• 'Dreamers' se la juegan y vuelven a México a pesar de Trump

  • Reportaje
  • Aunque llegaron a Estados Unidos en su infancia y cuentan con un permiso para salir de ese país, corren el riesgo de no poder regresar.
Ciudad de México /

Los dreamers se vistieron de blanco y se hincaron en una ceremonia ancestral cerca de las pirámides de Teotihuacán. 

Descalzos, aspiraron el olor a copal bajo el sol del equinoccio de primavera y escucharon los caracoles en una danza para fortalecer su alma ante una decisión temeraria: salir de Estados Unidos para venir a México a riesgo de no volver.

El presidente Donald Trump convirtió al país al que emigraron hace décadas en un laboratorio donde su gobierno experimenta con el miedo de los extranjeros a quienes trata como conejillos de indias.

Los dreamers se vistieron de blanco. (Foto: Especial)

A los 2.4 millones de migrantes que llegaron a Estados Unidos durante su infancia –conocidos como soñadores o dreamers– el magnate presidente los metió en una tormenta de incertidumbre a través de sus aliados desde 2021, cuando un Tribunal Federal de Texas dictaminó la ilegalidad de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, o DACA, que los protegía de la deportación.

DACA es una política que implementó en 2012 el entonces presidente Barak Obama, con el argumento de que los dreamers no decidieron violar la ley al entrar sin documentos, sino sus padres.

Los beneficiados están temporalmente protegidos de la deportación, pueden trabajar legalmente, obtener licencia de conducir, becas y hasta atención médica en algunos estados. 

Los beneficiados están temporalmente protegidos de la deportación. (Foto: Especial)

Todo ello condicionado a no tener antecedentes penales, a comprobar estudios mínimos de preparatoria, ser estudiante y confirmar todo esto cada año para la renovación del estatus.

En los últimos cinco años nadie ha podido agregarse al programa desde que un juez del Tribunal Federal texano declaró ilegal a DACA. Tres días antes de la toma de posesión de la segunda administración de Trump fue ratificada esa resolución.

Según el estudio ‘Los dreamers en números’, que la organización bipartidista FWT.US dio a conocer el 14 de marzo, de los 2.4 millones que cuentan con el perfil de soñador, solo 530 mil tienen estatus activo de DACA y los otros 1.9 millones están bloqueados aunque cumplan con los requisitos.


La daga de Trump sobre sus cabezas

Para quienes tienen DACA, el programa no deja de tener una cara muy oscura: la zozobra. Para empezar, no saben qué hará Trump con esta iniciativa, porque hoy quienes quieren salir de Estados Unidos sólo pueden hacerlo con un permiso, pero su reingreso queda a criterio de los agentes migratorios, aunque el dreamer sea una persona ejemplar.

El análisis de FWT.US (Adelante EU) asienta que alrededor de 1.8 millones (74 por ciento) de los dreamers completó la preparatoria o tiene estudios técnicos; poco más de 300 mil (13 por ciento) se graduó de la universidad, y el resto está cursando otros niveles o ya contribuyendo al fisco con sus impuestos.

“Quienes trabajan aportan 65 mil millones de dólares a la economía estadunidense cada año y pagan casi 18 mil millones en impuestos federales, estatales y locales”, precisa el estudio.
“Yo les digo a quienes quieren salir de Estados Unidos con DACA que, si migración hace bien su trabajo, no tiene por qué impedirles reingresar”, aclara a MILENIO la abogada Vanessa García, de la empresa Dreamers Together, quien acompaña al grupo Viaje Sagrado, integrado por 28 personas, que está de visita en Teotihuacán y otros pueblos que los vieron nacer.


Al escucharla y bailar en agradecimiento a la tierra, al fuego, al Sol y al viento o al reencontrarse con sus familias, estos dreamers dicen que recuperan la paz.

“Si todo está en regla –su DACA, su pasaporte–, no debe haber ningún problema”, insiste la abogada García.

Pero son tiempos de Trump y los procesos relacionados a migración son caprichosos, contradictorios. Eso lo saben bien los ‘dreamers’ de Viaje Sagrado, así no puedan volver a ver el otro país que también consideran suyo y por ahora… ¡vinieron a México!

Al reencontrarse con sus familias, estos dreamers dicen que recuperan la paz. (Foto: Especial)

¿Quiénes son?¿Cómo ha sido su vida en Estados Unidos?¿Qué los motiva a jugarse el todo por el todo? Aquí tres historias que son un símbolo del amor a la patria que nunca se pierde, tal como ellos lo sienten.

La poblana de Colorado

Laura Peniche cuenta muchos tragos amargos durante 28 años allá, en el otro lado. A veces le prohibieron hablar español, profesores la acosaron sexualmente a cambio de no llamar a “la migra” e incluso se autocensuró cuando una maestra la quiso recomendar como guionista de Disney: le dijo que no le interesaba para no reconocer que era una “sin papeles”.

Pero hubo algo aún peor: “Cuando mi papá se enfermó de cáncer de colon y no encontrábamos ayuda, en Aurora, Colorado. En todos los hospitales, los doctores nos decían ‘lo sentimos, no podemos ayudarlos, no tienen documentos…¡buena suerte!’”, recuerda entre lágrimas.
“Durante dos años buscamos tratamiento hasta que una clínica de caridad accedió, pero ya fue muy tarde. Si se hubiera controlado a tiempo él no hubiera sufrido tanto por el dolor y no estaría muerto”.
Son tiempos de Trump y los procesos relacionados a migración son caprichosos. (Foto: Especial)

Laura es parte del grupo de los dreamers que su hermano Armando organizó para visitar Teotihuacán esta primavera con su empresa Viaje Sagrado. 

La fundó en 2017, al regresar sin problemas a Estados Unidos como beneficiario de DACA y desde entonces trae en promedio a 250 personas por año.

“La primera vez que vine también tenía miedo de que no me dejaran entrar a Estados Unidos, pero pensaba: ‘el que no arriesga no gana’”.

Con el tiempo, Armando logró legalizarse y ahora es residente estadunidense, ya no necesita ningún permiso para entrar o salir, pero Laura aún depende de DACA. 

De las cuatro veces que visitó México, su reingreso al país donde vive desde los 12 años quedó en manos de un agente de migración.

“Antes no me interesaba venir a México porque no sentía conexión, al contrario, no veía ya nada para mí y en la televisión hablaban solo de violencia, pero cuando Armando empezó a viajar para acá y vio que las cosas eran distintas, me entusiasmé”, admite.

Laura quiso ver todo con sus propios ojos. Aquí descubrió que la criminalidad está focalizada, resignificó el abrazo de su abuela, se enganchó a los rituales de los pueblos originarios más en armonía con la naturaleza y la comunidad, y sus visitas a México se volvieron un bálsamo, una medicina, algo energizante.

En enero pasado, cuando el magnate asumió su segundo mandato, ella cayó en depresión y contra todo pronóstico y advertencias sobre el riesgo de que podría no volver a su vida de documentalista, de organizadora comunitaria, de instructora de yoga y meditación, de madre, cruzó la frontera hacia el sur.

“Tenía que cargar mi corazón de fuerza por cualquier cosa que pasara: sé que mi casa está en Colorado, que allá están mis hijos, pero, si me deportan, aquí también tengo una casa”.

Descalzos, aspiraron el olor a copal bajo el sol del equinoccio de primavera. (Foto: Especial)

El iztacalquense de Seattle


"Tenemos un trauma generacional”. Así describe Luis Quezada, oriundo de Iztacalco, lo que considera una debilidad de los dreamers que se quemaron las pestañas para graduarse, aun cuando son bilingües y le plantan cara al sistema del país más poderoso del mundo.

Luis, nacido en 1994 y graduado no sólo de financiero sino también de músico, reconoce que “al vivir allá en esas condiciones aprendes a bajar la cabeza y hacer el menor ruido posible para que no cuestionen cómo llegaste, cómo gana tu familia el dinero; para enfrentar las redadas y ponerte al tiro, esconderte mientras la radio advierte de que hay agentes del ICE en tal o cual parte”.
Por eso, “el esconderte se vuelve una mentalidad que te sigue a todos lados: en las relaciones con otras personas, en tu trabajo, como artista… Piensas: ‘no me voy a expresar como realmente quiero, si no a limitar mi trabajo y mi voz para no mover las aguas’”.

No fue una conclusión a la que llegó fácilmente. Le costó años y se develó en su totalidad durante estos días que realiza su primer viaje a México después de 26 años. Escuchó a un guía espiritual en el temazcal, quien le dijo que un mexica no se arrodilla ante nada más que frente al “gran espíritu” de la Tierra, y todo tuvo sentido.

Laura es parte del grupo de los dreamers que su hermano Armando organizó para visitar Teotihuacán. (Foto: Especial)

No tiene duda de que cuando regrese seguirá respetando al país que lo recibió, “pero ya no sólo voy a sobrevivir, no estaré solo lo suficiente abajo del agua para comer sin alborotar a los tiburones, sino que voy con ánimo de conquista, de ser un tiburón y ejemplo de otros”, advierte con pasión.

Borrón y cuenta nueva a los tiempos en que humillaron a su madre embarazada obligándola a cargar una canasta con la que se ganaba la vida como vendedora de burritos y cacahuates en las afueras de los estadios deportivos de Seattle.

El tipo de licencia que ella tenía para vender no autorizaba poner nada en el suelo, pero con la gestación de ocho meses, un día no pudo más y la bajó. Un inspector de la ciudad se acercó. “No puede hacer eso”, bufó. Ella la subió a sus pies, pero el otro insistió: ‘arriba’”.

Luis se sintió impotente: tenía apenas 10 años, cinco de haber llegado. Fue justamente su madre quien, años después, lo animó a buscar el permiso para viajar de vuelta al terruño, a una inmersión en la cultura mexica. 

Luis se sintió impotente: tenía apenas 10 años, cinco de haber llegado (Foto: Especial)

El permiso tardó un año y llegó apenas ocho días antes del Viaje Sagrado de esta primavera. Aunque no se encuentra en su mejor momento económico y sabe a lo que se expone, lo tomó.

Ahora piensa que los dreamers son un arma de doble filo para hacer cambios no solamente allá sino también en México: Tienen, dice, “el espíritu guerrero y triunfador del mexicano pero con la mentalidad del sueño americano”.

La chilanga de Houston

Diana Leyva tiene en Texas un esposo y una bebé en el vientre; allá están sus padres, su hermana, amigos y clientes de una empresa dedicada a redes sociales que le ha dado para hacerse de dos casas, una donde vive y otra que renta. Es feliz, pero después de 19 años quería venir a México.

El presidente Donald Trump convirtió al país al que emigraron hace décadas en un laboratorio. (Foto: Especial)


DACA en mano y con ocho meses de embarazo tomó el vuelo y aterrizó en la Ciudad de México con varias hipótesis sobre lo que hubiera sido de su vida de no haber emigrado, con historias de discriminación a cuestas y miedo, confiesa frente a sus compañeros en Teotihuacán:

“Miedo a no poder regresar a lo que tú llamas casa, perder lo que has construido, a tu gente, o no volver a ser lo que eres; pero, a pesar de todo, no iba a quedarme atada a circunstancias que no puedo controlar, como Trump”.

¿Te imaginas que mi hija naciera aquí?, suelta al aire. ¡Sería increíble! Pero pronto se desdice: “Mejor no, no quiero que se complique”.

Diana se las ha visto negras en Houston, Texas. En cierta ocasión, ella y su mamá se tuvieron que esconder detrás de una caja de papas en el refrigerador del McDonald 's donde trabajaban porque alguien había llamado a los agentes del órgano migratorio, el ICE.


Recuerda en particular una anécdota como símbolo de la xenofobia. Cuando trabajaba en la entrega de comida en el coche de un McDonald’s, una señora se enojó porque según ella no había recibido su pedido como quería, y la agarró contra ella: “Tenías que ser mexicana, de seguro eres ilegal, ‘fucking Wet Back’, tú y todos ustedes se tienen que regresar a su país, no saben ni hacer una puta hamburguesa”.

Al final aventó el refresco y la hamburguesa contra Diana, quien se quedó en silencio, sin saber qué hacer o qué decir. Tenía 16 años y la mujer enardecida unos 45. 

Llevaba a sus hijos en el coche. “Qué ejemplo para sus niños”, medita ahora la chilanga.

La vida la llevó por desafíos similares hasta que aprendió a defenderse y a sacar partido de lo que se pueda. Cuando su hermana le dijo que vio en televisión que había forma de que los dreamers salieran del país con un viaje de inmersión a la cultura mexica, no se lo pensó dos veces… ¿por qué no?

HCM

  • Gardenia Mendoza
  • Periodista especializada en temas migratorios y en la relación de México con Estados Unidos. Ha sido corresponsal para medios internacionales en radio, prensa escrita y TV. Hoy forma parte de coberturas especiales de 'Milenio'.

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