llama la atención es el del profesor porque tenía una preparación intelectual y además sabía algo de francés, que respondería al afrancesamiento de la época porfirista.
Te voy a hablar un poco de ese personaje. Él salió de alguien que sí existió y que se llamaba José de la Luz Sáenz. José de la Luz Sáenz fue un soldado hijo de mexicanos que nació en Estados Unidos, y encontré en el recorrido que hice, que él publica el único diario de un mexicano-americano. Y de ese diario se publicaron unas cuantas copias —unas 300—, que se distribuyeron entre las familias de soldados que también fueron a la guerra y después el diario se pierde.
Y resulta que una copia llega a la Universidad de Austin; cuando yo pregunté si se podía consultar el diario y me dicen que sí, me paso una semana entera leyendo con guantes y cubrebocas. Fue una cosa exquisita ir leyendo cómo fue el proceso de este maestro de niños mexicanos en campos de betabel, que con todo el conocimiento que tiene quería descubrir una Europa que tenía ilusión de conocer. Pero pasó por París y Marsella, las grandes ciudades francesas, en vagones ocultos, oscuros, y no se da cuenta del momento que pasan por la Ciudad Luz y termina con una gran decepción. Es un personaje bien interesante porque está basado en un muchacho que verdaderamente existió.
AQ