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A dos años de su liberación, Juana Alonzo sigue en espera de reparación del daño por autoridades mexicanas

La guatemalteca Juana Alonzo llora al recordar cómo policías en Tamaulipas la arrestaron, torturaron y acusaron falsamente de traficar personas.

Ángel Hernández
San Mateo Ixtatán, Guatemala /

Más de dos años después, Juana Alonzo regresó a aquella plaza donde todo el pueblo de San Mateo Ixtatán celebró su regreso a Guatemala, luego de que la mujer saliera rumbo a Estados Unidos y todos le perdieran el rastro.

Al igual que antes, llora al recordar cómo policías estatales de Tamaulipas, al norte de México, la arrestaron, torturaron y acusaron falsamente de traficar personas. Y hoy, como el día de su retorno, las autoridades mexicanas han dejado de contestar sus peticiones para una reparación del daño. Se olvidaron de todo.

“Yo sufría ahí, y lloré, muchas cosas, yo sufrí ahí sin ver a mi familia, ojalá que ellos me hagan justicia, que hagan algo. Ya llevo dos años y seis meses, siete meses, que salí, y no me han dado la respuesta, entonces ¿cuándo voy a ver la respuesta?”, dice a MILENIO.
“Me quedó como una herida, una cicatriz, nunca se me olvida, de repente llega y empiezo a llorar, pensando”.

San Mateo Ixtatán es un diminuto pueblo del departamento de Huehuetenango, en Guatemala, a un par de horas de la frontera con Chiapas, México. En medio de una región montañosa conocida por la producción a baja escala de sal, cuenta con cerca de 60 mil habitantes.

A los 37 años, Juana se despidió de su familia con rumbo a Estados Unidos. | Jorge Carballo

A sus 37 años, Juana recuerda que fue un lunes de agosto, en 2014, cuando se despidió de su familia. Era de madrugada y el sol aún no salía. Para cuando pudo ver luz natural, estaba llegando a Gracias a Dios, en Chiapas.

Viajó por todo México en auto, a pie o en camión, hasta llegar a Reynosa, donde esperó por varios días para poder cruzar el Río Bravo. Pero eso nunca pasó.

Policías de Tamaulipas hicieron una redada, la arrestaron y la acusaron de tráfico de personas. La torturaron para que firmara su declaratoria de culpabilidad. 

Golpeada y espantada, Juana no sabía lo que hacía. No hablaba español, solo chuj, su lengua materna. Fue liberada en mayo de 2022, tras una fuerte presión mediática y la promesa del presidente Andrés Manuel López Obrador de revisar el caso. Un par de días después regresó a su ciudad natal.

Juana llora al recordar cómo policías estatales de Tamaulipas, al norte de México, la arrestaron. | Jorge Carballo

Juana es reconocida como víctima tras una opinión del Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria de Naciones Unidas y está inscrita tanto en el Registro Nacional de Atención a Víctimas y en el Registro Federal de Víctimas, pero la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) de México la ha dejado en el olvido.

Por ello, su defensa, encabezada por el Instituto Federal de la Defensoría Pública, mantiene un juicio de amparo indirecto por la violación al derecho al acceso a la justicia

Juana, a pesar de todo, está rehaciendo su vida. Aprendió español en México, pero de nuevo se está acostumbrando a hablar chuj con sus amigos, su familia y sus conocidos. También dejó de tejer, un oficio que aprendió con sus compañeras de prisión. Hoy se dedica por completo a cuidar a Natán, su bebé.

“Encontré un novio y ya me junté, y ya tengo un bebé ahorita y a mi bebé me dedico, lo cuido, mi bebé me ayuda bastante”, cuenta, ya con una sonrisa. Hablar de su familia, de sus proyectos y de su amor le alegra el rostro.
Juana Alonzo fue torturada para que firmara su declaratoria de culpabilidad. | Jorge Carballo

Es 20 de diciembre de 2024, y los pobladores de San Mateo Ixtatán salen por la noche a un desfile con cohetes y música, celebrando las navidades. Juanita, como le dicen de cariño, los ve desde lejos, no quiere celebrar.

“A veces estamos sentados y yo empiezo a llorar, recuerdo lo que me hicieron, cómo me golpearon, lo que me hicieron cuando me agarraron, yo me siento triste, y a veces llegan a mi cabeza, me llegan muchas cosas de lo que me sucedió, cómo me agarraron.”

Al otro día, se encuentra con su mamá y sus dos hermanas para desayunar. Como siempre, lleva a su pequeño bebé en la espalda, como una pequeña mochila, en la que el niño duerme todo el día, apenas y hace ruido. Su pareja se fue a trabajar, así que aprovecha para descansar un poco y platicar con su familia.

De nuevo, sonríe. Toma a su bebé en sus brazos y lo mira. 

“Mi bebé va a crecer, va a entrar a la escuela y así, si dios quiere va a seguir creciendo. Mi bebé sí va a estudiar”, dice Juana.

EHR

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