En los últimos tres años, la filial mexicana de la marca holandesa C&A redefinió su misión y apuntaló un modelo de negocio rápido, ágil, flexible y de atención al riesgo; estas cualidades le ayudaron a sobrevivir el cierre por coronavirus (Covid-19) sin sacrificar sus logros como empresa sostenible a lo largo de toda su cadena de valor.
Con las cortinas abajo, para esta empresa la cuarentena no solo planteó el reto de reorganizar sus redes de distribución y venta —con toda su planta laboral segura en casa—, sino también el de implementar diversas acciones en su cadena de suministro para, a pesar de no tener ingresos, apoyar a sus proveedores con el cumplimiento de pagos de producción entregada o la toma de acuerdos sobre pedidos en proceso.
No era un tema fácil. En un gran porcentaje de la industria la cadena se rompió por completo. Según datos de la Cámara Nacional de la Industria del Vestido (Canaive), de marzo a junio que duró el confinamiento general en el país se perdieron 55,000 empleos directos —desde los talleres de maquila hasta los pisos de venta—, y cerca de 30% de la planta productiva del sector.
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Con la mitad de su proveeduría en México y la mitad en China, C&A implementó un rápido programa de renegociación para “ser justo” con su cadena de suministro. “No hubo cancelaciones injustas y a algunos se les adelantaron pagos”, dice Marcos Guerrero, director general de marketing (CMO, por sus siglas en inglés) de la marca en el país.
Además, en plena contingencia, la empresa pidió apoyo a sus socios comerciales para hacer los 55,000 cubrebocas que entregó a personal médico de varias instituciones de salud. Más allá de la donación, esta medida “ayudó para que nuestros proveedores no pararan sus producciones”, dice Guerrero.
A nivel global, marcas como Zara tomaron acciones similares en apoyo a sus proveedores y para mantener la economía activa, como garantizar pagos de los pedidos entregados o en proceso, e impulsar que las fábricas de su cadena de suministro siguieran puntualmente las recomendaciones sanitarias para proteger la salud de los trabajadores.
Comprometida con hacer “moda accesible de manera responsable”, según reza su misión empresarial, es fácil imaginar a C&A buscando caminos éticos y sostenibles; sin embargo, la mayoría de las empresas del vestido en México no comparten esa visión.… Al menos no todavía.
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Reducir el ritmo
En medio de la cascada de desgracias que trajo el Covid-19, empujadas por el cierre obligado de las actividades económicas y productivas, en el mundo se asoma la oportunidad de hacer las cosas de manera diferente, menos rápido, y con un espíritu más ético y sostenible, que incluso las grandes marcas de lujo como Balenciaga y Gucci han comenzado a abrazar.
Aunque aminorar el paso puede ser difícil en una industria global donde el consumo de prendas ha incrementado a más del doble en tres lustros, de 74,300 millones de artículos, ropa y calzado, en 2005, a 130,600 millones en 2019, según datos de Euromonitor International.
La tendencia se llama slow fashion y es justo lo contrario de la moda rápida que ayudó a amasar inmensas fortunas en las últimas décadas. Y así como el fast fashion venía de la mano de todo lo barato, como proveedurías lejanas de bajo costo; materiales tóxicos y de mala calidad que contaminan el ambiente y tienen una corta vida, y maquilas con mano de obra esclava, la slow fashion se plantea guardarropas minimalistas con menos temporadas por año, hecho a base de materiales de buena calidad y baja huella de carbono, y maquilas con trabajo digno y bien remunerado.
La tendencia no surgió con la llegada del coronavirus al mundo, pero tomó fuerza a partir de ella. Grandes multinacionales como la sueca H&M, la holandesa C&A e incluso la española Zara —considerada reina del fast fashion—, trabajan con políticas empresariales sostenibles desde hace muchos años; unas mejor logradas que otras, pero “vale más una acción imperfecta, que una perfecta inacción”, dice Mireille Acquart, analista y consultora en temas de sostenibilidad para la industria textil.
Los avances en el enfoque sostenible y ético de estos gigantes de la moda democrática cobran importancia y visibilidad porque, profundos o no, tocan a las decenas de países en los que operan en todos los continentes, incluido México.
En el caso de C&A, la filial en nuestro país ha implementado además acciones complementarias locales. “Nos redefinimos en misión y modelo de negocios hace tres años, a diferencia del global”, dice Marcos Guerrero, de C&A México.
Con crecimientos sostenidos de 2.1% anual en promedio en tiendas comparables, el avance no ha sido tan amplio como esperaban, debido primero al cambio de gobierno en diciembre de 2018 y luego al cierre por la pandemia este año, reconoce el CMO, pero “no todo ha sido malo con el confinamiento.
Teníamos planes a cumplir en dos años que nos vimos obligados a adelantar y los resultados son realmente buenos”. Y es que con el cierre de tiendas y la necesidad de generar ingresos para mantener sus operaciones en marcha, el plan estratégico de abrirse al e-commerce a fines del próximo año se resolvió “en dos semanas.
Nos impusimos la ventana de arrancar en abril y lo logramos gracias a una sociedad con Mercado Libre. En estas crisis abruptas si no te adaptas, estás destinado a desaparecer”, dice Guerrero. De abril a la fecha, la nueva tienda en línea de la marca atrajo ventas similares “a las de nuestra mejor tienda física antes de la cuarentena”, y esperan que al cierre 2020 el e-commerce represente 5% de sus ventas totales.
“Avanzamos dos años en dos semanas”, dice Guerrero. Zara también adelantó sus planes de consolidación de e-commerce. Si bien lanzó su tienda en 2014, hace un par de semanas anunció que acelerará el paso con una inversión total de 2,700 millones de euros (mde) para reforzar el online y la reconversion de tiendas físicas.
La meta es que su tienda en línea genere 25% de sus ventas totales para 2022, desde 14% al cierre de 2019. No es descabellado luego de que sus ventas online durante el confinamiento crecieron 50% el primer trimestre y 95% solo en abril.
Con ello, señala la marca en su informe para accionistas del primer trimestre 2020, cumple también metas de sostenibilidad al reducir el número de tiendas físicas (1,200 en el mundo) y la huella de carbono de esas operaciones.
El Dato.44%
Disminuirían las emisiones de carbono de la industria de la moda si se duplicaran las veces que una prenda es usada
¿Quién pagará el slow fashion?
En México, donde la industria de la moda y el vestido significa 2.4% del Producto Interno Bruto (PIB) del sector manufacturero (más de 73,000 millones de pesos al cierre de 2018, según datos del Inegi), esta tendencia “lenta” también promete avanzar gracias a la pandemia.
Por ahora, marcas como C&A arrancarán programas de promociones y rebajas exhaustivos para intentar vaciar sus bodegas en tres meses y “empezar frescos la temporada de invierno”, dice Marcos Guerrero.
Mientras, evalúan si es conveniente reducir el número de temporadas por año, como otras marcas y diseñadores independientes han anunciado, entre ellos Collectiva Concepción, Anuar Layón y Napoleón, además de producir colecciones atemporales o "básicas". Como enfoque central en México, el slow fashion impulsa también el consumo local, lo que ayudará a reactivar la economía y proteger el empleo en la industria textil y del vestido, que antes de la pandemia acogía a más de 500,000 trabajadores.
Para los consumidores se activó la campaña #VisteMéxico y para la cadena de suministro, el ánimo de crecer los porcentajes de proveeduría de proximidad lo más posible.
Es aquí donde convergen los empresarios de la industria del vestido agrupados en la Canaive, que tienen prisa por salir del problema en el que los metió la pandemia, y los quijotes de la moda, que desde hace muchos años hablan de la necesidad de que la moda en México sea un terreno más equitativo, sustentable y justo.
“Es importante que se reactive la campaña de ‘lo hecho en México está bien hecho”, que se dejen de lado las importaciones que en muchos casos son de dudosa procedencia, un problema que traemos arrastrando desde hace años, y que todos consumamos lo mexicano para reactivar desde ahí toda la industria”, dice Víctor Rayek, presidente de la Canaive, aunque reconoce que el país hoy no es capaz de proveer toda la materia prima ni toda la maquila necesarias.
Sin embargo, sí es posible “de inicio consumir más tejido nacional. Hoy 51% se produce en México y 49% se importa de Asia, específicamente de China, con quien tenemos una enorme dependencia y no podemos competir en precio, pero sí en calidad”, dice Mirreille Acquart, consultora en sostenibilidad para la industria de la moda.
“Lo que no se produce en el país podemos traerlo de Guatemala, El Salvador, Costa Rica y otros países de la región que complementan nuestra producción”, mientras el país invierte en capacitación para la mano de obra, maquinaria y producción de materia prima para crecer su oferta de proveeduría local.
Estos cambios requieren una gran inversión y “con ganas, podríamos lograr un buen avance en un lapso de 2 a 5 años, aunque se requieren incentivos gubernamentales para que los empresarios se animen a invertir”, dice la fundadora de Ethical Fashion Space.
El costo final, agrega, recaerá en el consumidor, que idealmente pagará por prendas menos baratas, pero de mejor calidad y larga vida. ¿Está el consumidor dispuesto a este cambio?
“Las nuevas generaciones sí, son afectas a preferir lo que se produce con menor impacto ambiental negativo y mayor impacto social positivo”, afirma Mireille Acquart. Pero dice que tampoco hay que convencerlos ni dejarles la carga de la decisión. “Los responsables de llevar a la industria por el camino ético y sostenible son los productores”.
yvr