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Mont Tremblant. El invierno no se acaba

Edición Fin de Semana

Quedan 12 semanas de nieve para disfrutar en un pequeño gran resort invernal a una hora y media de Montreal, en Canadá

Quebec /

Nunca imaginé lo que sería la experiencia de ser llevada y luego manejar un trineo jalado por perros. Superó todas las expectativas.

Había entrevistado al representante del destino, visto muchas fotos y hasta videos. Nada de eso se compara con la experiencia de estar ahí y vivir cada una de las actividades que Mont Tremblant tiene para los visitantes. Increíble que un destino pequeño, a primera vista, tenga actividades tan variadas para toda la familia y para todos los gustos.

Acapulco vuelve a ofrecer experiencias inolvidables / Y. Villalpando
Acapulco vuelve a ofrecer experiencias inolvidables / Y. Villalpando


Y es que la experiencia a 20 minutos en coche del centro del resort, comienza desde la llegada; en un enorme espacio hay alrededor de 150 perros husky, que desde que nos ven comienzan a ladrar de la emoción de pensar que van a salir a correr en los trineos.

“Para ellos es un juego; esta raza necesita tener mucha actividad. En el verano, los saco todos los días a correr en otro tipo de trineos”, explica una de las cuidadoras, quien nos muestra una nueva camada de perritos que estarán seguramente jalando trineos el próximo invierno.
“Los jubilamos entre los 10 y los 13 años de edad, cada perro indica cuando ya no quieren correr más. Entonces les buscamos una familia que los adopte y vivan sus últimos años en la tranquilidad de un hogar”, confirma la entrenadora.

Es momento de iniciar la experiencia, cada uno vamos a recoger a un perro, a que le pongan su arnés y a ponerlo en el trineo que le toca. Así, uno a uno, vamos llevando seis perros a cada trineo. En total fueron ocho trineos; 48 perros que estaban ya desesperados por iniciar el paseo.

Cada trineo es para dos personas, una conduce —parado en las dos barras de la parte de atrás y un freno de hule sobre hay que pararse para detener a los canes— y la otra es pasajero. Y ¡arrancamos! Ser pasajero es divertido porque el paisaje es hermoso y las curvas le ponen emoción al trayecto, pero nada es mejor que conducir el trineo, ser responsable de que los seis perros y el pasajero disfruten de la carrera sin sobresaltos. Lo máximo.

A la mitad del camino, en medio de la blancura, una cabañita nos espera para tomar un poco de chocolate caliente y galletitas. Recordemos que estamos a -10 grados centígrados; los perros aguantan perfecto el frío, los humanos somos menos resistentes.


Caminar en la montaña

La nieve, su blancura y su bondad; es una suavidad tal que hasta en las caídas recibe con amabilidad. No importa cuáles sean las opciones vacacionales, siempre van a ganar las de nieve.

Esquiar o hacer snowboard es lo más común en un viaje a un destino de nieve. Para mí, es el mejor deporte del mundo, aunque para los mexicanos parezca muy lejano. Pero, si lo pensamos bien, llegar a Mont Tremblant solo toma cinco horas de vuelo —Air Canada tiene un vuelos diario, y Aeroméxico— y 90 minutos en carretera.

Las 102 pistas, verdes, azules y negras, que tiene Mont Tremblant son más que suficientes para varios días deslizándose y descubriendo nuevos caminos en esquís. Es una sensación difícil de describir en palabras, hay que hacerlo. Y para quienes nunca lo han experimentado, Mont Tremblant tiene clases de esquí para todos los niveles, incluso en español. No hay pretextos.

Y ahora descubrí que la montaña también se puede recorrer caminando, el snowshoeing (caminar con raquetas de nieve) es un deporte que parece de contemplación de los paisajes espectaculares de Canadá, pero es una actividad que requiere condición física y fuerza.

Paseo por Mont Tremblant.


La verdad es que en Mont Tremblant hacen que sea una experiencia única; inicia en la cima de la montaña, a la que se llega en la góndola, ahí se colocan las raquetas en los zapatos o botas de nieve, dos bastones de nieve, e inicia la caminata.

Las vistas son espectaculares, parece que nos transportamos a otro planeta: uno con enormes árboles muy blancos; caminar entre sus troncos con nuestro enormes pies de raqueta, entre senderos que apenas se ven entre la nieve, con subidas y bajadas. Mantener el equilibrio y el paso tiene su chiste.

Después de unos dos kilómetros de iniciar se abre un claro rodeado de árboles, y a la izquierda se asoma un atardecer —son las 4 de la tarde— indescriptible; cualquiera diría que se está incendiando el bosque a lo lejos. Una maravilla de la naturaleza. El claro en el que estamos parados, es un pequeño lago en el verano.

Un kilómetro más entre la montaña y llegamos a una cabaña que tiene unas cuatro mesas para 12 personas cada una. Ahí nos espera un fondue de queso, que acompañamos con carnes frías y algunas verduras; y al terminar, aparece otro fondue de chocolate, ahora con frutas.

No puedo pensar en un mejor banquete después de los tres kilómetros que caminamos en la nieve, y para los cinco kilómetros que faltan para andar en raquetas para bajar la montaña hasta llegar al pueblo. Que sea de bajada no lo hace menos retador.


La vida nocturna

Lo que llaman après-ski (después de esquiar) es la recompensa perfecta después de una día de actividades en la nieve, desde una sesión de spa, una cerveza artesanal —que las tienen muy buenas—, una cena gourmet o una noche de bares.

Mont Tremblant tiene más de 75 restaurantes y bares, y la noche acaba a las 3 de la mañana, así que tiempo y lugares hay suficientes para terminar de relajarse.

Por ejemplo, el restaurante Choux Gras, del hotel Fairmont, tiene una de las mejores sopas de cebolla y carnes de muy buena calidad; el sous chef, por cierto, es el mexicano xxxxx. Para otra cena con muy buena cocina, también está Léo Boire+Manger, del hotel Westin; imperdibles los escargots, la ensalada de betabel con puré de nuez de la India y el Rib Eye Steak para compartir entre cuatro personas. La música del dj y la coctelería completan la noche.




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  • Mariela Gómez Roquero
  • mariela.gomez@milenio.com
  • Editora en jefe de M2. Más de 25 años de experiencia en revistas y periódicos impresos; así como en medios digitales, redes sociales, branded content y como consultora de comunicación. Fan de las letras, por eso me hice editora, después de enamorarme del oficio de ser periodista.

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