México, peor en política migratoria: Valeria Luiselli

Entrevista

En charla telefónica desde Nueva York, la escritora habla de Desierto sonoro, su nueva novela, y reflexiona sobre migración, familia y violencia contra la mujer.

Ganadora de la beca MacArthur, destinada a científicos, filósofos, artistas y escritores. (Foto: Eduardo Berruecos)
Ciudad de México /

Ganadora en 2018 del American Book Award por Los niños perdidos. (Un ensayo en cuarenta preguntas) y recientemente de la beca MacArthur, destinada a científicos, filósofos, artistas y escritores, Valeria Luiselli visitará México la próxima semana para hablar de su nueva novela: Desierto sonoro (publicada, como toda su obra, por Sexto Piso) en la que retoma el tema de los niños migrantes y lo entreteje con su propia historia familiar y la lectura del libro apócrifo Elegías para los niños perdidos.

La novela cuenta el viaje por carretera de una familia, desde Nueva York hasta Arizona. En el camino, mientras el marido conduce, la esposa mira mapas y los niños, un hombre y una mujer, duermen o juegan en el asiento trasero, se suceden los recuerdos, las imágenes, las noticias que muestran la realidad de los niños indocumentados, ante la cual es imposible cerrar los ojos.

En entrevista telefónica, la escritora reflexiona sobre este libro, la literatura, la migración y la violencia contra la mujer en un mundo al parecer cada vez más inhóspito.

—Desierto sonoro habla de las experiencias de una familia, que es la tuya, en el último viaje que hacen juntos.

La novela está escrita con el pulso, o el impulso, de documentar las últimas cosas; me interesaba indagar cómo se documenta un mundo cuando se tiene la sensación de que se está acabando, de que algo es lo último de algo. La novela explora el hecho de que la frontera entre lo personal y lo político no es tal, de que la separación entre lo público y lo privado, que hace algunos años podría ser clara, ya no existe.

—En la novela existen tres voces narrativas: la tuya, la del hijo y la de la autora de Elegías para los niños perdidos. La mirada del niño, su compasión y solidaridad para con los migrantes es conmovedora.

La mirada de este niño es casi una oda a la imaginación infantil, capaz de funcionar como una especie de dique contra la brutalidad y la violencia del mundo adulto. En esa mirada, en la capacidad imaginativa de los niños, encuentro una alegoría sobre lo que puede hacer la literatura cuando parece que vivimos en un mundo completamente deshumanizado, en el que no existen vínculos profundos entre los seres humanos.

—Tu novela habla de los niños que migran como indocumentados a Estados Unidos. ¿Qué piensas de la política mexicana en materia de migración?

Es un tema que venimos discutiendo desde hace muchos años: la idea de México como patio trasero de Estados Unidos, de la que se han ocupado tantos escritores. Hace unas semanas estaba leyendo Huesos en el desierto, el libro de Sergio González Rodríguez sobre los feminicidios en Ciudad Juárez, en el que discute de manera muy inteligente el rol que juega México frente a la maquinaria de Estados Unidos; México como antesala de tantas cosas —o como patio trasero—. Me sorprendió y me hizo recordar que muchos pensamos que el nuevo gobierno (el de Andrés Manuel López Obrador) iba a enmarcar los temas migratorios, como lo había prometido, dentro de los derechos humanos de las personas que migran y piden asilo y no como un tema de seguridad nacional. Al final está haciendo lo mismo, incluso peor, que el gobierno anterior, y no hay indicios de que vaya a cambiar su política, respetando nuestras propias leyes y las leyes internacionales de asilo que México ha firmado.

—Ya que recuerdas el libro de Sergio González Rodríguez, tú has asumido una decidida actividad en defensa de los derechos de las mujeres.

Como tantas otras mujeres, no puedo no pensar y no utilizar mi propio trabajo como un espacio para denunciar la atroz violencia a la que están sujetos todos los cuerpos femeninos; cualquier mujer puede ser en cualquier momento objeto de violencia sexual, física, psicológica, por el solo hecho de habitar ese cuerpo. Siento que no podemos no voltear a ver —todas y todos— esa realidad, y desde las posiciones distintas que ocupamos en la sociedad, como escritoras, escritores, periodistas, artistas, profesores, políticos, lo que sea, no podemos no poner atención a este hecho. Es una realidad que no puede ignorarse.

—Por el trabajo de tu padre, desde niña tú has sido migrante, una migrante privilegiada por otro lado.

Viajamos por el trabajo de mi padre, pero también por el de mi madre, porque también tengo mamá. Mi padre fue diplomático unas veces, otras trabajó en ONGs. Nuestros primeros años de vida fuera de México fueron porque él trabajaba para el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura. Con mi madre también viajé por sus propias actividades y, efectivamente, cuando menos hasta que cumplí 16 años, nos movimos por el mundo en una situación de privilegio. Ya que mis papás tenían trabajo, nunca peligramos por ser perseguidos políticos. Llegué a Estados Unidos con una visa para estudiar un doctorado, y por supuesto que tengo mucha conciencia del lugar que ocupo como miembro de la comunidad hispana y latina, con acceso a privilegios y espacios de privilegio que, por venir de la comunidad hispana, tengo muy claro que tengo que utilizar con responsabilidad, ver cómo utilizo el espacio que se me da en la radio, en los periódicos o a través de mis libros para abrir cancha al debate sobre la situación en que vive la mayoría de los hispanos en este país que es, lamentablemente, como si fuesen ciudadanos de segunda.

—Has ganado premios, becas, estás traducida a numerosos idiomas. ¿Qué significa para ti ser una de las personalidades más reconocidas de la actual literatura latinoamericana?

Lo asumo con bastante responsabilidad porque los temas que trabajo no son fáciles; tengo que pensar con muchísima meticulosidad, cautela, sabiduría vital, para no perder el camino y para producir un trabajo que para mí tenga valor estético, valor como un objeto literario, pero que también sea fiel a mis posturas políticas y éticas y a mis activaciones sobre cómo quiero que se cuente la historia o cómo creo que se debe de contar; o más precisamente: qué preguntas son las que nos van a seguir obligando a tener una relación más compleja con el mundo, una relación no binaria; cómo generar trabajo que nos mantenga siempre conscientes de la complejidad frente a la cual vivimos. 

Mexicana de éxito trasnacional

Valeria Luiselli llegó a Estados Unidos en 2008 para estudiar el doctorado en Literatura Comparada en la Universidad de Columbia. Dos años después publicó su primer libro: 'Papeles falsos', con el que comenzó una carrera que cada vez se consolida más internacionalmente. Es también autora de 'Los ingrávidos' (2011), 'La historia de mis dientes' (2013) y 'Los niños perdidos. (Un ensayo en cuarenta preguntas)'. En 2018 se convirtió en la primera mexicana en obtener el American Book Award.

ÁSS​

  • José Luis Martínez S.
  • Periodista y editor. Su libro más reciente es Herejías. Lecturas para tiempos difíciles (Madre Editorial, 2022). Publica su columna “El Santo Oficio” en Milenio todos los sábados.

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