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Violencia económica, una forma de perder la libertad

MUJERES 2025

La violencia económica suele darse en el núcleo familiar y se normaliza con facilidad, debido a los estereotipos de género.

Georgina Navarrete
Ciudad de México. /

Al principio todo iba bien. Tras cinco años de casados, Mara y su pareja habían decidido que ella dejaría su empleo para dedicarse a cuidar a su hija recién nacida y la rutina la absorbió muy rápido. Tres años después, ella resiente que su esposo ya no la toma en cuenta para decidir cómo administrar la casa, además de que le exige explicaciones por cada peso que gasta del dinero que él le entrega cada domingo para comprar comida y pagar los servicios.

Mara se siente incómoda con esta situación, pero dice que mientras ella no aporte al ingreso familiar, la actitud de su esposo es entendible. Solo que no lo es. Lo que ella vive se llama violencia económica.

La Ley General de Acceso de las Mujeres a una vida Libre de Violencia (LGAMVLV, 2007) define este tipo de maltrato como: “toda acción u omisión del agresor que afecta la supervivencia económica de la víctima”. Suena demasiado amplio y poco específico, pero atañe a un mundo de situaciones que se viven en la vida cotidiana, algunas muy evidentes y otras demasiado normalizadas por la estructura social que nos envuelve.

Muchas personas están atadas a una violencia familiar ejercida por su pareja por esta dependencia económica que se da fácilmente cuando hay hijos qué cuidar, o adultos mayores dependientes o algún enfermo, como si esa labor de cuidados y los quehaceres del hogar no fueran un trabajo”, señala Edith Ortíz, académica del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM.

Al hablar de violencia económica, la mayoría de la gente piensa en el ex marido que se niega a pagar la pensión alimenticia de los hijos; no obstante, este tipo de agresión no siempre es tan clara. También puede ser muy sutil y relajada, como controlar sin gritos ni malas caras los gastos de la pareja y dejarla sin libertad para decidir cómo administrar la casa, o sin la confianza de comprar un par de zapatos sin sentirse culpable.

Parte de la violencia que vive la mujer en el tema económico deviene de que históricamente no se visibiliza el costo que tienen las labores de la casa y de cuidados en generalexplica Claudia Benítez Guzmán, titular de la Dirección Ejecutiva para una Vida Libre de Violencia de la Secretaría de las Mujeres de la Ciudad de México (SeMujeres).

En este sentido, agrega, “si estimamos cuál sería el costo de las actividades de una mujer en casa, haciendo todo lo que le toca hacer socialmente hablando el estereotipo− se habla de una cifra muy alta en relación con el PIB”, cercana a 8.4 billones de pesos anuales, según cálculos del Inegi en 2018.

Si bajamos ese cálculo al terreno familiar, agrega Benitez, “el costo de este trabajo (si no lo hiciera la mujer y se pagara a un tercero), es una cifra que no podrían asumir personas que ganan menos de cinco salarios mínimos.... Entonces, sí hay un aporte importante con el trabajo que hacen las mujeres en casa”.
La violencia económica se manifiesta de muchas formas.

Una cuestión de control

Aunque la violencia económica puede darse en el ámbito laboral, en forma de brecha salarial, la mayoría de los casos se desarrollan dentro del hogar, en la familia, y su objetivo siempre es controlar a las mujeres y limitarlas en su vida cotidiana, tengan un trabajo remunerado, o no.

Como toda violencia, la económica lastima y pone en peligro la vida y el futuro de las víctimas y “se muestra a través de la agresión producida por la persona que ostenta el dominio económico en casa, la manipulación para gestionar los gastos o la privación de recursos”, señala un documento publicado por el Inmujeres (antes de convertirse en secretaría federal) en 2024.

Sin ingresos o sin la posibilidad de manejarlos, la mujer se aisla y se angustia ante la incapacidad de satisfacer sus necesidades personales y/o familiares. Al final, la violencia económica se convierte en el poder que se ejerce contra las mujeres para hacerlas dependientes económicamente de los hombres y así impedir que tomen decisiones en cualquier ámbito de la vida sin pedir opinión de su proveedor.

Cabe señalar que muchos hombres que ejercen violencia económica no la consideran tal, simplemente piensan que es lo normal hacerse cargo de administrar y vigilar el dinero que ganan y que si la mujer está en casa, su aporte económico es nulo o poco significativo.

“Los hombres son productivos por más tiempo y mejor remunerados y eso les permite avanzar en sus carreras, tener mejores ingresos y ser independientes, mientras la condición de las mujeres no les permite muchas veces trabajar a tiempo completo. Eso hablando de un trabajo remunerado, porque ya dijimos que el de casa también es trabajo”, explica Edith Ortiz, del CIEG.

Curiosamente los niveles socioeconómicos no hacen una diferencia, agrega la académica, “Tiene más que ver con estereotipos. La violencia se ejerce por este orden de género que permea en la sociedad y que permiten las instituciones y las leyes. Se ha ido trabajando en un cambio, pero por mucho tiempo este modelo se ha perpetuado y solapado”.

Sacudirse el maltrato


Luchar contra cualquier tipo de violencia es difícil. Lo primero es asumir que somos víctimas de ella, algo que en el tema económico es más difícil por los roles sociales con los que crecemos. Por ello “no es común que las mujeres denuncien específicamente violencia económica, pero tristemente, y a veces trágicamente, no está separada de las otras violencias. Cuando hay violencia económica también la hay física o psicológica”, cuenta la maestra Benitez, de SeMujeres.

El Inegi reportó en 2018 que “20 por ciento de las mujeres de 15 años o más en México ha experimentado violencia económica en algún momento de su relación”. Aun sin denuncias, esta cifra surge porque “cuando las mujeres acuden a denunciar violencia física o psicológica, en las entrevistas nos percatamos de que también viven violencia económica, pero no la reconocen”, agrega la funcionaria.

El primer paso para liberarse de una violencia es asumirla y luego pedir apoyo. En varios estados de la República existen módulos de apoyo a las mujeres que sufren algún tipo de violencia, o varios, con asesoría médica, legal y psicológica, que pueden ubicarse en las páginas web de los gobiernos locales.

​GSC


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